Por Agustina Calatayud
¿Qué tienen en común el tráfico aéreo y la crisis financiera de 2008 con el cerebro humano y la epidemia de ébola de 2015? ¿Nos puede dar la ciencia de la complejidad soluciones efectivas a estos y otros problemas?
La sucesión de eventos en el panorama internacional reciente hace pensar que estamos viviendo en un momento de creciente turbulencia. Basta recordar la crisis financiera de 2008 y su impacto en el comercio internacional, el empleo y el crecimiento económico; el incremento del precio de las materias primasen el decenio 2004-2014 y sus consecuencias sobre la seguridad alimentaria; las epidemias de SARS y ébola y las múltiples catástrofes naturales registradas a lo largo y ancho del globo.
En este contexto, cabe preguntarse si las herramientas que poseen los responsables de la toma de decisiones en política son suficientes para trabajar con una realidad que es cada vez más compleja.
Existe un nuevo campo científico que puede contribuir de manera decisiva a encontrar soluciones efectivas, incluso para este entorno turbulento. Su nombre es Ciencia de la Complejidad y promete crear una verdadera revolución científica.
Nacida en el seno de la física y la biología, la Ciencia de la Complejidad (o Complexity Science en inglés) ha permeado paulatinamente una gran cantidad de disciplinas, incluidas la ingeniería, la economía, la sociología y las políticas públicas. Su éxito se explica por el hecho de que permite comprender, predecir, controlar y cambiar el funcionamiento de aquello que caracteriza a nuestra realidad: los sistemas complejos.
¿Qué es un sistema complejo? Es un conjunto de múltiples partes, diferentes entre sí, que interactúan para producir un resultado. Al interactuar, el funcionamiento de cada parte se ajusta al funcionamiento de las demás, creando el comportamiento colectivo del sistema, que es diferente al accionar de cada parte.
El cerebro humano, el tráfico aéreo, el sistema financiero, y la diseminación de una enfermedad, son todos ejemplos de sistemas complejos.
Tomemos el caso del tráfico aéreo. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo estima que este año el número de pasajeros en todo el mundo llegará a 3.600 millones. Miles de vuelos, aerolíneas y aeropuertos, organizados a través de sistemas de control, seguridad y gestión, permitirán que estas personas alcancen sus diferentes destinos.
Del mismo modo, miles de millones de neuronas, células y vasos sanguíneos que conforman el cerebro humano interactúan en cada momento, para que podamos ejecutar funciones cognitivas y de comportamiento a través del más complejo de los sistema conocidos.
Más allá de focalizarnos en un aspecto o parte específica de un sistema,por ejemplo, el desempeño de un aeropuerto dentro de la red de tráfico aéreo, la Ciencia de la Complejidad puede ayudarnos a hacer un zoom-out, a ganar perspectiva e identificar las múltiples partes de un sistema, y a descubrir los patrones que gobiernan sus interacciones y comportamientos.
La aplicación de la Ciencia de la Complejidad a la neurociencia promete brindarnos el más grande de los descubrimientos científicos: comprender cómo funciona el cerebro humano.
Sin embargo, ¿por qué esto nos interesa desde el punto de vista de la política pública? Porque una perspectiva más amplia e integral de la realidad, unida a un análisis que nos facilite la comprensión de los patrones que la guían, puede ayudarnos a anticipar problemas y tomar mejores decisiones en mundo de la política.
En el ámbito financiero, diferentes organismos de regulación han adoptado esta visión para identificar la posición y la conectividad de las instituciones financieras dentro del sistema.
Esta información es utilizada para diseñar normativas que prevengan hechos como los de la crisis de 2008, donde estrategias riesgosas adoptadas por una parte del sistema, en un contexto de marcos regulatorios incompletos, llevaron al borde del colapso a todo el sistema.
En el área de la salud, esta visión es utilizada para elaborar modelos computacionales que permitan simular la velocidad de contagio de enfermedades, la población afectada y las vías de contagio. Tal como en el caso de la crisis de ébola de 2015, los resultados de las simulaciones son empleados en el diseño de estrategias sanitarias nacionales e internacionales para la prevención de epidemias.
Estos son sólo algunos ejemplos del potencial que posee la aplicación de la Ciencia de la Complejidad a las diferentes áreas de política pública.
Los problemas de desarrollo más acuciantes de América Latina y el Caribe son complejos. La pobreza, la desigualdad, la baja productividad y los efectos del cambio climático requieren de visiones integrales que consientan identificar sus múltiples causas y el conjunto de soluciones más efectivo.
A la vez, las múltiples dimensiones de estos problemas requieren de una nueva manera de trabajar, que integre diferentes especializaciones sectoriales e incremente la colaboración entre los sectores tradicionales en los que se encuentra organizada una administración pública.
Conscientes de estos desafíos, los gobiernos de la región han puesto en marcha diversos mecanismos de coordinación inter-sectorial y han adoptado nuevas maneras de trabajo que incentivan la colaboración. Sistemas integrados de información; espacios de trabajo abiertos (open spaces); formación del personal en habilidades de comunicación, trabajo en equipo, liderazgo y design thinking; apoyo a la creación de redes de conocimiento; e introducción de métricas para medir la colaboración en las evaluaciones de desempeño del personal son algunas de las estrategias que han sido adoptadas.
Aún es pronto para decirlo, pero cabe preguntarnos: ¿nos encontraremos también ante una nueva revolución en la manera de entender y trabajar en política pública? ¿Podremos aprender a través de la Ciencia de la Complejidad nuevas técnicas de desarrollo que demuestren ser efectivas? ¿Seremos capaces de encontrar soluciones a los problemas de desarrollo más complejos que enfrenta nuestra región?
Agustina Calatayud es especialista en mercados de capital en el Banco Interamericano de Desarrollo, donde trabaja en proyectos de financiamiento para el desarrollo del sector privado. Es candidata a un doctorado en Ingeniería Mecánica y en Sistemas en la Universidad de Newcastle, Reino Unido, y posee maestrías de la Universidad de California, Berkeley, y la Universidad de Padua, Italia. Su área de especialización es la gestión de sistemas complejos, aplicada al transporte, las cadenas de abastecimiento y el sistema financiero.
Cesar ballon Dice
Me interesa saber si existe algun trabajo para aplicar sistemas complejos a problemas como los sistemas penitenciarios seguridad ciudadana y otros temas similares