Por Ignez Tristão
En la favela Alto do Carroceiro en Recife, la quinta ciudad de Brasil, Emily Eduarda Belo de Oliveira, una niña de 10 años, sueña con ser profesora algún día, mientras ayuda a su madre a cuidar de sus cuatro hermanos en su vivienda de un dormitorio sin ventanas. Pero ser pobre no es el único problema de Emily; ella también sufre de lepra, una enfermedad que si no se trata puede causar lesiones permanentes de piel, nervios, extremidades y ojos.
Emily es una de las 100 millones de personas que en América Latina y el Caribe sufren de un grupo de enfermedades tropicales desatendidas como la lepra, la elefantiasis, el tracoma causante de ceguera y el parasitismo intestinal. Este variado grupo de infecciones se manifiesta con más frecuencia en condiciones de pobreza, saneamiento deficiente, falta de acceso a agua potable y malnutrición.
Estas enfermedades no solo se encuentran socialmente estigmatizadas sino que además suponen la pérdida de años enteros de vida productiva. Uno de los mayores retos para superarlas radica en su detección temprana, de modo que el tratamiento pueda iniciarse antes de que se manifieste su efecto debilitante. En los sistemas de salud pública, muchas veces el diagnóstico llega demasiado tarde debido a que el personal de salud no está capacitado para detectar estas enfermedades y sus síntomas.
En vista de lo anterior, en 2010 el BID se alió con la Organización Panamericana de la Salud y el Instituto SABIN de Vacunas para lanzar varios proyectos de demostración en América Latina y el Caribe, con el fin de poner a prueba opciones para combatir las enfermedades tropicales desatendidas a escala regional. A través de estos proyectos se brinda apoyo a campañas educativas, actividades de movilización comunitaria e intervenciones integradas de salud para detectar y tratar las enfermedades aludidas. Actualmente se están realizando proyectos de demostración en Recife, Georgetown (Guyana), Chiapas (México), y en Guatemala y Haití.
Auto-detección
En Brasil, donde en 2011 se detectaron 34.000 nuevos casos de lepra (la segunda tasa más elevada de nuevas infecciones en el mundo después de India), a través de este proyecto se financió una campaña de educación en escuelas públicas de zonas marginadas de Recife para incrementar la autodetección y el diagnóstico de lepra, elefantiasis, helmintiasis transportada por la tierra y esquistosomiasis.
Fue así como Emily supo que padecía su enfermedad. Después de que un grupo de educadores sanitarios hicieran una presentación en su escuela, Emily se percató de que la lesión que tenía en su pierna podía ser un síntoma inicial de lepra y procedió a llenar una ficha en la que describía pormenorizadamente dicha lesión. Estas fichas de autodetección han facilitado el proceso de identificación de posibles casos por parte del personal sanitario, y en esta ocasión hicieron que Emily se sometiera a pruebas de diagnóstico e iniciara el tratamiento. En vista del éxito de la metodología, actualmente la ficha de autodetección de la lepra se usa a escala nacional.
Las campañas educativas y actividades de movilización comunitaria han generado beneficios directos para más de 17.000 alumnos de entre 6 y 14 años de edad en tres municipios de Recife, e indirectos para otros 70.000 aproximadamente. Los alumnos de 42 escuelas públicas están recibiendo medicamentos con el objeto de reducir la prevalencia de parásitos intestinales.
El control y erradicación de las enfermedades tropicales desatendidas en América Latina y el Caribe son posibles gracias a la existencia de actividades integradas de salud como las que se están llevando a cabo en Recife. Esto significa que más niños como Emily podrán beneficiarse de la detección y el tratamiento tempranos de estas patologías y, de este modo, llevar una vida normal y productiva.
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