La pandemia del COVID-19 presenta no solo un reto, sino una oportunidad para reconstruir mejores servicios de agua y saneamiento post pandemia.
El planeta está enfrentando crisis interconectadas: la pandemia de COVID, recesiones económicas, una pérdida masiva de biodiversidad y el cambio climático. Cada una conlleva sus propias e innegables consecuencias sociales y económicas. ¿Cómo se recuperará el sector hídrico de estos ataques? ¿De qué manera reducirá los costos de la próxima recesión? ¿Y cómo se reconstruirá de manera superadora?
Desde marzo de este año, la pandemia de COVID congeló a las sociedades occidentales. Las oficinas cerraron, muchas personas sufrieron el cese de sus actividades o perdieron sus empleos mientras que restaurantes, teatros y otros espacios públicos debieron mantener sus puertas cerradas.
Durante la Semana Mundial del Agua que se llevó a cabo este año, el BID organizó un encuentro con Carlos Manuel Rodríguez, ex Ministro de Ambiente y Energía de la República de Costa Rica y actual CEO del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), Usha Rao-Monari, ex CEO de Global Water Development Partners y actual Asesora Senior del Sector de Infraestructura de Blackstone, y Sudhir Murthy, Vicepresidente de la Asociación Internacional del Agua (IWA, por sus siglas en inglés) y CEO de RESbonds International, para debatir la mejor manera de reconstruirse tras la pandemia.
En palabras de Carlos Manuel Rodríguez: “la pandemia del COVID es como una ola que amenaza con destruir nuestro hermoso castillo de arena de conocimiento, valores compartidos, desarrollo humano y prosperidad”.
Como si la pandemia no fuera suficiente, se aproxima otra poderosa ola. La consecuente recesión dará lugar a una desintegración social masiva porque nuestra base económica no es lo suficientemente resistente. Rodríguez nos advierte sobre las significativas debilidades del capitalismo: “el objetivo final no debería ser el crecimiento económico ilimitado, porque esto pasa por alto las limitaciones de la naturaleza”. Asimismo, este modelo no les brinda oportunidades a aquellos que han quedado históricamente marginados del progreso. Rodríguez prevé que así como habrá más pobreza tras el COVID, también surgirán desafíos políticos como el populismo, las noticias falsas y otros ataques a las instituciones republicanas.
Paralelamente, otra ola pone en jaque a nuestro castillo de arena: el colapso de la biodiversidad. Si no modificamos nuestras prácticas destructivas de la tierra, más de un millón de especies desaparecerán. Como ecologista y pionero en el pago por servicios ambientales en Costa Rica, Rodríguez hace hincapié sobre la necesidad absoluta de proteger la biodiversidad para el beneficio de toda la sociedad y el planeta, a largo plazo.
Detrás de esa ola cobra impulso un inmenso tsunami que amenaza la vida como la conocemos: el cambio climático. Su naturaleza avasalladora hace que sus consecuencias resulten difíciles de predecir. Muchos aun consideran que es un problema distante y abstracto. Pero la creciente frecuencia de los desastres naturales se impone frente a esa ilusión. Existen puntos sin retorno en el cambio climático que pueden dar lugar a crisis políticas, económicas y sociales irreversibles.
¿Qué podemos hacer para que el castillo de arena se convierta en un fuerte?
Rodríguez considera que tenemos muchas soluciones por delante. Debemos trabajar todos a la par de nuestros gobiernos para limitar los impactos sociales de la pandemia, e invertir en un sistema económico diferente que no conduzca a la pérdida de la biodiversidad y nos aleje de escenarios devastadores en relación con el cambio climático, expresa. Los países deben crear planes de recuperación centrados en los beneficios de la naturaleza y acelerar “la transición ecológica mundial”. A la cabeza de estos programas se encuentran los que limitan la deforestación y promueven un uso sostenible de las tierras para proteger las cuencas de agua en América Latina y el Caribe.
Los países deben reconocer la conveniencia de invertir tanto en adaptaciones como en mitigación. Durante los últimos 30 años, Costa Rica ha hecho exactamente esto. Según el ex ministro Rodríguez, Costa Rica duplicó su cubierta forestal, trasladó el 95% de su sector eléctrico a energías renovables y restauró cuencas hídricas redirigiendo inversiones hacia estos esfuerzos. Como resultado, Costa Rica es más resiliente a eventos climáticos extremos que sus vecinos de América Central.
Desde el punto de vista financiero, “una combinación de normativas y mitigación de riesgos nos ayudará a alcanzar los ODS”, afirma Usha Rao-Monari. El sector privado vacila a la hora de invertir en infraestructura hídrica porque ve en ello demasiados riesgos en comparación a sectores como transporte o electricidad. Sin embargo, el acceso al agua es un derecho humano fundamental. Los gobiernos deberían trabajar conjuntamente con el sector privado para ofrecer paquetes financieros como subvenciones de precios y mecanismos de incentivo para las comunidades.
Sudhir Murthy concuerda: “debemos desarrollar nuestros modelos de negocios en torno a los usuarios del agua para enfrentar las dificultades de flujo de caja”, sostiene. El financiamiento basado en el desempeño es un componente clave de esta estrategia, incluyendo la revalorización de las propiedades y la consiguiente mayor recaudación tributaria. La Asociación Internacional del Agua ha puesto el foco en los usuarios al desarrollar sus bonos de restauración y resiliencia para aplicar reglas de juego equitativas en el plano económico. Rodríguez concuerda: “la gente y las empresas deben internalizar los costos negativos de sus actividades para poder resolver el problema de los oportunistas que utilizan el servicio sin abonarlo”.
Los esfuerzos políticos deben orientarse a que las personas puedan volver a trabajar, a la vez que se hace un salto hacia un modelo económico diferente y superior que no se centre en el crecimiento ilimitado sino en el bienestar humano a través de sistemas equitativos que tengan en cuenta los límites de nuestro planeta. Rodríguez considera las economías circulares como parte de la solución para reducir prácticas de desechos y extractivas.
No obstante, los debates políticos actuales, como el ex Ministro Rodríguez ha podido presenciar, tienden a centrarse en la búsqueda de “fórmulas milagrosas” que puedan arreglar la pandemia y que se basan mayormente en antiguos modelos de deforestación e hidrocarburos. “Debemos movilizar recursos financieros locales”, agrega Rodríguez. Los países industrializados están invirtiendo más en esfuerzos de mitigación que aquellos en desarrollo. Existe una pronunciada división norte/sur en relación con la inversión climática. Los países de ingresos medios o en desarrollo no pueden pretender que los países industrializados lideren los esfuerzos de adaptación y mitigación mundiales.
La pandemia de COVID ha acentuado los efectos del cambio climático. Para combatir estas olas, la infraestructura hídrica debe volverse más resiliente. Parte de la solución exige invertir en soluciones innovadoras basadas en la naturaleza, aprendiendo de otros sectores como transporte y electricidad, y en colaboración con el sector privado.
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