por Meri Helleranta.
Una rápida intervención y las alianzas que se consildaron entre el gobierno haitiano y diversas instituciones, entre ellas el BID, ayudaron a frenar la epidemia del cólera: en enero de 2011 había 14.000 casos nuevos por semana, un año más tarde había menos de 1.000 semanales.
Hace cinco años, en octubre de 2010, Haití fue azotada por una grave epidemia de cólera. Tan sólo nueve meses después del terrible terremoto, una enfermedad diarreica de transmisión rápida y con habilidad de matar a sus víctimas en sólo 24 horas, provocó pánico. Al mes ya se habían confirmado 11.000 casos y 180 muertos, valores que a su vez iban aumentando exponencialmente.
El cólera se transmite principalmente por el consumo de agua o de alimentos contaminados con excrementos que tienen la bacteria del cólera. De hecho, se considera que la epidemiología moderna tuvo su nacimiento en una experiencia exitosa para detener la propagación del cólera hace más de 150 años. Mucho antes de que se conociera que los microorganismos como las bacterias causaran enfermedades, el médico John Snow convenció a las autoridades de Londres para que cerraran los pozos utilizados por hogares en los que algunas personas habían enfermado.
Tras los primeros casos confirmados en Haití, cientos de organizaciones de ayuda humanitaria volvieron al país pocos meses después de lidiar con la devastación del terremoto. El Ministerio de Salud y la DINEPA (Agencia Nacional de Agua Potable y Saneamiento) estaban desbordados por las demandas de asistencia sanitaria urgente y por la necesidad de coordinar el apoyo masivo recibido desde el exterior.
Sabiendo que actuar con rapidez era algo esencial, el gobierno solicitó el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para ampliar su respuesta frente a la epidemia. Los esfuerzos se centraron en diseñar un proyecto con capacidad de ofrecer un alivio rápido, y al mismo tiempo, fortalecer las capacidades locales. El proyecto, de 18 meses de duración, tuvo que hacer frente a las necesidades inmediatas de salud y al reto de preparar al país para controlar el cólera en conjunto, una batalla que se espera dure más de una década.
A las seis semanas de recibir la solicitud del gobierno, el directorio del BID y el Fondo Español de Cooperación para Agua y Saneamiento en América Latina y el Caribe aprobaron un plan de emergencia de 20 millones de dólares. El proyecto se centró en el fortalecimiento de la capacidad de tratamiento del agua, así como en la ampliación de las acciones preventivas a través de unidades de extensión a la comunidad. Al mismo tiempo, se trabajó para la cloración sistemática del agua, tanto a nivel de la producción como de la distribución, de los puestos que suministran a los barrios de bajos ingresos, así como directamente al abastecimiento de los hogares.
Una respuesta de emergencia coordinada
Para fortalecer la administración gubernamental, el Ministerio de Salud y la DINEPA fueron asignados para funcionar como agencias de ejecución, mientras que UNICEF coordinó la respuesta sanitaria de emergencia y los procesos de adquisición relacionados. En los siguientes meses, y gracias al proyecto se construyeron 1.008 puestos de rehidratación oral y 77 unidades de tratamiento del cólera, además se entrenó a 2.780 agentes de extensión a la comunidad para entregar mensajes clave de salud preventiva.
Los registros de alta de los pacientes indican que en las instalaciones de apoyo fueron atendidas cerca de 140.000 personas, UNICEF estima además que llegaron mensajes informativos a unos 2 millones de personas. Estos mensajes hablaban sobre la necesidad de clorar el agua en los hogares, de la importancia de lavarse las manos y del acceso a solución de rehidratación oral a la primera aparición de los síntomas. El Ministerio de Salud estableció un sistema nacional de vigilancia durante los dos primeros meses de la epidemia que mostró que las tasas de mortalidad comenzaron a disminuir drásticamente desde la inicial de 2,7 % de los pacientes, alcanzando mínimos de menos de 1 % en el noveno mes de la epidemia.
El número de personas que se enfermaron de cólera también comenzó a disminuir: en enero de 2011 había 14.000 casos nuevos por semana; un año más tarde había menos de 1.000 nuevas infecciones reportadas semanalmente. Durante el período de 18 meses de duración del proyecto, la epidemia bajó a la categoría de estado endémico. Aunque las bacterias no están completamente eliminadas del medio ambiente, la situación se considera ahora bajo control.
Con todo, el proyecto tuvo bastante éxito en el logro de resultados favorables. Incluso en el apogeo de la epidemia de cólera en Haití en 2010, hasta el 97 % de los pacientes infectados se recuperó por completo de la deshidratación causada por la bacteria. Los números absolutos nos recuerdan el trágico impacto que esta epidemia tuvo en el país. Dos años después de que el cólera fuera introducido en el río Artibonite, hubo 590.856 casos registrados y 7.758 víctimas mortales. La lucha no ha terminado, ya que las bacterias siguen afectando a la población. De los 65.000 nuevos casos registrados en 2013, murieron 550 personas.
Una solución a medio plazo a través del agua y el saneamiento
Si bien este proyecto fue una respuesta de emergencia al brote de cólera, los proyectos de agua y saneamiento se pueden considerar como inversiones a medio plazo, en lugar de actividades de asistencia de emergencia. Los cambios de conducta más importantes que pueden ayudar a frenar el cólera están relacionados con el tratamiento del agua en el hogar, el lavado de manos, el tratamiento de la diarrea en casa y el uso de letrinas en lugar de defecar al aire libre.
Es en estas áreas en las que la DINEPA está jugando un papel clave en la respuesta a largo plazo. El proyecto contribuyó a lograr un fortalecimiento significativo de la red regional de la agencia, en particular a través de los técnicos comunitarios de agua y saneamiento (red TEPAC) y las unidades regionales rurales. La red TEPAC es ahora una nueva estructura que forma parte permanente de las comunas. Estos profesionales, a medida que realizan análisis de rutina de la calidad del agua, son capaces de alertar tempranamente a las autoridades de un posible brote de contaminación del agua, tanto en los puestos de agua como en los hogares. Por otro lado, las unidades regionales rurales han adquirido una experiencia muy importante en la supervisión de obras de ingeniería y su capacidad analítica se fortaleció a través de laboratorios portátiles utilizados para monitorear la calidad del agua.
La población haitiana también ha asimilado el cómo tratar mejor el agua. Altidor, una niña de 8 años, estudiante de la norteña ciudad de Milot, explica lo que aprendió de las visitas a domicilio de su TEPAC local: “Mi hermano mayor y yo vamos a buscar agua y cuando volvemos con los galones, ponemos una gota de Clorox en ellos”.
Al mismo tiempo, las inversiones en infraestructura, tales como asegurar el nivel de cloro residual y el funcionamiento de las redes de agua, mejoraron los sistemas de saneamiento y el agua de los centros de salud. Además, se puede esperar que con un mantenimiento adecuado, el abastecimiento de bloques sanitarios en las escuelas sea sostenible.
Afortunadamente, a pesar de estos retos continuos, la epidemia de cólera en su mayor parte ha sido contenida y la temida escalada de epidemia a otras regiones no se ha producido. Esperemos que en el futuro también Haití se beneficie de un sistema sólido de detección temprana y de la capacidad local sostenible para la prevención y asistencia curativa a efectos de evitar futuras tragedias transmitidas por el agua.
Esta entrada forma parte de una serie de artículos en este blog sobre efectividad en el desarrollo que resaltan los aprendizajes y experiencias de proyectos y evaluaciones del BID.
Algunos de los artículos que forman parte de esta serie son:
– Empoderar a la comunidad ayuda a reducir el crimen en Trinidad y Tobago
– ConnectAmericas.com: Abriendo un mundo de oportunidades para las empresas pequeñas y medianas
– ¿Qué tiene que ver la eficiencia energética con los hoteles del Caribe?
– Vientos de cambio en Uruguay
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Meri Helleranta es especialista en Protección Social en el BID.
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