Por: Andrea Ortega
Sonia nació en Sasardi Muladub, una isla del corregimiento de Tubualá, perteneciente a la Comarca Guna Yala, también conocida como Dulenega, en la costa este del Caribe panameño.
Las fogatas, los cuentos y las canciones son algunos de los recuerdos más preciados de la infancia de Sonia. Ella y sus cuatro hermanas se sentaban alrededor del fuego para escuchar a su padre explicarles la cosmovisión indígena. En cada historia la enseñanza se repetía y se reforzaba: ninguna especie es superior a otra. Hay que respetar a la naturaleza y los recursos que entrega, ya que cada ser vivo cumple un rol específico y ayuda a preservar la vida.
De su infancia, Sonia también recuerda la falta de acceso a servicios básicos. En su comarca no había agua potable, ni centro médico, ni escuelas secundarias. Sus hermanas mayores no pudieron acceder a la educación del sistema nacional. El único centro de atención de salud que había en su comunidad era una casa administrada por misioneros religiosos. Y el agua se sacaba del río. Así, recuerda despertar con la imagen de su madre y otras mujeres de la tribu navegando a las cuatro de la madrugada para traer agua en totumas antes de que saliera el sol.
Los padres de Sonia tenían grandes sueños para ella y con solo ocho años la mandaron a estudiar a otra ciudad donde había escuelas secundarias. Pero no duró mucho tiempo separada de su comunidad, volvía constantemente. Aunque siguió estudiando hasta convertirse en enfermera; un sueño inspirado por su abuelo, médico tradicional de la comarca, y las monjas que atendían a enfermos en su comunidad.
Agua y mujeres indígenas: recursos vitales para el desarrollo
En busca de preservar la historia guna y su cosmovisión, Sonia se ha dedicado a facilitar la integración de los proyectos de desarrollo en las comarcas indígenas de Panamá y a empoderar a las mujeres de su comunidad.
Pese a sus sueños de niñez, Sonia comenzaría a sanar a su pueblo desde otros frentes. Desde muy joven comenzó a trabajar en la Coordinadora Comarcal de Mujeres Gunas. Luego, se sumó a la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas de Panamá (CONAMUIP), donde conoció y compartió con mujeres de otros pueblos indígenas. Se enfocaban por mejorar las condiciones de vida de sus comarcas siempre preservando su identidad cultural.
“Este espacio me ha servido mucho como persona, para el empoderamiento, el liderazgo y la autoestima. Pero también como colectivo, porque una tiene una mirada más amplia hacia la comunidad indígena y así podemos aportar. Eso me ha motivado mucho a estar y seguir en este espacio”, explica.
En poco tiempo Sonia asumió la presidencia, cargo que ha ostentado por más de 10 años, donde ha trabajado con diversas organizaciones, y participado en foros y talleres. Así, la invitaron a trabajar en un programa de liderazgo para mujeres, la “Escuela de lideresas”, puesto en marcha por la Cooperación Española, relacionado con un proyecto de agua y saneamiento. Para Sonia fue un reto, pero también una oportunidad para integrar la visión intercultural de su comarca y disminuir los sesgos que existen.
“No es que no queramos el desarrollo, como a veces nos catalogan, lo queremos, pero con respeto. Por eso es importante escuchar a las mujeres […] Queremos un cambio sin violencia y sin discriminación. Cuando llegan funcionarios y van a hacer trabajo, que se involucren, que se sientan parte de esa comunidad, así nos entenderán”, comenta.
Además, estos talleres le han permitido contribuir a fortalecer el autoestima y empoderamiento de otras mujeres indígenas, ya que son ellas quienes se encargan de mantener y enseñar los conocimientos tradicionales de su cultura. Por ello, Sonia las motiva con mensajes claros y fuertes sobre su rol: “Yo valgo como mujer indígena. Mi idioma es importante y mi vestido tradicional es importante. Tengo derecho a tener una buena vivienda, agua potable, una buena escuela. Tengo derechos”, dice.
Sonia ha facilitado múltiples talleres de liderazgo femenino para las Comarcas Guna y Ngäbe. Estos han permitido integrar y dar a conocer la importancia de la cosmovisión indígena a la hora de realizar proyectos de desarrollo sostenible. “Cuando hablo con juntas comunitarias, les explico que no es que desde afuera nos van a hablar o nos van a organizar. Nuestra organización viene desde siglos, de nuestras abuelas y abuelos. Tenemos una organización que trabaja desde la comunidad y la unidad, y en el agua se necesita mucho trabajo comunitario. Eso es lo que me apasiona. Si hablamos de agua, llevarlo desde nuestra cultura, incluyendo la cosmovisión y la historia”, explica.
Después de años de trabajo, Sonia advierte que ya es hora de dejar la presidencia y dar paso a un nuevo liderazgo. Sin embargo, mantiene altas expectativas para el desarrollo de las comarcas indígenas. “Nuestra cultura es dinámica. Nosotros estamos muy renuentes a los cambios, pero hay que hacerlo en beneficio de nuestras comunidades, pero desde nuestra visión y realidad, sin perder la interculturalidad. Necesitamos desarrollo, pero sin perder nuestras raíces, porque en el momento en el que perdemos nuestra historia, lo perderemos todo y entonces, ¿qué le dejamos a nuestros jóvenes? Pueden pasar 20, 25 o 30 años y todavía se tiene que sentir que existen las comunidades y los pueblos indígenas”, dice.
Serie: Mujeres Aguas Arriba
Sigue cada historia para aprender más sobre la vida de mujeres que han trabajado en beneficio de su comunidad con tenacidad, perseverancia y adquiriendo liderazgo en espacios que solían ser solo para hombres.
Cada mes subiremos un nuevo perfil de “Mujeres aguas arriba”.
El BID junto a la AECID tienen el objetivo común de proveer servicios de calidad en agua y saneamiento en zonas rurales de la región. Conoce más de los proyectos ejecutados hasta al momento con el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento (FCAS) en esta publicación.
Para conocer más sobre “Mujeres aguas arriba” suscríbete a nuestro blog aquí.
Equipo de Mujeres aguas arriba:
Coordinación: Anamaría Núñez, María Augusta Olmedo y Leticia Ortega
Especialistas de género BID: Naiara Martínez
Contenido: Andrea Ortega Carreño y Paul Constance
Ilustración: Verónica Alvarado y Carolina Curbelo
Producción audiovisual: Adriana Loeff
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