En un blog anterior exploramos el impacto positivo que las evaluaciones de impacto y su institucionalidad han tenido en la formulación de políticas públicas. Es difícil imaginar el éxito de los Programas de Transferencias Condicionadas, las intervenciones en edad temprana, los programas masivos de vacunaciones y, más recientemente de los programas de desparasitamiento (a pesar del clamor) sin la munición que la evidencia dura les ha dado a sus promotores. Se formula una hipótesis sobre qué funciona, se examina y si es exitosa, se expande, se escala y mejora la vida de millones. Puede nacer una estrella internacional. Loteria!
O a lo mejor no.
Como muchos, Yo trato de comprar alimentos orgánicos. Así que me pregunté y pregunté a los habitantes de Twitterlandia si existe alguna razón, cualquier evidencia que muestre que la comida orgánica es mejor para mí y para mi familia. Y parece que no hay mucha (HT @m_clem). Pero Yo juego seguro – por si acaso- ya que tomó más de 20 años aprender que las aspirinas son muy peligrosas para niños, niñas y adolescentes (HT @cblatts).
Y como yo, muchos gobiernos (desarrollados o no), instituciones bi y multilaterals, ONGs pequeñas y grandes, siguen volcando recursos en temas en los que no hay evidencia o donde la evidencia dice que se tendrá poco o nulo impacto. Creemos que la medida o proyecto va a tener impacto, la realidad es que no y con poca o tambaleante evidencia seguimos adelante. Como el conejito de Energizer.
Por otro lado, si una política realmente tiene impacto y creemos (por la razón que sea) que no lo tiene, el resultado es que no invertimos – o invertimos poco – en medidas y proyectos con evidencia sólida sobre su efectividad. Lo podríamos llamar el error del desarrollo tipo I y parece tan notorio como el Tipo II.
Si esto le resulta muy abstracto, tomemos dos ejemplos de áreas en las que uno esperaría que las inversiones y las políticas deberían reflejar lo que nos muestra la evidencia, pero no es así: migración e inversión en hombres jóvenes urbanos.
[En un mi siguiente blog, exploraré dos ejemplos en donde uno esperaría ver menos inversión y gasto, pero tampoco es así: tecnologías in educación (HT @felbarrera) y certificación de productores agrícolas.]
Quizás es lo que Lant Pritchett (desafortunadamente con acceso restringido) ha llamado “el compromiso estratégico de la ignorancia”.
1.Más de 200 millones de personas – 3.1% de la población mundial – migran cada año, la mitad mujeres. De acuerdo con la encuesta Gallup, más del 15% de la población mundial quiere emigrar, y esta proporción es más del 30% en los países más pobres. Entre el 10% and 15% que emigra lo hace ilegalmente con un gran costo para sí mismos, sus familias (piensen en tráfico de personas), y el presupuesto público en cada país de la cadena de inmigración. A pesar de la evidencia masiva (la pregunta del trillón de dólares) – realmente masiva (aún con datos experimentales que limpian salarios y PIB per cápita -ver aquí) – sobre los impactos positivos de la migración tanto sobre la población que migra como sobre la población que recibe, las políticas restrictivas siguen presentes en los países desarrollados. Si California – a mediados del siglo 19 – hubiese sido un país independiente con políticas restrictivas sobre la inmigración, seguramente no sería hoy la décima economía del mundo. Como sugiere este gráfico (Reino Unido en el de la izquierda), no es probable que sucedan grandes cambios en el corto plazo, pero sabemos que cambios pequeños pueden tener grandes consecuencias.
2. Invertir en mujeres y niñas es clave y la evidencia lo muestra. El reporte insignia del Banco Mundial para el año 2012 claramente señala que la equidad de género es un tema crítico para el desarrollo no solo por sí mismo, sino por la evidencia que muestra su impacto en el bienestar y el desarrollo. Más que un bien meritorio, en las palabras de Richard Musgrave. También sabemos que invertir en microempresas es muy rentable. Pero se sabe menos que invertir en micro empresas con dueños varones es aún más rentable. La evidencia genera dudas sobre la idea que más recursos de capital en efectivo aumentan la rentabilidad de las micro-empresas femeninas, aunque hay que tener presente que la disponibilidad de recursos adicionales en especie tienen un impacto significativo sobre su rentabilidad, especialmente si las empresas eran ya rentables y se encontraban más allá de un nivel básico de subsistencia. Esta evidencia aflora en tres continentes (Mexico, Ghana y Sri Lanka (sin restricción aquí) lo que nos lleva a pensar sobre porqué no hay más programas dirigidos a la reducción de las barreras al acceso a capital para los hombres jóvenes urbanos.
Parece entonces que en muchos programas, la evidencia es una amenaza a las prácticas normales. Como veremos en mi próximos blog, medio citando a a Lant Pritchett, si un programa tiene fondos más que suficientes, la evidencia es peligrosa, también.
Leave a Reply