Acabo de terminar la biografía de Albert O. Hirschman, Wordly Philosopher, de Jeremy Adelman. Se trata de un recuento minucioso y profundo de la vida de una persona extraordinaria. Su lectura es un soplo de aire fresco, en el que los valores de integridad y coherencia, destacan en una trayectoria llena de dificultades. Demasiado original, demasiado atrevido, demasiado interdisciplinar, demasiado reformista o demasiado liberal. Sufrió la desconfianza de sus enemigos, pero también de algunos que consideraba amigos. Esto le hizo deambular por muchos años entre ocupaciones y universidades, hasta que, avanzada su madurez, encontró refugio en Princeton.
Lo curioso es que Hirschman era la antítesis de un radical. Su problema era, traducido en una metáfora política, ser demasiado de derechas para los de izquierdas y demasiado de izquierdas para los de derechas. Llegaba a sus convicciones combinando un extraordinario bagaje teórico, con un análisis empírico libre de prejuicios y fuertemente anclado en fuerzas de la realidad. El único sesgo que asumía era el de la esperanza frente al fatalismo. Su coherencia se expresaba en ser honesto con sus convicciones, en un mundo que premiaba y premia, la alianza entre diversas formas de ideología y poder.
Es significativa a este respecto la tensión que rodea su relación con el Banco Mundial y de la que surgió un libro “no autorizado” por la institución, Development Projects Observed. En él Hirschman hace una defensa del proyecto como instrumento de desarrollo, por representar lo concreto, frente a planes o estrategias comprensivas en las que desconfiaba. Pero también, se alejaba de la entonces ortodoxia del análisis coste-beneficio y rechazaba elaborar un índice objetivo capaz de evaluar y ordenar comprensivamente los proyectos del Banco. Frente a ello, destacaba, entre otras cosas, la importancia de una evaluación cualitativa, el descubrimiento de los efectos no intencionados de los proyectos o sus repercusiones sociales y políticas. También se declaraba en contra de la práctica, todavía utilizada, de aislar la ejecución de los proyectos en burbujas tecnocráticas. La reacción de los directivos del Banco Mundial ante tanta sensatez, fue muy negativa, descartando la publicación del informe. Después de esta experiencia, Hirschman cerró su trilogía de libros sobre el desarrollo y empezó a pensar en Salida, Voz y Lealtad, que se convertiría en su obra más conocida y también la más reveladora de su propia experiencia vital.
A modo de epilogo, no dejo de pensar en cual hubiera sido la reacción de Hirschman ante los trabajos de evaluación de impacto que aparecen en este blog y a los métodos de evaluación que estamos utilizando en el BID. Tengo mi opinión, que es bastante matizada, pero les invito a leer el libro para obtener la suya propia.
Por último, este es el último blog que publico como Gerente de Planificación Estratégica del BID. Les contaré otras cosas desde mi próximo destino como Representante del Banco en Chile. Muchas gracias por su atención en estos años.
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