Fermín Vivanco y Jeremy Harris *
En abril del año pasado, diversos analistas anunciaron que se podría dar una caída de más de 20% de las remesas mundiales en 2020, como resultado de la pandemia. Se esperaba que las pérdidas generalizadas de empleo por el cierre de negocios, y de los locales dónde los migrantes enviaban dinero y lo recibían sus familias tendrían un fuerte impacto negativo en las remesas. De haberse cumplido estos pronósticos, las familias de los migrantes habrían quedado fuertemente afectados en una época en que la pandemia también golpeaba las economías de los países receptores.
Afortunadamente, los emigrantes de Latinoamérica y el Caribe han demostrado ser más resilientes de lo que se había anticipado. Según las datos compilados por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) con el apoyo del BID Lab y dados a conocer en un artículo reciente, las remesas recibidas en la región mostraron un aumento anual del 8,3% en 2020. Este resultado se dio a pesar de una contracción del 4% en el segundo trimestre respecto al mismo periodo del 2019, ya que esta fue compensada por un crecimiento de 15,7% en el cuarto trimestre – la mayor tasa de crecimiento interanual para cualquier trimestre en los últimos 12 años.
No obstante esta buena noticia, los resultados fueron negativos para algunos países. Los países andinos sufrieron un descenso anual del 4,2%, con una reducción menor – alrededor de 1% – para el conjunto de Sudamérica. En general, se observó mayor resiliencia en los países que reciben proporcionalmente más remesas de los EEUU que en los países que las reciben de Europa o de otros países de la región, donde la recuperación económica ha sido más lenta.
Otro elemento del artículo publicado por CEMLA es un análisis preliminar de una encuesta a migrantes venezolanos en un gran número de países. Las respuestas revelan el impacto de la pandemia sobre los encuestados y arrojan luz también sobre cómo han podido vivir la pandemia otras comunidades de migrantes, especialmente respecto a su capacidad de enviar remesas.
Lo primero que llama la atención es el impacto de COVID19 en el ingreso de la población vulnerable que son los migrantes. Entre los venezolanos encuestados, casi la tercera parte declara haber sufrido una reducción en sus ingresos, con 27% indicando haber perdido su empleo. De estos últimos, solo el 29% indican haberlo recuperado (o encontrado otro) para diciembre cuando se realizó la encuesta. Esta realidad obviamente tuvo un impacto en su capacidad de enviar remesas.
La encuesta también revela un cambio de hábitos en cómo envían su dinero los migrantes. El 18% de los encuestados indican haber enfrentado obstáculos para enviar remesas debido a cierres por la pandemia. De ellos, la gran mayoría indicó haber encontrado mecanismos alternativos – generalmente digitales – para realizar las transacciones. De ese grupo, más de la mitad indicó que seguirían usando estos métodos. Esta transformación de una fracción significativa de las remesas de operaciones presenciales a métodos digitales – si se mantiene – puede reducir los costos de envío y mejorar inclusión financiera de los migrantes en el futuro.
La resiliencia de los migrantes y su compromiso por continuar apoyando a sus familias y personas cercanas en los países de origen ha salido una de las pocas buenas noticias de 2020. Después de la crisis financiera de 2008, los migrantes también mostraron su resiliencia, pero el crecimiento de las remesas reinició en 2010, y fue un crecimiento más lento. Sólo en 2014 se superaron los niveles precrisis. Algunos analistas han señalado que los migrantes que experimentaron aquella recesión aprendieron una lección importante y años después tuvieron a mano mayores ahorros que les han permitido mantener y hasta aumentar las remesas en 2020.
Uno de los factores que ha mitigado la situación de algunos migrantes en 2020 ha sido el apoyo económico que los gobiernos han dado a sus residentes durante la pandemia. Los venezolanos encuestados indican que, en promedio, 31% ha recibido algún apoyo de este tipo. En EE.UU. casi la mitad de los encuestados indicaron haber recibido apoyo del gobierno, mientras en Brasil sólo lo recibieron el 7%. Sin embargo, en promedio, sólo la tercera parte de los que recibieron algún apoyo indicaron haberlo utilizado para enviar remesas. Merece la pena estudiar en más detalle dónde y cómo obtienen beneficios los migrantes y sus familias, y dónde encuentran obstáculos.
Estos resultados preliminares refuerzan la conclusión de que es vital escuchar a los migrantes mismos sobre su situación laboral, sus hábitos de envío de remesas, y las variables que impactan en esas decisiones. Aunque las experiencias son variadas, es clave conocerlas para poder diseñar políticas públicas que eficientemente puedan obtener sus resultados deseados. La unidad de migraciones del BID y el BID Lab seguirán explorando estos temas con aliados dentro y fuera del Grupo BID. En la encuesta, 67% de los que respondieron mostraron un optimismo sobre el futuro, indicando que no anticipan problemas futuros para seguir enviando dinero a casa. Ojalá tengan razón.
Fermín Vivanco es Especialista Lider de Operaciones, BID Lab
Jeremy Harris es Especialista Sectorial, Unidad de Migración, BID
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