Hace exactamente cuatro años, perdí a mi madrina y a mi prima en un accidente de tránsito en una carretera que une dos puntos turísticos del Estado de Ceará, al nordeste de Brasil, debido a un adelantamiento prohibido. Esa es la triste realidad de Latinoamérica: cada individuo ha perdido al menos a un ser querido en accidentes de tránsito. Y es de sobra conocido el impacto negativo que una muerte violenta provoca en los familiares y allegados. Pero, ¿es posible estimar el impacto de los accidentes viales en la sociedad? Los números son considerables.
El estudio del BID, Cost of Road Injuries in Latin America 2013, demuestra que el impacto de los accidentes viales en cuatro países latinoamericanos – Argentina, Colombia, México y Paraguay – se encuentra entre 1,5% y 3,9% del PIB respectivamente, dependiendo de la metodología utilizada. En Colombia, por ejemplo, se estima que el país perdió de 4.500 a 8.800 millones de dólares debido a accidentes viales. ¿Por qué los accidentes viales pueden ser más dañinos que algunas enfermedades como cáncer, tuberculosis o paros cardíacos? La respuesta clave está en la edad de las víctimas de accidentes de tránsito.
En ALC, los accidentes de tránsito son la principal causa de mortalidad en los jóvenes de 15 a 29 años, fase de la vida en que el individuo está en formación educacional, para contribuir a la economía del país en el futuro, o que ya contribuye en su máximo esfuerzo. Por eso, el estudio mencionado optó por calcular las pérdidas económicas considerando los años de vida perdidos, o sea, el número de muertes en cada edad multiplicado por la expectativa media de vida a esa edad.
Teniendo en cuenta este estudio se pueden hacer algunas reflexiones importantes. En primer lugar, en las décadas de los 70, 80 y 90, la seguridad vial era un problema invisible para los gobiernos latinoamericanos.
En segundo lugar, las políticas públicas en esas décadas tenían una concepción cortoplacista. Por ello, no se tuvieron en cuenta la estimaciones del aumento del poder de compra de los habitantes y del número de vehículos, la creciente urbanización y las externalidades negativas de inversiones en infraestructura, como carreteras.
Por último, la falta de recolección, estudio y análisis de los datos es un obstáculo grande para que los accidentes viales sean planteados como problema para toda la sociedad. El hecho de llamar a un siniestro vial de “accidente” refleja como los individuos lo atribuyen al destino y a que nada se puede hacer para evitarlo.
Los resultados se empiezan a ver ahora. Es clave el trabajo conjunto de la sociedad civil, de las universidades, gobiernos, organizaciones internacionales y bancos multilaterales para entender más acerca del impacto de los “accidentes viales” en Latinoamérica. Mucho se debe de hacer para cumplir las metas de la Década de Acción para la Seguridad Vial.
*Eduardo Café es Consultor de la División de Transporte del Banco Interamericano de Desarrollo donde trabaja en la iniciativa de seguridad vial y en la elaboración de los proyectos en el área de transporte. Se graduó en Relaciones Internacionales por la Universidad Pontificia de Católica de Minas Gerais (Brasil), tiene una especialización en Cooperación Exterior por la Unión Iberoamericana de Municipalistas y un título de Maestría en Administración Pública en la Escuela de Gobierno de Minas Gerais Fundação João Pinheiro (Brasil). Eduardo trabajó en la Secretaría del Mercosur, en Habitat for Humanity y como Analista Internacional en la Secretaría de Ciencia, Tecnología y Educación Superior del Gobierno de Estado de Minas Gerais. Sus principales intereses son la seguridad vial, el transporte urbano y la evaluación de políticas públicas en general.
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