Por Eirivelthon Lima
Conciliar las necesidades igualmente apremiantes de reducir la pobreza y preservar la selva húmeda es con seguridad el mayor desafío para la promoción del desarrollo en la Amazonía brasileña. Aun así, es probable que el Estado de Acre haya encontrado la manera de responder a este reto en el contexto de
su programa de desarrollo sostenible.
Los resultados hasta la fecha dejan pocas dudas. Más de una década después de haber puesto en marcha esta iniciativa, Acre ha logrado desacelerar el ritmo de deforestación, reducir en casi un tercio la pobreza extrema y duplicar con creces la tasa de crecimiento promedio en el ámbito nacional.
¿Cuál es la clave del éxito?
Se trata de un concepto simple: convertir la preservación de la selva en una actividad económica viable para la población, lo cual tiene sentido si se considera que la superficie selvática (alrededor de 14 millones de hectáreas) ocupa el 87% del territorio del Estado. Como parte de esta estrategia, las comunidades que habitan en la selva extraen productos como látex, nueces, frutas y madera en forma sostenible. Con ello se limita el impacto en los ecosistemas, en la medida en que disminuyen las presiones para que aquellas vendan sus tierras o talen los bosques para dedicarlos a la ganadería o a la agricultura de subsistencia.
En palabras de Márcio Veríssimo, Secretario de Planeación del Estado, “la selva es nuestro mayor activo, y es nuestro deber aprovecharlo de un modo inteligente y racional”.
Durante varios años, las autoridades de Acre han trabajado en el financiamiento de este plan con el gobierno federal y diversas instituciones de desarrollo. Desde su concepción a inicios de la década de 2000, el BID se ha sumado a los esfuerzos del Estado, ayudándole a sentar las bases de una economía basada en los recursos forestales.
Como parte de la primera fase de un proyecto financiado por el BID que culminó en 2010, Acre estableció aproximadamente 700.000 hectáreas de áreas de protección integral (más del doble de la superficie prevista inicialmente), amplió en más de un millón de hectáreas las zonas de preservación forestal (en las que se permite el aprovechamiento sostenible), y regularizó los derechos de propiedad y de uso de la tierra para más de 18.000 personas. A través de este proyecto también fue posible mejorar la vigilancia y supervisión de los recursos naturales de Acre; esto gracias a la formación de capacidades y al desarrollo de sistemas de información y de normas que contribuyan a prevenir y a controlar la tala ilícita y la deforestación.

Carlos Ovidio, coordinador del proyecto y quien también se desempeña como Secretario de Asuntos Estratégicos de Desarrollo Forestal, señaló la importancia de capacitar a una “fuerza laboral técnica y altamente preparada en un estado que inicialmente disponía de muy pocas condiciones para ejecutar sus propias políticas”.
Los caucheros
Entre los beneficiarios del proyecto figuran los caucheros o siringueros como Antônio Teixeira Mendes, quien vive en la reserva Cachoeira. El proyecto le permitió demarcar su propiedad, hacer un levantamiento de sus activos y elaborar un plan de manejo sostenible de recursos forestales; esto incluye determinar en qué árboles de su propiedad pueden practicarse cortes y en qué momento.
El señor Mendes también aprendió a organizar su producción para disponer de un flujo de ingresos durante todo el año. La venta de su producción a través de cooperativas le ha permitido prescindir de los intermediarios, quienes anteriormente se quedaban con gran parte de las ganancias derivadas de la comercialización de los productos forestales de la región.
“La selva es mi cajero automático”, afirma el señor Mendes, quien se ha dedicado a extraer el caucho desde los nueve años de edad. “Para mí, el plan de gestión forestal es como un maestro en mi vida y la vida de muchas personas. Hemos logrado entender el funcionamiento del bosque y su enorme valor para nosotros”.
Organización comunitaria
El proyecto también ha ayudado a las comunidades a organizarse para administrar conjuntamente los recursos forestales y a mantener un diálogo constante con el gobierno del Estado. En la selva estatal de Antimari, único espacio selvático público de Brasil certificado por el Consejo de Custodia Forestal, un grupo de 54 familias supervisa la actividad de las compañías privadas que talan árboles en el marco del plan de gestión forestal sostenible.
Las compañías no solo retribuyen los servicios de vigilancia que prestan las familias sino que además estas últimas pueden recolectar legalmente nueces de la selva. Durante el último decenio, sus ingresos mensuales han aumentado de 200 reales a 1.800 reales, de acuerdo con João Camilo de Assis, un líder comunitario de Antimari. Actualmente, los derechos de exploración de un terreno de 900 hectáreas en Antimari cuestan 100.000 reales, frente a tan solo 1.500 reales hace una década, precisa el señor Assis.
Otro factor importante de esta ecuación consistía en mejorar las carreteras para reducir los costos de transporte y aumentar la competitividad de los productos forestales. En la primera fase del proyecto se siguió un cuidadoso plan elaborado a partir de consideraciones ambientales. Este comprendía la creación de espacios protegidos en puntos estratégicos a lo largo del trayecto, así como la regularización de la tenencia de la tierra, la pavimentación de 70 km de una de las principales carreteras del Estado, y la reparación y construcción de 45 km de vías de acceso.
Cadenas de valor
Tras organizar el aprovechamiento sostenible de productos forestales, el Estado de Acre se propuso impulsar la demanda de los mismos. Para ello se procedió a construir una fábrica de preservativos y un parque industrial destinado a la fabricación de muebles a base de maderas certificadas.
Construida en 2008 y financiada con recursos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, la fábrica de preservativos es la primera del mundo que usa exclusivamente látex extraído de árboles nativos de la Amazonia. Cada año, la fábrica compra 250 toneladas métricas de látex a 700 familias —entre ellas las que habitan en la reserva de Cachoeira— a un precio tres veces superior al de los mercados internacionales y suministra 100 millones de preservativos al Ministerio de Salud de Brasil.
El parque industrial se inauguró en 2004; este alberga un centro de diseño y las instalaciones para la fabricación de muebles que se alquilan a empresas privadas. El centro de diseño ayuda a las empresas a desarrollar productos y a mejorar los procesos productivos con el fin de lograr mayor eficiencia y cumplir con los estándares internacionales.
“La selva es nuestro mayor activo, y es nuestro deber aprovecharlo de un modo inteligente y racional”
-Márcio Veríssimo
El plan de gestión sostenible también ha beneficiado al sector forestal, especialmente en lo que respecta a los productos madereros. Actualmente esta industria representa el 19% de la economía del estado, emplea el 36% de su fuerza laboral y aporta más de la mitad de las exportaciones de Acre a los mercados internacionales.
En 2013, el BID aprobó el financiamiento de una segunda fase del proyecto con el propósito de impulsar el desarrollo comercial y así ayudar al Estado de Acre a generar nuevas cadenas de valor basadas en actividades forestales. Asimismo se busca atraer a inversionistas privados interesados en adquirir concesiones para el aprovechamiento sostenible de los bosques.
“Nuestro plan consiste en atraer un mayor volumen de inversión privada en el Estado para así afianzar el desarrollo de una economía ecológica”, concluyó el señor Veríssimo, Secretario de Planificación de Acre.
Calidad de vida
El plan de gestión sostenible de Acre, la mejora de la red vial y el fortalecimiento de las cadenas de valor se han traducido en una mejora sostensible de las condiciones de vida de las comunidades que viven en las zonas selváticas. Tanto Antimari como Cachoeira han obtenido acceso a servicios de electricidad, enseñanza primaria y salud pública. Las chozas con techo de paja desprovistas de paredes han dado paso a viviendas más amplias y sólidas con varias habitaciones y cuartos de baño.
“La vida en la selva ha mejorado mucho”, sostiene el señor Mendes, quien está añadiendo nuevas habitaciones a su casa empleando concreto y ladrillos. “Hoy en día los recolectores de caucho están protegiendo la selva, viven en armonía, se encuentran satisfechos y perciben buenos ingresos”.
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