La electricidad, el gas y los combustibles de transporte representan un componente importante en el presupuesto de los hogares. Su uso para iluminación, calefacción, refrigeración, y para cocinar ejemplifican algunas de las actividades básicas que requieren un suministro confiable. La importancia de dichos servicios en el presupuesto de las familias refleja ésta relevancia, constituyendo a su vez una dimensión de interés para políticas públicas que buscan garantizar la asequibilidad a fuentes de energía modernas.
Un estudio reciente del BID (en inglés), examina los gastos en electricidad, gas doméstico, y combustibles para transporte privado en hogares de 13 países de la Región de América Latina y el Caribe. De forma conjunta, los gastos directos en dichas fuentes de energía constituyen alrededor del 8.2% para el hogar latinoamericano promedio, donde electricidad representa el 3.3%, gas doméstico el 2%, y combustible para transporte privado 2.9%. Sin embargo, estas cifras tienen pronunciadas diferencias entre países y grupos de ingreso. Por ejemplo, el primer quintil de la población (el 20% de menores ingresos) en Jamaica y Uruguay dedican el 10 y 15.6% de sus ingresos al consumo de energía, respectivamente. Más aun, en toda la muestra analizada, el 30% de la población con bajos ingresos, dedica más del 10% de sus presupuestos a gastos en energía. Esta situación indica problemas sustanciales de asequibilidad concentrados en los segmentos de menores ingresos.
Como muestra el gráfico anterior, la composición del gasto en energía también es muy diferente entre grupos de ingreso. En el primer quintil, la electricidad y el gas representan más del 80% de sus gastos totales en energía. En cambio, en el grupo de mayores ingresos, dichas fuentes representan sólo el 36%, en tanto que la diferencia son combustibles líquidos para transporte (ej. gasolina, diésel, GLP, etc.). Este cambio en composición refleja la mayor tenencia y uso de vehículos automotores, siendo una dimensión relevante a tener en cuenta en las políticas de subsidios y de formación de precios de la energía.
De igual modo, es notable la alta concentración de los gastos agregados en energía en los grupos de altos ingresos. Por ejemplo, el 20% de los hogares con ingresos más altos explican en torno al 40% del gasto agregado en energía. Esta brecha es todavía más pronunciada en el caso del gasto agregado en combustibles de transporte, donde dicho grupo explica más del 80% del total.
Los patrones aquí mencionados tienden a ser generales. No obstante, cada país presenta particularidades y desafíos diferentes que es necesario abordar en profundidad para mejorar la gestión de la demanda energética, así como nuestras políticas de precios.
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