Articulo de opinión por Crystal Fenwick and Fernando Miralles*

Un análisis más minucioso pone de manifiesto las disparidades existentes.
Las diferencias de régimen hidrológico entre las distintas cuencas hidrográficas pueden ser extraordinarias, y los datos mundiales agregados no representan con exactitud la realidad. Por tanto, aunque al parecer en América Latina y el Caribe el agua es abundante, la mitad de la precipitación se produce en un solo país: Brasil. Y el agua no está siempre disponible donde la gente la necesita. En Perú, alrededor de un 90 por ciento de la población vive cerca de la costa del Pacífico, que solo cuenta con un 10 por ciento del agua dulce disponible en el país.
De hecho, en las siguientes décadas muchas de las ciudades más grandes de la región –Lima, Santiago, Caracas, Quito– podrían afrontar problemas de escasez de agua, y Ciudad de México tiene un largo historial de insuficiencia de agua.
La creciente demanda de suministro, la competencia para obtener el recurso, la mala calidad del agua y el deterioro de la infraestructura son solo algunas de las dificultades que actualmente afronta la región. Estas, combinadas con el cambio climático –que probablemente exacerbará los casos extremos de sequía e inundación, aumentará la intensidad de la precipitación y acelerará el derretimiento de los glaciares– ha complicado la toma de decisiones, sobre todo en zonas donde los recursos hídricos son limitados.
Para ayudar a evitar una crisis, la región deberá adoptar un enfoque integrado de gestión de aguas. El marco para la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (GIRH) –creado por la comunidad internacional 20 años atrás– incluyó una estrategia para iniciar el proceso de integración. No obstante, queda mucho por hacer. El GIRH es un instrumento para cultivar los conocimientos y ayudar a formular estrategias eficaces de gestión de recursos hídricos, pero su éxito depende de nuestra capacidad colectiva para efectuar tres tareas más eficazmente.
Primero, los países deben incorporar y administrar mejor grandes volúmenes de información hídrica. En el pasado, los gobiernos han dado distinta prioridad a la recopilación de datos, dependiendo de la disponibilidad de fondos y a veces por motivos políticos. La adopción de sistemas de seguimiento de datos más modernos, eficaces y económicos puede ayudar a minimizar estas diferencias.
Los métodos convencionales de recopilación de datos en el terreno tienen un costo elevado y un alto uso de mano de obra, especialmente en zonas distantes. En muchos casos, además, los datos disponibles en línea son datos agregados en gran escala, lo cual impide apreciar las diferencias en el ámbito local. Los avances en la tecnología disponible como los sistemas de teleobservación satelital permiten obtener rápidamente información sobre grandes zonas geográficas. Estos sistemas, cuando se combinan con datos locales y datos obtenidos con modelos de simulación, ofrecen un enfoque alternativo para resolver este viejo problema.
Segundo, los países deben establecer un marco legal que fomente la preservación de los recursos hídricos y crear más conciencia cultural sobre las disparidades en la disponibilidad y calidad del agua que existen entre la población. En el pasado, los países han centrado la gestión del agua en la adquisición de tecnologías de gestión de la demanda a fin de aumentar el suministro, pero ahora deberán adoptar estrategias de gestión destinadas a preservar un recurso limitado.
El rápido aumento de la demanda y la competencia para usar el agua podrían poner en peligro recursos que ya son escasos, sobre todo en zonas afectadas por el cambio climático. Si bien una distribución equitativa de los recursos podría parecer desventajosa desde el punto de vista económico –e incluso impracticable– una buena estrategia de gestión puede ayudar a lograr un equilibrio entre la necesidad de garantizar el acceso a servicios básicos adecuados y las necesidades de los sectores agrícola, industrial y ambiental.
Tercero, los países deben mejorar la gestión del agua. Una gestión adecuada exige la participación eficaz de todas las partes interesadas –desde los pequeños agricultores hasta los grandes consumidores industriales y domésticos– lo cual, a su vez, requiere la propiedad compartida de los recursos, transparencia, y una combinación de enfoques verticales y enfoques “de abajo arriba”. También se necesita la colaboración entre instituciones en todos los niveles del gobierno y la sociedad, en especial cuando se gestionan recursos hídricos entre fronteras internacionales, aguas subterráneas o la competencia entre usuarios río arriba y río abajo.
Perú, por ejemplo, ha adoptado una estrategia de gestión integrada de recursos hídricos destinada a proteger las tres cuencas hidrográficas vitales de Chira-Piura, Santa y Tacna, que sufren problemas como de derrumbes, escasez, sequía y inundaciones. De conformidad con la Ley de Recursos Hídricos de Perú, el enfoque de gestión integrada incluye la promoción de una cultura que alienta la preservación del agua, así como el mejoramiento de su calidad y control, además de otras medidas. Una gestión más eficaz de los recursos hídricos no produce grandes titulares en los periódicos, pero constituye un paso gigantesco para asegurar la sostenibilidad a largo plazo de los recursos hídricos y el bienestar de la población de América Latina y el Caribe.
*Fenwick y Miralles son especialistas de agua en el Banco Interamericano de Desarrollo
In English: How Latin America and the Caribbean can help avert a water crisis
Excelente . Un artìculo muy bien centrado en lo fundamental y el señalamiento de las tres estrategias lo torna en polìticamente necesario.
La principal observaciòn que les alcanzo se relaciona con el nombre del artìculo en la medida que la crisis del agua no se prevee solamente en base a una buena gestiòn integral de la misma ni èsta se reduce a una perspectiva de escasez, etc., por cuanto el espìritu que subyace en la base del enfoque que asumen se relaciona con la importancia del agua para la vida, la naturaleza y la humanidad. Y en esa perspectiva analìtica, de lo que se trata, como objetivo central, es privilegiar su desarrolla (del agua) y hacia ello debe apuntar todo marco de gestiòn integral del agua, tanto que ello debe ser parte instituyente de toda Carta polìtica de cada uno de los Estados. Una cultura de la vida presupone, entonces, una cultura del desarrollo humano sostenible y por ende, inevitable y fundamentalmente, una cultura del agua (esencialmente de su desarrollo) . E igualmente, una cultura de la naturaleza, etc.
Muy útil y práctico artículo