El día mundial del agua hace un llamado a asegurar el agua para todos. Las comunidades andinas en Perú están dando pasos para gozar del derecho al agua y saneamiento a 4.000 metros de altura.
En Romatambo, a los pies del nevado Caullaraju en la cordillera blanca de los andes peruanos, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, la temperatura desciende por debajo de los cero grados centígrados en verano y no supera los 10 grados centígrados en invierno. En ese lugar, tan bello como desolado, viven María y su esposo. Entre los dos, suman más de 120 años.
Este escarpado andino ha sido hogar por milenios de comunidades quechuas, uno de los grupos de población con menor acceso a agua potable y saneamiento del Perú.
La letrina construida por los hijos de María, que ahora viven en la ciudad y la visitan una vez al mes, estaba a más de 70 metros de su casa. El frío y la solitud de su hogar, a casi 800 metros de sus vecinos más cercanos, limitaba el uso de la letrina, destartalada por la intemperie y por el uso de materiales poco adaptados a las condiciones climáticas de la sierra.
Las condiciones que enfrentaba la familia de María son compartidas por millones de personas en todo el mundo, especialmente en las zonas rurales.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados en 2015 por la Asamblea General de Naciones Unidas contemplan el derecho humano al agua y el derecho humano al saneamiento en las metas de acceso universal a los servicios básicos y de acceso universal a los servicios de agua potable y saneamiento gestionados de forma segura, incluido el fin de la defecación al aire libre.
Si bien en las últimas décadas los niveles de acceso a servicios de agua potable y saneamiento han mejorado significativamente en la región de América Latina y el Caribe, las brechas entre zonas rurales y zonas urbanas siguen siendo desmedidas. En 2015, según el Programa de Monitoreo Conjunto (JMP) de Naciones Unidas, 2,7 millones de personas en el área rural tenían que caminar al menos 30 minutos para conseguir agua de una fuente segura. Los números se disparan si pensamos en los más de 15,2 millones de personas en áreas rurales que tomaban agua de fuentes no protegidas o directamente de aguas superficiales.
En este contexto, cuatro proyectos piloto financiados por el Aquafund, un programa multidonante administrado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), está haciendo esfuerzos para garantizar esos derechos humano en todas partes, incluso a 4.000 metros de altura.
La unidad sanitaria, con baño seco con doble cámara, lavadero con agua potable y ducha, construida en el marco del programa piloto financiado en Perú, no sólo acercó el servicio a María, construido a menos de dos pasos de la puerta de su hogar. María pudo, por primera vez, disfrutar de una ducha con agua caliente, gracias a la conexión de la terma de agua con la cocina mejorada para aprovechar el calor.
Muchas brechas que cerrar
Pero la brecha no sólo es de acceso, sino también de género. La mayoría del acarreo de agua en las zonas rurales lo realizan mujeres o niñas, a pie, transportando recipientes de hasta 20 litros durante horas. Según datos del JMP, las mujeres y niñas son las responsables del acarreo de agua en 8 de cada 10 hogares. Esta situación no sólo implica el embargo de tiempo para poder dedicarse a actividades productivas, educativas o al esparcimiento, sino que implica riesgos en la salud y seguridad personal.
Si hablamos del acceso a servicios de saneamiento en América Latina y el Caribe, más de 19,6 millones de personas en el área rural compartían las instalaciones sanitarias o usaban instalaciones no mejoradas, como letrinas sin losa, y más de 14,1 millones seguían practicando la defecación al aire libre. En el caso de las niñas, la ausencia de baños en las escuelas limita la asistencia a clases, especialmente durante los periodos de menstruación. Varios estudios señalan que la matrícula escolar incrementa un 15% cuando las comunidades cuentan con agua potable y baños, revelando el impacto multisectorial de un acceso a agua potable y saneamiento.
El logro de la universalización de los servicios de agua potable y saneamiento, incluyendo el acceso seguro, asequible, disponible y de calidad para todos y todas, implica adentrarse en las comunidades más alejadas, caracterizadas por viviendas dispersas y distanciadas de las poblaciones nucleadas, con baja densidad de población, de difícil acceso, con población de bajos ingresos económicos y bajos niveles educativos, de gran diversidad étnica, con escasa presencia de instituciones públicas, y acceso limitado a servicios básicos de salud y educación.
El BID produjo en 2017 el manual de base sobre los derechos al agua potable y saneamiento en América Latina y el Caribe, que establece los criterios normativos para garantizar el acceso universal a esos servicios.
Un plan piloto para asegurar derechos
El Fondo Multidonante Aquafund, un fondo temático del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), financiado con recursos propios del BID y de socios donantes: la Agencia de Cooperación Española (AECID), el Gobierno de Suiza a través de la Agencia de Cooperación Suiza para el Desarrollo (COSUDE) y la Secretaría de Estado para Asuntos Económicos (SECO), el Gobierno de Austria y la Fundación PepsiCo, financió desde 2011 proyectos piloto en Colombia, Honduras, México y Perú, con el objetivo de desarrollar modelos de intervención de acceso a servicios de agua potable y saneamiento en áreas rurales dispersas. En total se beneficiaron 3.546 personas con acceso nuevo o mejorado a servicios de agua potable y 2.818 personas con acceso nuevo o mejorado a servicios de saneamiento con, al menos, servicios básicos.
Si usted está interesado en conocer más sobre gestión integral del agua y saneamiento, tenemos disponible un curso masivo en línea gratuito (MOOC), que puede visitar en este enlace.
Los modelos de intervención para atender las necesidades de acceso a servicios de agua potable y saneamiento en áreas rurales dispersas implican retos específicos a nivel institucional, ambiental, técnico, social y financiero, así como la definición de mecanismos de gestión y de apoyo post construcción adecuados a las características de las comunidades para asegurar la sostenibilidad de los sistemas.
Las experiencias piloto señalan la necesidad de adaptar las tecnologías a los contextos de dispersión, introduciendo sistemas sencillos de operar y por lo general asociados al autoabastecimiento. Es crucial atender los aspectos sociales (rol de la mujer, interculturalidad) y de cambio de comportamiento (pago de tarifas, lavado de manos, higiene menstrual, uso de las instalaciones, protección de la fuente, consumo responsable, entre otros), así como capacitar en la operación y mantenimiento de las instalaciones construidas, e involucrar a las instituciones públicas, aspectos clave en la apropiación y sostenibilidad de los servicios.
Así, ahora María se lava la cara bien temprano cada día mirando al Caullaraju, y se observa en el espejo que compró para su nuevo baño. Muestra orgullosa su hogar y presume que sus nietos, cuando van a visitarla, usan su baño “como si vivieran en la ciudad”. María y su familia no sólo mejoraron su hogar y su calidad de vida, sino también su dignidad.
Graciela dice
Me interesa la información y el curso
Editor dice
Muchas gracias por contactarnos. Puede inscribirse en el curso en línea en este enlace:
https://www.edx.org/course/agua-en-america-latina-abundancia-en-medio-de-la-escasez-mundial
Mari dice
Excelente trabajo
Luis Caceres dice
Muy interesante, pero hay garantía. Los certificados están reconocidos por la SUNEDU – PERU. Gracias por su respuesta.