Por Patricia Fortunato
Panmela fue criada para ser madre y esposa. A los 20 años, ya se había casado. Su matrimonio duró poco, pero le cambió el destino para esta otrora chica tímida proveniente de los suburbios de Río de Janeiro. Víctima de constantes agresiones sicológicas y amenazas, ella quedó encerrada de su casa por una semana tras una golpiza de su marido. Durante su aislamiento, su esposo dejó su celular en la casa y Panmela pudo llamar a su madre, quien la rescató.
Libre del cautiverio, Panmela se entregó al grafiti, arte de la cuál ella ahora es una figura mundial. Y fue a través de ese medio que comprendió mejor el espiral de violencia a la que ella estaba sometida. “Yo no sabía que muchas cosas que él me hacía eran agresiones, ya que vine de un medio en que esas cosas eran normales”, dice ella. Su entorno está lleno de historias de violencia doméstica, de sus amigas, sus tías y su madre.
A sus 31 años, ella es una artista y una activista de los derechos de mujeres reconocida internacionalmente. La presidenta Dilma Rousseff y ella son las únicas brasileñas en la lista de la revista Newsweek de 150 mujeres que hacen una diferencia en el mundo. Panmela preside la Rede Feminista del Arte Urbana (Nami), que usa el grafiti para ayudar a mujeres a que sepan de sus derechos. “Casi todos en Brasil ya han escuchado hablar de la Ley María da Penha, pero la mayoría no sabe exactamente lo que se debe hacer”, dice la artista.
Panmela tiene razón. Aprobada en 2006, la Ley María da Penha es un marco legal importantísimo y prohíbe, por ejemplo, que agresiones domésticas sean sujetas a castigos blandos como la entrega de canastas básicas. Pero un estudio reciente del Instituto de Investigaciones y Planeación Aplicada (IPEA) revela que, a solas, la ley no reduce el número de homicidios de mujeres. Antes del 2006 un promedio de 5,28 mujeres de cada 100.000 moría cada año como consecuencia de las agresiones de sus parejas. Después de la entrada en vigencia de la ley, ese promedio cayó levemente, a 5,22.
Para que los castigos previstos en la ley sean realmente aplicados, es necesario cambiar toda una cultura de tolerancia con la violencia, el machismo y el desconocimiento por parte de las víctimas. El trabajo de Panmela es ejemplar en ese sentido.
Patricia Fortunato es consultora en comunicaciones del BID
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