En el transcurso del último cuarto de siglo, América Latina y el Caribe han trabajado para abrir sus economías al comercio internacional y la inversión extranjera. Durante este periodo, los aranceles se redujeron a la mitad, hasta llegar a menos de 10%, al tiempo que las exportaciones crecieron a un ritmo sostenido, a un promedio del 10% anual. A pesar de esto, América Latina no ha sido capaz de mejorar su posición en los mercados de comercio internacional. Entre 1990 y 2000 la participación de la región en las exportaciones mundiales aumentó de 4% a 6%, pero este indicador permaneció invariable durante los últimos quince años. ¿A qué se debe esto?
Uno de los factores que contribuyen a este desempeño débil es la falta de una infraestructura de transporte nacional de alta calidad, necesaria para conectar a la región con los mercados internacionales.
Durante la década del setenta, los gobiernos de América Latina realizaron fuertes inversiones en infraestructura, que fueron financiadas en gran medida por petrodólares baratos. Sin embargo, con el inicio de la crisis de la deuda en los años ochenta, los gobiernos sufrieron una escasez de recursos que les dificultó mucho seguir invirtiendo en autopistas, puertos, ferrocarriles y otros proyectos relacionados con el transporte. A principios de esa misma década, la inversión en infraestructura alcanzaba, en promedio, un 4% del PIB; hacia mediados del año 2000 cayó a su punto más bajo, 1,5%, y actualmente se ubica en torno al 2,5%.
En los últimos años, a medida que los responsables de políticas para la región fueron procurando nuevas formas de profundizar la integración y estimular el comercio, la infraestructura recuperó un lugar central en la ecuación.
Esto se debe, en parte, al hecho de que los beneficios de la liberalización comercial (la reducción de aranceles, la firma de tratados de libre comercio, etc.) se han moderado. También tiene que ver con el hecho de que el comercio se haya vuelto mucho más complejo.
En el mundo globalizado actual, muchos productos pasan por varios países o ciudades durante las distintas etapas de producción, de modo que los componentes y bienes ensamblados cruzan fronteras y viajan por múltiples medios de transporte antes llegar al consumidor final. Para ser competitivos a nivel internacional, cada eslabón de la red de transporte debe funcionar eficientemente a fin de asegurar que las mercancías viajen de manera rápida y a bajo costo a lo largo de la cadena de suministro.
En América Latina, es precisamente este factor el que constituye un impedimento a los flujos de comercio: los costos de transporte derivados de una infraestructura deficiente o deteriorada. Las investigaciones del BID han demostrado que se trata de uno de los mayores obstáculos al comercio cuyos efectos son severos (texto completo en inglés; resumen en español: Destrabando las arterias: el impacto de los costos de transporte en el comercio de América Latina y el Caribe). Por ejemplo, a pesar de la proximidad geográfica entre Estados Unidos y Latinoamérica, el costo de enviar un contendor cargado con productos manufacturados al país del norte que enfrentan los exportadores latinoamericanos es dos veces superior al que deben pagar sus competidores del este asiático, cuyos envíos tienen que cruzar el mundo.
El comercio entre Asia y América Latina también enfrenta dificultades, a saber: La enorme distancia que separa estas dos regiones hace que resulte fundamental contar con una infraestructura eficiente y una logística integrada para que el intercambio sea rentable; actualmente, los costos de transporte entre los países de América Latina y sus socios comerciales asiáticos son casi nueve veces superiores al costo equivalente en términos de aranceles.
En un evento reciente (en inglés), llamado Vínculos comerciales con América Latina, que tuvo lugar en la Ciudad de Panamá y fue coorganizado por el Sector de Integración y Comercio del BID, expertos de los sectores público y privado reflexionaron sobre cómo la mejora de la infraestructura podría facilitar la integración y favorecer la intensificación de los lazos comerciales transpacíficos.
El orador principal Néstor Roa, Gerente del Sector de Infraestructura y Medio Ambiente del BID, explicó que a pesar de que América Latina “se ha posicionado en el centro de las principales rutas comerciales globales, el desarrollo de infraestructura continúa encabezando la lista de prioridades y necesidades de la región”. América Latina está casi al final del ranking de mercados emergentes en términos de calidad de la infraestructura, y es poco probable que esta situación se revierta en un futuro cercano dado que el nivel actual de inversión en infraestructura alcanza apenas el 3% del PIB, un nivel inferior al que se registraba a principios de la década de los ochenta.
Según las estimaciones del BID, para cerrar la brecha de infraestructura, América Latina debería invertir el 5% del PIB en esta área.
Las tasas de inversión actuales podrían permitirle a América Latina realizar algunas mejoras en la calidad de su infraestructura de transporte, pero no bastarían para incrementar sustancialmente su competitividad en el comercio mundial. Por este motivo, el BID considera que la infraestructura constituye una prioridad y, en consecuencia, está otorgando préstamos y asistencia técnica para desarrollarla.
La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) representa un ejemplo de programa tendiente a integrar la infraestructura de transporte por medio de la mejora y la ampliación de las carreteras nacionales y de la conexión entre estas y los principales ejes comerciales de la región. El Corredor de Mesoamericano de la Integración –también llamado Corredor Pacífico– es otro ejemplo de programa tendiente a potenciar la conectividad de la región a través de la mejora de la infraestructura.
El Corredor Pacífico, que forma parte del Proyecto Mesoamérica, unirá América Central a través de un corredor logístico y establecerá enlaces multimodales entre los proveedores regionales mediante la mejora de carreteras, puentes, intercambiadores e infraestructura de los pasos fronterizos.
Estos esfuerzos son de vital importancia, ya que la mejora de la infraestructura de transporte puede redundar en beneficios importantes. Las investigaciones del BID han demostrado que en América Latina, una disminución de los costos de transporte ad valorem de un 1% puede dar lugar a un incremento de las exportaciones de hasta un 8%. De manera similar, un estudio de nueve países de América del Sur (en inglés) mostró que una reducción del 10% en los costos de flete ad valorem puede aumentar el número promedio de productos exportados en 25.
En definitiva, ¿cómo puede aprovechar América Latina estos beneficios? Uno de los principales pasos a seguir es potenciar el papel del sector privado en el financiamiento y gestión de proyectos de infraestructura estratégica. En la actualidad, solo un tercio de la inversión en infraestructura proviene del sector privado. Esta proporción podría incrementarse significativamente a través de asociaciones público-privadas (APP), por medio de las cuales los gobiernos y las empresas podrían unir sus esfuerzos para financiar y construir infraestructuras vitales.
Todos ganan: Los gobiernos les proporcionan a los ciudadanos redes de transporte de primera calidad que permiten que las personas y las mercancías circulen de un modo seguro y eficiente. Las empresas se benefician al contar con mejores redes de distribución y corredores multimodales que les permiten hacer circular sus productos de un modo más fluido por toda la región y agilizar sus envíos extrarregionales. Para el conjunto de la región, contar con infraestructura de alta calidad genera un entorno de negocios más competitivo, atrae más inversiones extranjeras y permite llegar a nuevos mercados internacionales.
Si te ha gustado esta nota, suscríbete a nuestro nuevo blog y te enviaremos cada mes los posts más recientes.
Leave a Reply