Sin duda, uno de los componentes más importantes del sistema de seguridad social son las pensiones.
Las pensiones mejoran el bienestar facilitando la estabilización del consumo en el ciclo de vida. Cuando un individuo contribuye a una pensión, consume hoy un poco menos de lo que produce, a manera de consumir más cuando se haya retirado y ya no esté produciendo. Las pensiones permiten que las personas se retiren del mercado laboral sin el temor de caer en la pobreza o de empobrecer a sus familiares.
La forma más común de pensiones en los Estados Unidos y en muchos otros países con alto ingreso son los planes de pensiones contributivas que se financian con impuestos al trabajo. Sin embargo, los planes contributivos han demostrado ser difíciles de implementar a escala en economías con mercados informales (Dethier 2007, Galiani y Weinschelbaum 2012, y Levy 2008). Como resultado, en el mundo en vías de desarrollo, un porcentaje importante de la población no está cubierta por pensiones contributivas. En América Latina, la cobertura de pensiones contributivas está entre el 10% y el 60% (Dethier et al., 2010). En México, la cobertura es de sólo el 23%. La mayoría de estos países han más bien recurrido a sistemas de pensiones no contributivas con focalización (PNC) por edad e ingreso (Holzmann et al. 2010, y McKinnon and Sigg 2006).
¿Puede un esquema de pensiones no contributivas funcionar en un país en país en desarrollo?
En un estudio con paticipación de investigadores del BID titulado “Sistemas de pensiones no contributivos” analizamos el efecto de estos programa a escala en la seguridad económica y el bienestar de los pensionados y sus familias. El Programa de Atención de Adultos Mayores en Zonas Rurales, también conocidos como AM, es un sistema de pensión no contributiva con cobertura en todo México. Cuando se recolectaron los datos para este estudio, los adultos eran elegibles si tenían al menos 70 años de edad cumplidos y vivían en comunidades con menos de 2.500 habitantes. Los beneficiarios recibían una transferencia de 1000 pesos mexicanos (US$90) cada dos meses. AM comenzó sus operaciones en 2007 y para 2011 había expandido su cobertura a 2.1 millones de beneficiarios que vivían en 76.000 comunidades en todo México. El presupuesto de AM es de poco más de 13 billones de pesos o aproximadamente 0.1% del PIB, lo que lo convierte en el segundo programa social en México después de OPORTUNIDADES (Rubio and Garfias, 2010).
Nuestros resultados proveen evidencia que los sistemas de pensiones no contributivos mejoran significativamente la salud mental de los beneficiarios al reducir la Escala Geriátrica de Depresión en 12%. Estos efectos en salud mental también se presentan en estudios cualitativos de AM donde muchos beneficiarios específicamente comentaron que se sintieron liberados del estrés de tener que trabajar para mantener a sus familias. Este resultado es de gran importancia porque la salud mental se ha aceptado ampliamente como una medida crítica de calidad de vida entre los adultos mayores (Campbell et al. 1976; Walker, 2005), y aproximadamente 121 millones de personas globalmente, muchas de las cuales son adultos mayores, sufren de depresión crónica (Organización Mundial de la Salud 2003).
También encontramos que los beneficiarios redujeron su participación en el mercado laboral pagado fuera del hogar a favor de trabajo informal no pagado en casa que es menos estresante y demandante. El porcentaje de beneficiarios trabajando por un pago cayó del 23% al 18% mientras que el porcentaje de trabajo no pagado en empresas familiares aumentó del 13% al 19%.
Nuestros resultados también muestran que el programa de AM está asociado con un aumento significativo del bienestar de la familia con la que vive. En el sector rural en México, casi sin excepción, la población de más de 70 años vive con su familia, usualmente sus hijos u otros familiares. Encontramos que el 68% de la pensión se gasta en consumo compartido para el hogar, que representa un ingreso del 22% del consumo en el hogar. La propensión marginal para consumir es cercana a los estimaciones de la transferencia condicionada de Oportunidades (0.78) a las jefes de familia mujeres (Gertler et. al 2012). Esto sugiere que el beneficiario de AM comparte completamente su transferencia con la familia con la que vive. Este estudio muestra alguna de la primera evidencia de que las PNC tienen un efecto positivo en el bienestar material sin crear efectos negativos de oferta laboral en los miembros en edad de trabajar del hogar.
Finalmente, una preocupación con los sistemas de pensiones es si su implementación afecta el comportamiento laboral y de ahorros de la población más joven en anticipación a contar con acceso a la pensión en el futuro (e.g. Feldstein 1974). En este paper presentamos evidencia rigurosa de esta hipótesis en el contexto de una población rural en un país en vías de desarrollo. Nuestros resultados no proveen apoyo empírico a efectos por anticipación en el ingreso laboral o en el ahorro del hogar.
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