*Por Gerhard Lair y Cristina López Mayher del equipo de @BIDagua
¿Recuerdan cuando en un reciente programa televisivo Hillary Clinton, la precandidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, volvió a escena tras una breve interrupción cuando sus oponentes ya habían retomado su debate político de alto voltaje? Fue muy impresionante cuando el moderador simplemente la miró y la señora Clinton sólo sonrió y dijo “lo siento”.
Para que Hillary Clinton pudiera volver a tiempo al programa de TV, o para que las chicas puedan retornar a clase tras el recreo, o para que directamente puedan ir a la escuela ¡algunas cosas deben cambiar profundamente! Más significativamente aún, todos nosotros debemos cambiar nuestra visión de los servicios públicos. Se trata de algo más que de simplemente dar acceso a servicios de higiene y sanidad a los pobres…
La disponibilidad de un servicio como Agua y Saneamiento (A&S) no debe ser vista como una cuestión de caridad. Asimismo, sería deseable que el acceso no tenga que venir acompañado de un regusto amargo, como las largas colas frente a los baños de mujeres en un concurrido centro de compras o en la estación central de autobuses. ¡Y ni hablar de un estadio de fútbol! Existe una creciente percepción de que el uso de los servicios públicos debería ser algo confortable.
El sentirse bien no debería ser algo que se limite a cuando llegamos a casa, algo que transcurre puertas adentro. También deberíamos poder sentirnos bien en público, y eso incluye esos momentos en que, como seres humanos que somos, tenemos que hacer lo que tenemos que hacer (ya sea por haber consumido comida y bebida, o por los nervios durante el partido de fútbol). La igualdad puede cobrar un significado distinto cuando se trata de servicios de A&S. Cinco mingitorios en el baño de chicas no es la respuesta adecuada a cinco mingitorios en el baño de los muchachos. En esta área, las necesidades son distintas según el género, cultura, educación, requerimientos de salud y otros factores. El hacer que confluyan todas estas condiciones específicas en un acto tan humano, natural y a la vez íntimo es de lo que se trata cuando se habla de igualdad de género en agua y saneamiento para todos. Es una expresión de un estado mental que busca que todas las personas, independientemente de su sexo, eviten sentirse discriminadas por causa de sus diferentes necesidades a la hora de usar un retrete público. Y esto va mucho más allá de la disponibilidad de dicho retrete. Hemos escuchado casos de chicas que evitan tomar agua para no tener que usar el baño de la escuela. En algunos países, la falta de instalaciones adecuadas para niñas y mujeres hace que las chicas directamente no puedan ir a la escuela, o que las mujeres no puedan andar libres y tranquilas en su propio barrio. Igualmente grave es el hecho de que algunas profesiones, como manejar maquinaria pesada para la construcción de carreteras, son consideradas tareas que sólo pueden desempeñar los hombres porque, entre otras cosas, nunca hay baños adecuados en el sitio.
Pero estos no son fenómenos que sólo se dan en los países pobres, ni tampoco reliquias del pasado. La congresista Donna Christensen, de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, tuiteó en 2011: “Las primeras mujeres ingresaron al Congreso en 1917. ¡Por fin ahora van a poner un baño de mujeres cerca de la sala de sesiones de la Cámara!”
Por simple que pueda parecer, aún falta mucho por recorrer en la agenda del desarrollo internacional. Todavía necesitamos seguir hablando sobre el asunto. Tenemos que superar lo que yo denomino “el punto ciego” que no nos permite ver las distintas necesidades de género y la diversidad de comportamientos de comunidades específicas (como por ejemplo, la comunidad LGBT). Es importante notar que la respuesta no radica en aplicar a nuestros proyecto soluciones estándar trasplantadas de otros países, ni un modelo aplicable a todos los casos. Las distintas comunidades, en particular en las zonas rurales, tienen requerimientos diferentes. Por ejemplo, el tamaño del compartimiento del retrete, ya que según el tipo de atuendo que se use, puede hacer falta más espacio para ponerse “en posición”.
Los puntos ciegos en nuestras mentes también afectan a los hombres, quiénes no están exentos de tener sus propias necesidades. Nunca olvidaré cada vez que tenía que llevar a mi hijito de dos años a un baño público. El primer desafío era encontrar uno desde el momento en que él anunciaba sus ganas de hacer, y antes de que se hiciera encima. Pero una vez que lo encontrábamos, la criatura tenía que mirar para arriba para poder ver el artefacto montado en la pared. Y eso, por no mencionar las acrobacias que me veía obligada a hacer para sostener al nene, bajarle los pantalones y apuntar en la dirección correcta. Debo confesar que aún hoy en día me siento incómoda cuando llego apurada a una estación de servicio sobre la ruta y debo hacer cola detrás de otras ocho mujeres o más frente a los baños. Siempre me recuerda la línea de largada de una carrera, en la que todos observan atentamente a sus rivales.
Me imagino que incluso en Las Vegas, donde se desarrollaba el debate por las primarias, en el que ocurrió el incidente de Hillary y el lavabo, el baño de mujeres se hallaba del otro lado del auditorio. Además, muy probablemente se subestimó el número de asientos que hacían falta en proporción al necesario en un baño de varones. Por tanto, la gran sonrisa en el rostro de Hillary Clinton cuando volvió a escena sin dar explicaciones fue una clara muestra de los puntos ciegos y de las raíces de las desigualdades a las que debemos afrontar.
Hay algo que debemos entender: sea lo que fuera que hagamos en materia de provisión de servicios básicos, no podemos hacerlo solamente basados en planes hechos en una oficina. No son ni la solución técnica, ni la solución financiera las que por sí mismas mejorarán nuestras vidas. ¡Primero debemos detectar los puntos ciegos de desigualdad mediante la participación de hombres y mujeres de las distintas comunidades! Como usuarios, como seres humanos, como mujeres, merecemos un servicio que nos haga sentirnos bien. ¡Es el derecho de él y de ella! ¡Es tu derecho! ¡Es nuestro derecho!
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A través de AquaFund, sus socios, la Cooperación Suiza (representada por la Secretaría de Estado Suiza de Asuntos Económicos – SECO y por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación – SDC), la Fundación PepsiCo, El Ministerio Federal de Finanzas de Austria, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), redoblan su compromiso de ir más allá de la provisión de servicios para los pobres, para enfocarse en la provisión de servicios sin prejuicios de ninguna clase.
Créditos fotográficos: Andrea Velasco
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