
Es difícil encontrar a algún mexicano que no tenga conocidos o familiares viviendo en el extranjero. Y una característica que comparten los mexicanos en Estados Unidos es que anualmente envían miles de millones de dólares en remesas a su país de origen.
Las remesas que recibe México alcanzan el 2,1 por ciento de su PIB. El país recibe un 40 por ciento de todas las remesas que llegan a América Latina y el Caribe.
Cabe preguntarse del efecto que generan las remesas — además de lo que ya sabemos sobre la economía en general — sobre el crimen. En el documento de trabajo “Remittances and the Impact on Crime in Mexico” nos planteamos esta pregunta: ¿ayudan las remesas a combatir el crimen?
Encontramos que sí—las remesas pueden ayudar a combatir el crimen. Utilizando una técnica de variables instrumentales, pudimos constatar que en los municipios mexicanos en donde la proporción de hogares que reciben remesas es mayor, los homicidios y robos en la calle son menores.
En concreto, por cada punto porcentual adicional de hogares que reciben remesas, la tasa de homicidios se reduce en 0,05 por ciento, y el robo en la calle baja en 0,19 por ciento.
El uso de variables instrumentales es importante para identificar el impacto causal de las remesas en el crimen, y no la relación inversa entre crimen y remesas, ya que es posible que el crimen haga que la gente no envíe remesas en donde los criminales secuestran y extorsionan a las personas.
Como variable instrumental usamos las líneas de ferrocarriles que existían en México en 1920, por donde los mexicanos en ese entonces emigraban a Estados Unidos dejando establecidas redes de migración. Es así como las líneas de ferrocarriles en esos años, cuyo origen no está relacionado con el crimen de hoy, quedaron vinculadas a las remesas.
¿Pero cuáles pueden ser los mecanismos por los cuales las remesas disminuyen el crimen? Un mecanismo evidente es que las remesas reducen la pobreza, por lo que ayudan a disminuir los niveles de delincuencia. Otros mecanismos de transmisión pueden ser menos evidentes. Sabemos, por ejemplo, que las remesas financian negocios y que los jóvenes pasan más tiempo en las escuelas si sus hogares reciben transferencias de dinero desde el exterior.
¿Pero si sabemos esto, cómo podrían usarse las remesas para combatir el crimen? Se podrían implementar programas focalizados en municipios con alta incidencia delictiva colaborando con las agencias de envío de remesas para disminuir el costo de las transferencias. Se podría trabajar con las microempresas financiadas con remesas familiares para persuadirlas que contraten a jóvenes en riesgo de caer en manos del crimen organizado.
Estas son algunas ideas pero lo que lo que aprendimos con este ejercicio es que en la búsqueda de soluciones contra el crimen las remesas podrían ser una de ellas, en países donde es tan común tener parientes en el extranjero.
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