Recientemente, se ha hablado mucho sobre el conocimiento y la innovación como una prioridad clave para los próximos años, tal vez inducida por la menor relevancia que el apoyo financiero tiene para muchos países emergentes.
Los organismos multilaterales y bilaterales se han convertido de repente en bancos de conocimiento, prácticas globales, generadores de ideas, desarrolladores de emprendimientos innovadores, etc. En el proceso, se ha puesto un gran énfasis no sólo en la producción de nuevos conocimientos, sino también en la atracción de recursos humanos que pueden añadir algo nuevo a sus habilidades.
Como dijo recientemente el Presidente Yong Kim: “el Banco (Mundial) se compromete a mantener todos sus mejores trabajadores. Pero [ … ] se abrirán posiciones a los de afuera, porque es bueno traer nuevos ojos,” y, añadimos nosotros, nuevas habilidades.
Sí, aunque estamos en la era de las redes sociales virtuales, gran parte del conocimiento todavía está incrustado en el cerebro humano y sería difícil de adquirir sin incluir nuevas personas.
Ciertamente, esto nunca ha sido una gran noticia para aquellas organizaciones que invierten en nuevas ideas. Dado que la gente se mueve ¿Porqué seguir invirtiendo en conocimientos de vanguardia, cuando otras organizaciones pueden hacerse con la mayor parte de esa inversión si contratan a los trabajadores que poseen esos conocimientos?
Frecuentemente, el apoyo público a la innovación privada se ha justificado sobre esa base. Debido a los flujos de conocimientos, sobre todo porque la gente se mueve, la inversión en conocimiento y el aprendizaje tiene altas externalidades y el sector privado por sí mismo no invitaría lo suficiente en conocimiento e innovación.
Por esta razón, muchos gobiernos han adoptado una variedad de instrumentos de política para fomentar la inversión privada en actividades de innovación, incluyendo incentivos fiscales, ya sea en forma de donaciones parciales, líneas de crédito específicas o incentivos fiscales para la inversión en innovación.
La eficacia de tales instrumentos ha sido revisada por numerosas evaluaciones de impacto. Así, en la última década, se han abordado temas como el potencial efecto desplazamiento (crowding-out) en la inversión privada, el impacto sobre los resultados de la innovación y los efectos sobre el desempeño de las empresas.
En general, estas evaluaciones han confirmado la eficacia de estos instrumentos en la promoción de la inversión privada en I+D y la innovación (es decir, sin efectos desplazamiento), en el fomento de la adopción de la adopción de nuevas prácticas, procesos y productos, y, por último, en el fortalecimiento a nivel de empresa de la productividad y la capacidad de competir en los nuevos mercados (el Capítulo 9 de Dutrénit y Crespi, 2014, presenta un debate actualizado sobre estos temas).
La principal limitación de estos estudios es que se han enfocado exclusivamente en el efecto sobre las empresas que participan de los programas (efectos directos). Muy pocas evaluaciones de impacto han tratado de medir los efectos del conocimiento generado por estos instrumentos de política sobre las empresas que no reciben apoyo directo.
Un estudio reciente publicado por el BID se centra precisamente en el efecto indirecto del programa FONTAR en Argentina.
Utilizando un panel de datos empleado-empleador con la población de empresas y trabajadores en Argentina para el período 2002-2010, el estudio analiza cómo el conocimiento difundido a través de la movilidad de los trabajadores calificados de las empresas beneficiarias del FONTAR podría beneficiar a las empresas que no participaron del programa.
El estudio define como “portadores de conocimiento” a los trabajadores calificados que trabajaban en una empresa beneficiaria FONTAR durante al menos dos años después de que la empresa recibiera el apoyo del programa y que luego se trasladaron a otra empresa.
Usando una combinación de efectos fijos y pareo (matching), la evaluación concluye que el programa no sólo favoreció el crecimiento de las empresas beneficiarias en 17,2 por ciento, los salarios reales en 6,1 por ciento, la probabilidad de exportar en 6,2 por ciento, y la probabilidad de supervivencia en 3,7 por ciento, sino que también ayudó a las empresas beneficiarias indirectas—es decir, aquellas empresas que contrataron a alguno de los “portadores del conocimiento”—a aumentar su crecimiento en 14,9 por ciento, los salarios reales en 3,6 por ciento, y la probabilidad de exportar en 4,8 por ciento .
Estos hallazgos iluminan dos aspectos fundamentales de la financiación pública para la innovación privada.
En primer lugar, confirman que estas intervenciones tienen un efecto directo positivo sobre el desempeño de las empresas en el mediano o largo plazo.
En segundo lugar, proporcionan evidencia que apoya la justificación fundamental para este tipo de intervenciones, es decir, la falta de plena apropiación de los beneficios por parte de los inversores en innovación. Dado que las empresas privadas no tienen ninguna razón para incluir los beneficios indirectos en su función de maximización, sin el apoyo público, podrían terminar invirtiendo en innovación muy por debajo del óptimo social.
Estos resultados tienen también implicaciones para el diseño de políticas. Debido a que muchas veces las externalidades no son del todo (o no son bien) consideradas en el análisis ex ante de costo-beneficio, las decisiones sobre el tamaño de este tipo de intervenciones podrían estar sesgados y dar lugar a la aplicación de programas de tamaño insuficiente y con financiación insuficiente.
Susana D Andrea Dice
El efecto derrame se da cuando el Estado inunda de beneficios a las empresas, ahí no hay problemas con el gasto público no?
Andres Valencia Dice
Muy buen artículo!!!
Los datos del programa FONTAR son muy importantes para mostrar el retorno de inversión en políticas que parecen etéreas e intangibles.