“Se puede cambiar. Es muy difícil. Yo cambié”, me dice Julia con orgullo. “El problema es que a veces uno no encuentra la salida, no conoce que existen otras posibilidades. Pero ahora me di cuenta. El domingo pude llevarle a mi familia el fruto de mi trabajo. Fue la primera vez en mi vida. Le llevé vegetales que cultivé en la Granja”.
Hoy cumple 33 años. Es una joven salvadoreña trabajadora, servicial, empeñada en mejorar y en ayudar a quien lo necesite a su alrededor. Reparte sus días entre el trabajo en plantaciones de rábanos y cebollines, y clases de costura que imparte para varias alumnas. Tiene muchos proyectos para el futuro, como ponerse su taller propio para bordar almohadones y mantas. Me mostró los primeros diseños; lucen muy bien.
Julia es muy bonita. Pero tiene un dejo de tristeza en su mirada que no logra disimular ni con su sonrisa contagiosa. “Estaba enamorada. Vivía para él, no tenía nada propio. Vengo de una familia humilde, no pude estudiar. Y él me daba todo. Me decía que si lo amaba tanto como decía, tenía que llamar a personas y pedirles dinero, asustándolos”.
Julia está privada de su libertad cumpliendo una condena por extorsión en la Granja Penitenciaria de Izalco (El Salvador). Le faltan unos 3 años más, y ya lleva 6 en el sistema penitenciario. Antes estuvo en el Centro Penal de Ilopango.
También conocí a María, quien tiene un conmovedor talento para la pintura. Practica diferentes técnicas para crear desde coloridos paisajes a mano alzada, hasta delicados cuadros de exposición. Ella está hace tiempo privada de libertad, tal vez tanto tiempo que no quiso decirme.
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“Me metí en un lío”, ella me cuenta. “Pero ya me falta poco. Salgo en enero. Cuando salga voy a poner mi propia galería de arte. Ya conseguí el lugar. Pero aunque salga, siempre voy a estar a disposición para dar talleres y ayudar en todo lo que pueda”. Le prometí que iría a su galería y le compraría un cuadro. Ella aceptó mi promesa con lágrimas en sus ojos, pero insistió en regalarme uno de sus cuadros que pintó en la prisión. Me explicó que quiso representar la esperanza. Aquí se los comparto.
El Director General de Centros Penales, Rodil Hernández, explica que “YO Cambio es un nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria que permite la rehabilitación de los internos que quieran cambiar bajo la premisa ‘el que sabe le enseña al que no sabe’, lo cual se traduce en la eliminación del ocio carcelario. La idea es lograr control, y orden pero también trabajo y rehabilitación para los internos”.
Su primer libro en la cárcel
La Licenciada Morena Mejía de Portillo, Directora del Centro Penal de Ilopango repite hasta al cansancio que “los privados de libertad sólo están privados de ese derecho, la libertad, por los delitos que cometieron. El Sistema Penitenciario tiene que garantizarle los demás derechos para que cuando salgan tengan otras posibilidades, y no reincidan”. Morena enfatiza: “se habla de re-educar, re-adaptar, re-insertar en el mercado laboral. Sin embargo, la realidad es que en los centros penales usualmente tenemos que educar, adaptar e insertar en el mercado laboral por primera vez. Muchas mujeres toman el primer libro aquí en la prisión, cocinan su primera tortilla, tienen su primer trabajo, reciben su primera clase sobre lactancia aunque ya tienen varios hijos”.
Julia y María forman parte de las 2,900 mujeres privadas de libertad en El Salvador. Ellas cambiaron participando del programa YO Cambio. Este programa brinda talleres de arte, cultura, salud, educación deporte, religión y trabajo penitenciario.
Según la Ley Penitenciaria (capítulo III, artículo 95), los privados de libertad transitan diferentes fases: adaptación, ordinaria, de confianza, y de semi-libertad. La progresión entre fases depende del cumplimiento de determinada parte de la condena, y otros factores como el buen comportamiento, y la participación en actividades laborales y educativas. Ellas están ahora en la última fase, la de semi-libertad, por su mérito propio.
La literatura sobre el efecto del encarcelamiento y las condiciones carcelarias sobre la reincidencia muestra resultados mixtos. Algunos autores encuentran que el encarcelamiento y una mayor severidad de la sentencias pueden disuadir el crimen (Hjalmarsson, 2009; Kuziemko, 2013, Bell, Machin & Jaitman, 2014). Peores condiciones de detención, sin embargo, parecen aumentar de manera inequívoca la reincidencia (Chen y Shapiro, 2007; Drago et al., 2011), mientras que la reincidencia de un recluso depende positivamente de la tasa de reincidencia de sus compañeros en la cárcel (Bayer et al. 2009; Drago y Galbiati, 2012), lo que implica que la reincidencia ‐tanto como el crimen‐ es contagiosa.
Según el Sistema de Información Penitenciaria (SIPE), actualmente hay 30,200 privados de libertad en El Salvador, de los cuales 9,6% son mujeres. Me cuenta José Luis Rodriguez, uno de los creadores del SIPE y Jefe del la Unidad de Tecnología y Desarrollo Informático, que los delitos de mayor incidencia son homicidios (30%) y extorsión (17%). En el caso de las mujeres, la extorsión ocupa el primer lugar, con el 34% de los casos. De toda la población penitenciaria, solamente el 5% se encuentra en fases de confianza o semi-libertad, con acceso a las actividades de YO Cambio, aunque la proporción de población elegible es mayor. El sistema está muy congestionado en todas sus fases. La población penitenciaria se multiplicó casi por 8 en los últimos 20 años, mientras que el personal y la infraestructura penitenciaria se han mantenido prácticamente constantes.
El BID está iniciando una operación de Seguridad Ciudadana de US$45 millones en El Salvador que apoyará en uno de sus componentes al sistema penitenciario, mediante la expansión y el fortalecimiento del programa YO Cambio, entre otras actividades como la ampliación y modernización del SIPE.
En el BID estamos evaluando el programa YO Cambio para contar con evidencia científica sobre su efecto y mediante qué canales se consigue. Los mantendremos informados de los avances y resultados. Por lo pronto, los números apuntan a una reincidencia menor al 2% de aquellos que salieron de las Granjas penitenciarias (parte del programa YO Cambio), lo cual es alentador (la reincidencia del sistema en promedio es 17,4%).
YO Cambio está cambiando a muchas personas que quieren una segunda oportunidad. Y me animaría a decir que YO Cambio también cambia a todos aquellos que de algún modo nos involucramos en el programa.
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Excelente! Muchas gracias por escribir algo tan interesante.
Querida Laura,
Cómo puedo tener una copia del proyecto escrito YO CAMBIO para analizar los procesos que desarrollaron su viabilidad e implementación.