Caldas, Colombia. Como parte de la celebración del aniversario de 30 años de la alianza entre la Escuela Nueva y la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, en el 2012 me invitaron para hablar de las asociaciones público-privadas en educación. El evento incluyó una presentación de cinco adolescentes elocuentes, apasionados e interesantes sobre un proyecto científico sobre técnicas de compostaje para manejo de residuos en fincas pequeñas. Uno de los adolescentes contó a los asistentes que su familia había incorporado algunas de estas ideas en su granja. Todos los cinco eran estudiantes de un colegio de Escuela Nueva en esta región cafetera de Colombia.
Escuela Nueva es un modelo pedagógico grande que se inició en los años setenta en un puñado de escuelas primarias rurales (grados 1-5) en Colombia. Hoy en día se utiliza en todas las zonas rurales del país, tanto en primaria como secundaria (grados 6 a 11). Lo que hace especial al modelo: son muy pocos los nuevos modelos pedagógicos tales como Escuela Nueva que se han implementado a escala en los países en desarrollo, como argumenta un artículo reciente en el New York Times. Cada escuela tiene generalmente uno o dos profesores, cada uno con un pequeño grupo de estudiantes – típicamente seis – de diferentes grados que se sientan en mesas hexagonales. Los estudiantes trabajan a su propio ritmo con la ayuda de libros de texto y cuadernos de trabajo (las guías) en temas que van desde español a ciencias naturales. Las guías logran un equilibrio entre ser altamente prescriptivas y flexibles. Contienen ejemplos prácticos y usos para las zonas rurales. La profesora es una facilitadora, visitando cada mesa y ayudando a los estudiantes con las lecturas y las discusiones. El gobierno de la clase es compartido entre profesores y alumnos; por lo general, hay un presidente de la clase elegido por los estudiantes.
A principios de los años 90, investigadores del Banco Mundial recogieron información tanto de Escuela Nueva como de escuelas tradicionales en Colombia para evaluar el modelo. Casi una década después, un investigador de la Universidad de Stanford realizó una evaluación similar. Por último, una tesis doctoral reciente de la Universidad George Washington utilizó datos del sistema educativo, y comparó los resultados de los estudiantes de Escuela Nueva con los de las escuelas tradicionales. Los tres trabajos encuentran que los estudiantes de Escuela Nueva logran mejores resultados de rendimiento que los estudiantes de las escuelas tradicionales. Dados los datos disponibles, estas evaluaciones representan buenos intentos de encontrar los efectos del modelo. Sin embargo, todos estos estudios comparan los colegios y estudiantes de Escuela Nueva con escuelas tradicionales y estudiantes que puede diferir en forma significativa. Como tal, es muy difícil desenredar los efectos del modelo de diferencias en las características de los estudiantes y las escuelas.
Además, es difícil atribuir aspectos específicos del modelo a estos aparentes resultados positivos. Un culpable potencial es la filosofía “estudiante activo” del modelo. Otra posible explicación se puede encontrar en las guías: proporcionan una dirección clara a los maestros, y al tiempo proporcionan un ritmo de aprendizaje flexible para los estudiantes. Tal vez el éxito está en el énfasis en habilidades tales como trabajo en grupo, responsabilidad individual y compromiso cívico. Quizás la alianza entre agentes privados (la Federación Nacional de Cafeteros) y los distritos escolares locales es la que impulsa los resultados. O de pronto el éxito del modelo se basa en el “tour de force” de una de sus fundadores, la formidable Vicky Colbert, ganadora del Premio Ciudadano Global Clinton.
Los economistas se interesado por las intervenciones educativas en Colombia desde hace algún tiempo. Por ejemplo, varias evaluaciones de una intervención colombiana de vouchers (PACES), de diferentes políticas laborales, y de los programas de transferencias monetarias condicionadas han aparecido en las principales revistas económicas. En este contexto, es desconcertante que la Escuela Nueva no haya recibido el mismo trato. La respuesta está, creo, en la ausencia de evidencia sólida sobre su impacto. A modo de comparación, tomemos el caso de las escuelas “chárter” en los EE.UU., que han sido objeto de un rico debate. El modelo de escuela “charter” tiene tres características que lo hace interesante. En primer lugar, se trata de una forma nueva y diferente de ofrecer educación pública, rompiendo el modelo de “seguir haciendo lo mismo” en la educación pública. En segundo lugar, las posibles mejoras del modelo se basan en fundamentos teóricos de la competencia. En tercer lugar, hay evaluaciones sólidas del modelo. En el caso de los “charters”, el grupo de comparación es creíble ya que algunos distritos usan las loterías en la asignación de los estudiantes. Los estudiantes que no se asignan a un “chárter” van a la escuela pública, que constituyen un grupo de comparación que tiene las mismas características, en promedio, que los estudiantes que terminan en los “chárter”.
Al igual que en las escuelas “chárter”, Escuela Nueva tiene el potencial de ser una política disruptiva que se basa en modelos teóricos sólidos. Escuela Nueva, al igual que las escuelas “charter”, es un modelo que puede cambiar el funcionamiento de las escuelas públicas de una manera fundamental. Como tal, la Escuela Nueva puede cambiar el sistema desde dentro. Escuela Nueva se basa en modelos pedagógicos respaldados teóricamente: rompe la relación profesor-alumno basada en la autoridad y pone al estudiante activo en el centro del aprendizaje. Sin embargo, a diferencia de las escuelas “chárter” que se basan en lotería, Escuela Nueva no es fácil de evaluar dada la dificultad en la construcción de un grupo de comparación válido. Tal vez esta deficiencia explica la falta de tracción entre economistas. Tal vez la falta de evidencia es la consecuencia de haber nacido en los años setenta, una época en que las políticas basadas en evidencia y evaluaciones de impacto no eran moneda de todos los días.
Ciudades en Colombia están considerando el modelo como una vía para romper con la inercia del trabajo típico de las escuelas públicas. Del mismo modo, otros países -como Vietnam – están empezando a implementar el modelo. Esta expansión actual presenta desafíos y oportunidades. Por un lado, el entorno urbano requiere cambios sustanciales en la composición de grado de cada clase, y la adaptación de las guías para el medio urbano y de K a 11. Los adolescentes urbanos tienen objetivos muy diferentes y actitudes muy distintas a los adolescentes rurales. Sin embargo, hay algunos indicios alentadores del incipiente modelo urbano – Escuela Activa – implementado en Manizales, Colombia. Por otro lado, la expansión es una oportunidad para una evaluación más fuerte del modelo. La expansión urbana puede resultar en sobre-suscripción de estas nuevas escuelas y permitir que los distritos escolares asignen los sitios basados en loterías. La implementación de Escuela Nueva en otros países puede utilizar la asignación aleatoria geográfica del modelo.
Creo que Escuela Nueva tiene el potencial de cambiar de manera fundamental la educación en los países en desarrollo. Sin embargo, creo firmemente que necesitamos más evidencia no sólo para orientar el desarrollo y ejecución del programa, sino para convencer a los legisladores de su importancia. La política basada en la evidencia es la nueva moneda, y Escuela Nueva no puede escapar a esta realidad.
Felipe Barrera-Osorio es Profesor Asistente de Educación y Economía, Harvard Graduate School of Education. @felbarrera
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