En el último mes, las noticias del sector energético brasileño estuvieron protagonizadas por dos megaoperaciones en las que participó capital chino: la concreción de la compra de CPFL por parte de State Grid Corporation of China y la compra de Duke Energy por parte de China Three Gorges Corporation (CTG). Con estas inversiones, se potencia el protagonismo de ambas compañías en sus respectivas áreas. State Grid ya domina el 20% de la transmisión de energía eléctrica en Brasil y CTG es la segunda mayor generadora de energía del país. Las cifras no son lo único que llama la atención: tanto State Grid como CTG son empresas de propiedad estatal controladas por el gobierno central chino y, en China, sus presidentes tienen rango de ministro.
¿Cuál es, entonces, el interés de estas empresas chinas en Brasil?
En este punto, es oportuno desmitificar el papel que juegan las empresas del gobierno central chino en el mercado internacional. Ya no es válido pensar que estas compañías están entrando a Brasil con el objetivo estratégico de controlar activos energéticos que más adelante colocarían al país en una posición de desventaja en posibles negociaciones con China. Incluso porque Brasil cuenta con mecanismos institucionales suficientes para prevenir la creación de monopolios, más aún para el caso de aquellos controlados por gobiernos extranjeros. Lo que atrae a estas empresas hacia Brasil es una combinación interesante de factores domésticos chinos que se suman a las características del mercado brasileño.
En el plano interno de China, podemos destacar, en primer lugar, cierta saturación de la capacidad de expansión de las inversiones en el sector eléctrico.
En el sector de generación de energía hidroeléctrica, China tiene actualmente 320 GW de capacidad instalada y el plan quinquenal para el sector estipula agregar potencialmente hasta 180 GW, donde 130 son explotables económicamente.
Recordemos que el potencial hidroeléctrico de China se encuentra en los márgenes del Himalaya, una región no solo distante de los principales centros urbanos, sino también de gran relevancia política para Pekín.
Ciertamente, el gobierno central chino no quisiera tener que lidiar con traslados y posibles protestas contra la construcción de plantas hidroeléctricas en el Himalaya. En el sector de transmisión de la energía eléctrica, el plan es ampliar en hasta un 40% la red actual china, lo que significa más de un millón de kilómetros de red. Aunque estos números parezcan atractivos, son muy inferiores a lo que estas empresas hicieron durante la década pasada.
Por lo tanto, existe una presión interna en China para que se internacionalicen.
State Grid, por ejemplo, es la segunda empresa más grande del mundo en la lista de Forbes y sus intereses ahora van más allá de la demanda interna china. Actualmente, estas empresas deben buscar inversiones que les brinden mayor rentabilidad que las que obtienen en el mercado chino. Antes de la crisis financiera mundial, la rentabilidad de las inversiones de las empresas chinas de propiedad estatal era similar a la de las compañías privadas, con una brecha de apenas un 5%. Hoy en día, las empresas estatales son mucho menos rentables que las privadas, con una tasa promedio de retorno de las inversiones que es casi un 10 % inferior a la del sector privado. En consecuencia, el gobierno chino ha alentado a sus empresas de propiedad estatal a salir al mercado internacional en busca de mejores alternativas de inversión.
Lo que atrae a estas compañías hacia Brasil es precisamente el potencial de expansión del mercado brasileño.
Por ejemplo, en el sector hidroeléctrico, Brasil cuenta con una capacidad instalada de 92 GW y un potencial de 260 GW. Por otra parte, las características geográficas de Brasil son similares a las de China, lo cual coadyuva a que estas empresas se aventuren a incursionar en el mercado brasileño. Al igual que en China, las distancias entre la generación y el consumo de energía en Brasil son enormes. Las características del mercado brasileño no son lo único que atrae a las empresas chinas, la tecnología es otro factor fundamental que explica el desembarco de State Grid en Brasil. En China, State Grid es líder en la construcción y gestión de líneas de ultraalta tensión, que permiten el transporte del alto voltaje con baja pérdida durante la transmisión. Este tipo de tecnología es la que se está utilizando en el proyecto de Belo Monte y es muy útil cuando, como se mencionó anteriormente, enormes distancias separan la generación del consumo. Esta tecnología se traduce en importaciones de máquinas y equipos chinos a Brasil, que se utilizan no solo para la generación, sino también para la transmisión de la energía eléctrica.
El gran desafío que enfrentan estas empresas es cómo expandirse en el mercado brasileño.
Hasta el momento, queda claro que la estrategia de inserción en el país es a través de fusiones y adquisiciones de empresas que ya están operando en Brasil. No obstante, la capacidad de expansión del mercado brasileño está atada a una serie de proyectos totalmente nuevos o greenfield. La vía natural sería que las empresas chinas aprendan con sus socios locales y aprovechen este aprendizaje para proyectos más complejos. Por ahora hay que esperar para ver qué sucede finalmente.
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