Cuando los países emprendan su viaje hacia Dubai para asistir a la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, que comienza este 30 de noviembre, está claro que el cumplimiento de la promesa que esos países hicieron en París hace cinco años para limitar el aumento de las temperaturas muy por debajo de los 2 °C parece cada vez más inalcanzable.
El Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC), ya reveló que, aunque los países del mundo recorten drásticamente sus emisiones de gases de efecto invernadero (algo que la mayoría de ellos distan mucho de cumplir) es probable que en 2050 (si no antes) las temperaturas sean 1,5 °C más altas que en el siglo XIX. Un mundo que se enfrenta a un aumento catastrófico de 3 °C de las temperaturas, algo impensable hace unas décadas, parece ser una realidad más cercana a nosotros.
Esta realidad pone el foco directamente en la eficacia de cada medida adoptada y cada dólar gastado en la adaptación y mitigación del cambio climático. A diferencia de la mitigación, donde los beneficios se comparten globalmente, no obstante, la mayor parte de la carga del pago de la adaptación y la resiliencia recaerá en los países. Los gastos serán enormes. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que el gasto anual necesario para la adaptación en los países pobres probablemente aumentará de cerca de USD 70.000 millones actualmente a entre USD 140.000 millones y USD 300.000 millones en 2030. Cifra que se duplicaría en 2050. Los países tendrán que recurrir a todas las fuentes potenciales de financiamiento, incluidos los inversores privados, para pagar esas inversiones. Las instituciones como el BID pueden ayudar.
Inversión de impacto: una oportunidad no explotada en la adaptación al cambio climático
Una estimación de la Iniciativa de la Política Climática señala que en 2018 los inversores privados contribuyeron con sólo un 2% al gasto global para la adaptación. Puede que la falta de evaluaciones fiables sobre la efectividad de las medidas de adaptación y la idea de que la adaptación ofrece retornos bajos esté en parte frenando las inversiones. Al mismo tiempo, el aumento de los inversores de impacto ha sido notable. La Corporación Financiera Internacional (CFI) estima que el mercado llegó a USD 2,1 billones en 2020, pero que podría aumentar hasta USD 26 billones.
Para atraer más dinero para la adaptación, es clave la capacidad de los países para estructurar bonos de impacto de tal manera que se asegure a los inversores que las ganancias serán invertidas en intervenciones que producen los resultados deseados (es decir, evitando el ecoblanqueo (greenwashing). Los inversores ya están demostrando una preferencia por los bonos temáticos relacionados con el cambio climático, como los bonos azules (relacionados con los proyectos marinos sostenibles), los bonos verdes (para el medio ambiente y el clima) y los bonos de resiliencia (relacionados con la protección de los activos ante el cambio climático). Hay otros bonos de alcance más acotado como el Bono para rinocerontes, de emisión reciente. Con este bono, los inversores reciben su capital original y un pago adicional dependiendo de cuánto haya crecido la población de rinocerontes a lo largo de cinco años. En efecto, cuanto más específico sea el uso del bono, más fácil resulta evaluar si se han alcanzado los resultados previstos, reduciendo, a su vez, la complejidad y los costos de establecer y monitorear los impactos.
Puede que la falta de evaluaciones fiables sobre la efectividad de las medidas de adaptación y la idea de que la adaptación ofrece retornos bajos esté en parte frenando las inversiones para la adaptación climática.
El rol del BID en la ayuda a los países para financiar soluciones de adaptación al clima
Las instituciones como el BID pueden ayudar a los países a acceder los recursos necesarios desempeñándose como un intermediario honesto que aporta credibilidad a la mesa de negociaciones. Mediante la emisión de garantías basadas en políticas, como la recientemente emitida para Barbados, también pueden mejorar las señales que los países envían a propósito de su compromiso con las reformas necesarias para asegurar que la inversión rinda los retornos previstos, sirviendo de hecho como un mecanismo de compromiso para los políticos. Aún más importante, los bancos multilaterales pueden ayudar en el diseño de intervenciones con una efectividad demostrable, proporcionando así un marco para el uso de los recursos levantados por la emisión del bono.
En este sentido, la larga experiencia del BID en evaluaciones de impacto es un poderoso activo. A lo largo de las dos últimas décadas, el BID ha sido uno de los principales productores y consumidores de evaluaciones de impacto en América Latina y el Caribe, con un total de 258 evaluaciones diseñadas, aprobadas y concretadas entre 1994 y junio de 2020. Actualmente, hay otras 385 en curso. Esta experiencia ha generado un mayor conocimiento y una ampliación de los estudios en sectores poco evaluados, a la vez que contribuye a una base internacional de evidencia sobre qué funciona en el desarrollo. Ese conocimiento puede aprovecharse para ayudar a seleccionar inversiones de financiamiento con los recursos levantados por los bonos.
Las instituciones como el BID pueden ayudar a los países a diseñar intervenciones con efectividad demostrable, proporcionando un marco para el uso de las ganancias generadas por los bonos temáticos.
Los beneficiarios potenciales incluyen a los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo SIDS) en el Caribe, que probablemente cargarán con los peores efectos de los impactos del cambio climático debido al aumento del nivel de los mares y la exposición a eventos climáticos extremos. El BID puede ayudar a estos países a enfrentarse a este reto existencial apoyando la estructuración de bonos temáticos e identificando una cartera de inversiones clave que han demostrado ser eficientes y efectivas para promover la adaptación y aumentar la resiliencia.
Existe un cuerpo creciente de evidencia sobre la efectividad de diferentes inversiones de adaptación al clima de donde escoger, que va de la infraestructura física a soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, una evaluación reciente de las iniciativas apoyadas por el BID en Barbados para utilizar infraestructura costera, como diques y espigones, para limitar la erosión de las playas demostró que esas medidas no sólo aportaban resiliencia a la costa sino también generaban crecimiento económico en las zonas vecinas. Las soluciones basadas en la naturaleza, como los arrecifes de coral y los manglares, también pueden ser sumamente efectivos. Por ejemplo, se ha observado que los arrecifes de coral aumentan la protección costera porque están situados en zonas con fuerte oleaje y pueden reducir el tamaño de las olas. Un estudio reciente encargado por empresas de seguros señaló que la restauración de los arrecifes de coral podría generar primas reducidas y un retorno de seis veces los costos iniciales a lo largo de 25 años.
Los bonos temáticos deben formar parte del plan de adaptación climática
Los países deben establecer sus prioridades en las negociaciones en su camino a Dubai para el COP28. A pesar de la eventual financiación de un “fondo de pérdidas y daños” acordado en la COP27, es esencial tener un plan B preparado para invertir en las medidas de adaptación requeridas para proteger su modo de vida. Esto es particularmente cierto dado que, hasta la fecha, los países desarrollados se han quedado muy lejos de aportar los USD 100.000 millones al año prometidos para ayudar a los países en desarrollo a lidiar con el cambio climático. La emisión de bonos, sobre todo los bonos azules, verdes, de resiliencia, o incluso los bonos de restauración de arrecifes de coral y manglares, deben formar parte del plan.
En el BID, concebimos nuestro trabajo como una ampliación del financiamiento directo para apoyar a los gobiernos que, careciendo de los recursos necesarios para proceder a la restauración de los corales, por ejemplo, buscan financiación de inversores privados mediante la emisión de un bono de arrecifes de coral. El bono luego podría pagarse a partir del dinero que el gobierno ahorró al tener que gastar menos en reparar los daños generados por un aumento del nivel del mar.
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