¿Qué tienen en común un supermercado, un jardín infantil, una farmacia y un centro de larga estancia para personas mayores?
Estas infraestructuras conforman los itinerarios cotidianos de los trabajos de cuidados que realizan principalmente las mujeres en el mundo. Para desplazarse entre una infraestructura y otra, las mujeres suelen realizar viajes encadenados que son parte de un recorrido con varias paradas y que combina distintos modos de transporte. A estos desplazamientos se las ha denominado en los últimos años como “movilidad del cuidado”. Los sistemas de transporte que no están diseñados para atender la movilidad del cuidado pueden generar distintas barreras para las mujeres, tales como mayores tiempos de desplazamiento, exposición a situaciones de inseguridad o, incluso, mayores cargas de estrés. Por ello, invertir en la movilidad del cuidado tiene el potencial de mejorar el empleo y la calidad de vida de las mujeres, así como impulsar el crecimiento económico, la productividad y reducir las desigualdades. En este blog te contamos algunas ideas clave para entender el cuidado en movimiento.

¿De qué hablamos cuando hablamos de movilidad del cuidado?
Los viajes de cuidado incluyen desplazamientos para llevar y recoger a menores de centros educativos u otras actividades, acompañar y visitar a personas mayores y con discapacidad que requieren apoyo, realizar compras y trámites para el hogar, entre otros (Inés Sánchez de Madariaga, 2009, 2013). Estas tareas no son exclusivas de las mujeres, pero las normas sociales han determinado que sean ellas las principales responsables de estos desplazamientos. Por ello, hablar de movilidad por motivos de cuidado significa hablar de oportunidades para las mujeres.
Según la OIT, cada día se destinan 16400 millones de horas al trabajo de cuidado no remunerado equivalente a 2000 millones de personas que trabajan durante 8 horas diarias sin recibir ingresos. Si este trabajo fuera valorado con el salario mínimo, representaría el 9% del PIB mundial (2019). Las mujeres representan la mayoría de las personas cuidadoras pues son responsables del 76,2% del total de horas dedicadas al trabajo de cuidado no remunerado. Ellas destinan 3,2 veces más tiempo a estas labores que los hombres. Al año, esto equivale 201 días más de trabajo femenino en comparación con 63 días más para los hombres. A nivel mundial 647 millones de personas en edad de trabajar no pueden hacerlo por responsabilidades familiares. El 93% de ellas son mujeres, en contraste con 7% que son hombres (41 millones) (OIT, 2018).
El trabajo de cuidado incluye el tiempo empleado en traslados y viajes, por lo que es fundamental incorporar la movilidad por motivos de cuidado (concepto de Inés Sánchez de Madariaga), en el diseño, planificación, construcción y operación de sistemas de transporte público. De esta manera se reconoce el valor de la economía del cuidado y se identifica las características y necesidades de estos viajes.

¿Por qué es importante la movilidad del cuidado?
Si bien la carencia de opciones de transporte limita el acceso a oportunidades laborales, el impacto en las mujeres puede ser mayor. Un estudio en Buenos Aires encontró que no existe diferencia en el tiempo de viajes entre hombres y mujeres. Sin embargo, sí existe diferencia en las velocidades de los viajes, en particular en aquellos realizados por mujeres con niños, los cuales tienen velocidades menores. Lo que significa que sus viajes son más cortos en distancia.
La distancia y el tiempo de viaje entre el lugar de trabajo de la madre en especial de niños/as pequeños, y los centros de cuidado infantil se correlaciona con menores tasas de participación laboral femenina. Es decir, a mayor distancia entre trabajo y centros de cuidado, menor probabilidad de que las mujeres trabajen. En Colombia, Honduras y Nicaragua, la caminata hacia los centros de cuidado infantil es la principal forma de transporte para viajar con niños/as (Banco mundial y BID, 2016).
Pensar la movilidad del cuidado es necesario si se consideran los cambios demográficos. La disminución sostenida de la mortalidad y la fecundidad significa un crecimiento en la dependencia de cuidados, particularmente de personas mayores. La carencia de sistemas de transporte inclusivos, seguros y cómodos para este grupo poblacional reduce su autonomía y aumenta su dependencia de cuidadores.

Es necesario considerar el transporte como parte de las infraestructuras del cuidado pues este servicio facilita las tareas de cuidado, mejora las opciones laborales de las mujeres y reduce desigualdades. Si alguna vez viajaste con niños/as, personas mayores o con discapacidad, sabes lo hostil que puede ser tomar un bus o caminar en una ciudad que no los toma en cuenta. Si te haces cargo de las tareas de tu hogar, también sabrás el reto que implica organizar tus viajes y hacer varias paradas para cumplir varias actividades a la vez. Por ello, incorporar la movilidad del cuidado en los sistemas de transporte es una manera concreta de reconocer los trabajos de cuidado que no sólo se desarrollan dentro del hogar, sino que requieren movilizarse por la ciudad, frecuentemente entre múltiples infraestructuras. Sistemas de transporte que incorporen la movilidad del cuidado contribuyen entonces a reducir la pobreza de tiempo que enfrentan sobre todo las mujeres, a facilitar el acceso de las mujeres al mercado laboral, y a generar ciudades con mejor bienestar para todos.
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