Nuestra región debe asegurar el agua para el presente y el futuro con acciones que no solo mitiguen el cambio climático, sino que también propicien su bienestar económico y social. Ese es el tema de las sesiones del Foco en las Américas durante la Semana Mundial del Agua.
Las consecuencias del cambio climático son ya irreversibles, como resultado de décadas de la acción humana sobre el planeta. Esa realidad, que recién planteó en su más reciente informe el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, de Naciones Unidas. Esos efectos los vemos con claridad y con creciente preocupación: sequías intensas y olas de calor sin precedentes en partes del planeta, mientras en otras las inundaciones causan estragos. Muchas de las consecuencias presentes y futuras del cambio climático las sentimos ya, y las sentiremos con más fuerza en el futuro, en el sector de agua y saneamiento.
“Si unimos fuerzas ahora, podemos evitar una catástrofe climática, no hay tiempo para demoras ni lugar para excusas”, señaló el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, a propósito de ese informe. No cabe duda entonces que Latinoamérica y el Caribe necesitan más que nunca avanzar hacia economías resilientes y eficientes. En otras palabras, necesitamos avanzar en el objetivo de proveer servicios universales de agua y saneamiento, y al mismo tiempo, romper el paradigma tradicional para lograrlo que supone poner el énfasis en infraestructura gris, no siempre amigable con el medio ambiente.
Es una tarea con muchos desafíos, en la que hemos avanzado en cobertura de servicios, aunque no con la velocidad que quisiéramos. Desde que se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2015, el mundo ha incrementado en cuatro puntos porcentuales la cobertura de acceso a agua gestionada de manera segura, pasando del 70% en el 2015 al 74% en el 2020. En el caso de acceso a saneamiento gestionado de manera segura, globalmente se pasó del 47% al 54%. No obstante, para alcanzar la universalidad de ambos servicios al 2030, según el Joint Monitoring Program de Naciones Unidas (2020), se deben cuadriplicar las tasas de crecimiento actuales de las coberturas. En este sentido, Latinoamérica y el Caribe, si bien está ligeramente por encima del promedio global en el caso de agua, es la segunda región con coberturas más baja en el caso de saneamiento.
La región mantuvo en 75% la cobertura de acceso a agua gestionada de manera segura y subió de 28% a 34% en el caso de saneamiento seguro. Estimaciones del BID indican que al ritmo que se viene invirtiendo en LAC, apenas en el año 2075 se estarían cumpliendo los ODS. Universalizar el acceso a agua y saneamiento en 2030 requeriría invertir cerca de US$27.300 millones anuales , lo que implica quintuplicar la inversión de 2019. Lograr las coberturas universales implica dar acceso a las poblaciones más vulnerables, cerrar brechas geográficas, socioeconómicas y étnicas; aumentar el financiamiento en el sector, consolidando la gobernanza y planificación, y haciendo más eficiente la gestión en la prestación.
Pero la tarea va mucho más allá de proveer los servicios para todos. Esto implica, ahora más que nunca, introducir infraestructura resiliente, que no solo explote los recursos hídricos, sino también los proteja. También implica dar un salto de calidad en todo el sector, que permita hacer más con menos recursos. Para ello es imperativo adoptar una cultura de innovación en todos lo niveles, desde la elaboración de políticas, la planificación con visión de resiliencia, modelos novedosos de financiamiento, inversión y gestión. El sector necesita urgentemente adoptar innovaciones que ya han producido resultados importantes para mejorar la calidad y asequilibidad de los servicios de agua y saneamiento. Para lograr estos objetivos necesitamos recursos. ¿Qué debemos hacer para incrementar el financiamiento hacia el sector? ¿Por qué unos lugares son más eficientes que otros? Quizá la pregunta de fondo es ¿Cómo financiar la resiliencia climática?
En el BID esa pregunta es central. La resiliencia ante el cambio climático es uno de los ejes centrales de la Visión 2025, que orienta el trabajo del BID en la región. De ahí entonces que el programa del Foco en las Américas durante la Semana Mundial del Agua se centrará en cómo la región está actuando para crear un futuro sostenible en medio de una crisis climática sin precedentes. En ese contexto, los recursos hídricos deben ser la base de los esfuerzos de adaptación y mitigación, que deben combinar la gobernanza, los avances científicos y tecnológicos y el uso de soluciones basadas en la naturaleza.
Con esa visión en mente, el trabajo de asegurar impactos sociales significativos y ambientalmente sostenibles debe considerar planes con intervenciones integrales, es decir, las soluciones no solamente deben enfocarse en metas de servicios de infraestructura, sino también en lograr metas importantes a nivel de desarrollo de capacidades institucionales y de las personas, así como a nivel de una efectiva, inclusiva, equitativa y eficiente participación social.
En el caso del sector de agua y saneamiento la experiencia demuestra que se consigue mayor efectividad en la medida que la planificación considere, entre otros, el enfoque de cuenca, que considera los cuerpos de agua más allá de meros reservorios de los cuales abastecer el agua, sino como espacios naturales en los que debe ocurrir el ciclo hidrológico completo, lo cual implica proteger su entorno de manera integral. Pero también implica reconocer las cuencas como espacios geográficos donde los grupos y comunidades comparten identidades, tradiciones y cultura, y donde socializan y trabajan en función de la disponibilidad de recursos renovables y no renovables.
De ahí que trabajar con enfoque de cuenca obliga a establecer el ordenamiento temporal y espacial de las soluciones mucho más allá de la planificación hídrica, usualmente divorciada de la planificación territorial. Para eso es necesario establecer las articulaciones necesarias para lograr la integración de las soluciones con el entorno; y la gradualidad de las intervenciones por etapas, lo que permite una implementación ordenada, flexible y eficiente de los planes, y con ello lograr los resultados e impactos esperados.
Este enfoque es particularmente importante para nuestros entornos urbanos, en donde vive cerca del 80% de nuestra gente. Las intervenciones tendrán impacto y sostenibilidad solamente si, por un lado, se mejoran las condiciones de agua y saneamiento de las personas, pero también si, por otro lado y al mismo tiempo, también tienen servicios de transporte seguros, eficientes y asequibles; si pueden contar con servicios de salud oportunos, con equipamientos urbanos culturales , deportivos y de esparcimiento asequibles, con infraestructura verde que mejore su resiliencia climática.
Todos estos temas serán el eje central de las sesiones que desarrollaremos a partir del 23 de agosto en el Foco en las Américas durante la Semana Mundial del Agua, el evento global más importante del año en el sector de agua y saneamiento. Les invito a conocer la agenda y a inscribirse sin costo, a este foro que organizamos en conjunto con nuestros socios estratégicos.
El momento de la recuperación post-pandemia nos sitúa en una posición única para hacer de América Latina y el Caribe, sin demoras y sin excusas, una región resiliente y eficiente.
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Si no pudo asistir a las sesiones del Foco en las Américas durante la Semana Mundial del Agua, puede ver las grabaciones aquí:
PEDRO REYES ZAMBRANO dice
Cómo llegar a establecer condiciones básicas de equidad entre la prestación de los servicios de agua pótable y alcantarillado tanto en las zonas rurales así como si se benefician las áreas urbanas.?