Recuerdo mi primer contacto con una bicicleta. Me la regaló mi papá cuando tenía 4 años. Era color azul y tenía 4 ruedas. En aquel momento fue simplemente un juguete para disfrutar en el patio de mi casa, un objeto de recreo útil y fuente de felicidad. Seis años más tarde, la bicicleta se convirtió en un ejercicio de responsabilidad y creación de conciencia sobre el uso de un vehículo no motorizado para movilizarme al colegio, a la casa de mis amigos, a la tienda, al parque. En mi caso fui afortunada: la educación vial empezó en casa y se fortaleció en el colegio. Sin embargo, esto es un caso atípico, porque la educación vial suele ser una tarea subvalorada en el mundo de la educación.
¿Cómo lograr que las instituciones educativas incluyan la educación vial como parte de sus programas de formación?
En Colombia, la iniciativa de educación vial segura impulsada por la Ley 1503 del 29 de diciembre del 2011, “promueve la formación de hábitos, comportamientos y conductas seguros en la vía y se dictan otras disposiciones…” y se debe enseñar educación vial de manera obligatoria en los niveles de educación Preescolar, Básica y Media”. Esta Ley abrió una ventana de diálogo entre organizaciones de la sociedad civil con Colegios y Escuelas. Y así, trabajar en la incorporación de contenidos de seguridad vial en los currículos escolares.
A pesar de los avances en Colombia por la institucionalización de la educación vial, el camino no ha sido fácil. Por un lado, la Ley 1503 de 2011 no está integrada en el Proyecto Educativo Institucional, que es el documento rector de las instituciones educativas. Por otro lado, asignar esta responsabilidad de enseñanza a los docentes, requiere: adecuada capacitación, posibilidad de vincular expertos en movilidad vial segura, abrir espacios en el currículo escolar y conocer a profundidad los documentos del Ministerio de Educación Nacional de Colombia en este tema específico.
Desde la perspectiva de la sociedad civil, un ejemplo interesante es el trabajo de la Fundación CicloCity. Promueven procesos de consciencia desde la infancia, encontrando en la familia y en el escenario escolar, dos potentes ámbitos para el propósito de educar para la vida desde la movilidad: porque “lo que bien se aprende, jamás se olvida”.
En alianza con el Grupo de Investigación Prácticas Corporales, Educación – Sociedad, Educación – Currículo (PES) del Instituto de Educación Física de la Universidad de Antioquia, la fundación ha sugerido para los Educadores Físicos, la inclusión de contenidos en educación vial en su formación como Licenciados. Se han realizado trabajos como: “Los Juegos de la Calle” con el Colegio Monseñor Gerardo Cano y visitas al “Parque del Tránsito” con niños del Centro Cultural Guillermo Taborda, entre otros.
¿Ciclista, usuario de bicicleta o conductor? ¿Cuál es el lenguaje correcto de acuerdo con la normativa colombiana? ¿Qué opina la Fundación CicloCity?
Existen dos actores viales principales: peatones y conductores, y para cada uno hay regulaciones y sobre ellos recaen sanciones. El usuario de bicicleta es conductor, porque “ciclista” está referido al deportista que practica ciclismo. Para el uso de la motocicleta también se generalizó el término “motociclista”, pero cuando está en su automóvil, si se le denomina conductor.
Este lenguaje es el que deseamos cambiar. Ante todo en las autoridades competentes y los comunicadores, buscando ver a los conductores como personas por su actuación particular y no como si su comportamiento estuviera ligado sólo a su vehículo; así, por ejemplo: “taxista”, “busero”, “camionero”, “motociclista”, ciclista”, “mulero”,” volquetero” que, a la luz de la norma, son conductores.
Para terminar…
La experiencia en foros, talleres, cursos, prácticas en campo, cátedras y conversaciones con diferentes actores viales, nos han llevado a determinar que la falta de educación vial es una de las causas principales de los incidentes, accidentes y siniestros viales. El respeto por la vida, la sana convivencia y la seguridad vial, deben tener un sitio de privilegio en los currículos escolares. “Todo trabajo educativo, suma; pero, si no se hace desde la infancia, no habrá un verdadero cambio generacional”.
En tal sentido, proponemos la transversalidad de la movilidad vial en escenarios como: la educación, la cultura ciudadana y la vida misma; es decir, nuestra meta es lograr que la movilidad vial segura y el respeto por la vida, se conviertan en un estilo de vida.
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