“Si el hombre es un gesto, el agua es la historia. Si el hombre es un sueño, el agua es el rumbo. Si el hombre es un pueblo, el agua es el mundo”, dice Joan Manuel Serrat en “El hombre y el agua. Y es el que el agua cambia nuestra realidad y cómo la percibimos. Algo que en las comunidades rurales de El Salvador fue evidente después de un proyecto que les permitió tener acceso seguro al agua y el saneamiento por primera vez
Por Andrea Ortega C.
Más de 2.000 millones de personas en el mundo carecen de un acceso seguro a agua y saneamiento, lo que impacta en muchos aspectos como la higiene y la salud, según el Programa Conjunto de Monitoreo del Abastecimiento del agua, el saneamiento y la higiene.
Este fue el caso de Sonia Ruiz, vecina de la comunidad de Apastepeque, ubicada en San Vicente, a 60 kilómetros de la capital de El Salvador. “La mayoría de mis hermanos, todo el tiempo pasaban enfermos por el agua. Nosotros tomábamos el agua del nacimiento (del río). Soy la mayor y la que estuve más grave”, cuenta mientras recuerda las consecuencias de tomar agua de una fuente contaminada, en tiempos donde el acceso seguro al recurso hídrico no era posible.
Para esta comunidad, la falta de acceso al agua y al saneamiento condicionó sus vidas. A nivel económico, por ejemplo, la falta de suministro hídrico ponía en jaque la producción agrícola, principal fuente de ingreso en la zona. “Era triste porque si uno no tenía dinero y no tenía agua…”, dice Elena Menjívar, quien también vive en Apastepeque.
Además, condicionaba los horarios y hábitos de las personas, particularmente de las mujeres, quienes son en su mayoría quienes se encargan de obtener agua para sus familias. “Teníamos que madrugar, porque hacíamos fila para sacar agua. Llenábamos tres barriles para llevar en la carreta con los bueyes”, cuenta Verónica Machado, de la comunidad de Concepción de Batres, Usulután, ubicado a 125 kilómetros de San Salvador.
Agua: Un proyecto comunitario
Por esta razón, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) junto a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) llevaron a cabo un proyecto que permitió que tanto Apastepeque como otras comunidades rurales y del periurbano del país tuviesen por primera vez acceso seguro al agua y el saneamiento. “La Cooperación Española ha incidido en tres trabajos: mejora y ampliación de los servicios de agua de las zonas rurales y periurbanas, fortalecer los sistemas de saneamiento básico y fortalecer la gobernanza y el manejo de los recursos hídricos en el país”, explica Fernando Rey Yébenes, coordinador general de la Cooperación Española en El Salvador.
El desafío no era menor, ya que en comunidades como Apastepeque nunca habían contado con estos servicios. Por esta razón, tanto la municipalidad como los ejecutores llevaron a caso un proceso que incluyó a toda la comunidad. “Que sea la gente quien esté a cargo de su administración, cuidado y mantenimiento es una de las claves del éxito”, comenta William Semerón, responsable de la organización comunitaria en el municipio de Concepción Batres.
Así, el proyecto también ayudó a que el ecosistema hídrico de El Salvador funcionara mejor. “El proyecto contribuyó a fortalecer las coordinaciones entre las diferentes instituciones vinculadas con el sector de agua y saneamiento rural, e implementó acciones concretas asociadas a la sostenibilidad de las obras”, explica Margarita Libby, jefa de operaciones del BID en El Salvador.
Acceso seguro: Agua para el bienestar
El proyecto del BID y AECID facilitó que las comunidades mejoraran sus condiciones de vida. Desde sus hábitos diarios hasta su trabajo. Para Elena, esto significa ahorrar tiempo en las tareas domésticas. “Ahora que nosotros tenemos agua, ya uno sale a la pila a lavar. No anda con aquello de que va a lavar al río”, dice.

Para Verónica Machado, su mayor alegría es la seguridad que esto le garantiza a sus hijos, quienes ya no ponen en riesgo su salud. “Los niños se bañan a cada rato. Vienen, se cambian, les doy almuerzo y se lavan las manos. Nunca permanecen sucias sus manos”, cuenta.
Y para Sonia, esto incluso permitió mejorar sus ingresos. “Cuando ya tuvimos agua, nos dieron 20 árboles. Los cuidamos, regamos y vendo 100 (mangos) a 20 dólares”, explica alegre sobre las oportunidades que tener agua en su predio le ha aportado.

El proyecto permitió que comunidades rurales que nunca habían tenido agua y saneamiento en sus casas accedieran a estos servicios por primera vez. “Este ha sido un proyecto sumamente valioso que de no ser por el BID y la Cooperación Española no hubiese sido una realidad […] La ayuda que se recibió fue vital para que hoy en día alrededor de mil familias de alrededor de 17 comunidades de nuestro municipio tengan hoy día este servicio”, explica William.
“Les agradezco mucho al BID y la Cooperación Española por haber pensado en nosotros, por habernos tomado en cuenta y haber hecho posible que tengamos agua en nuestras casas”, agrega Sonia, quien ahora no teme tomar agua de forma segura en su casa.
Cambiando al mundo a través del agua y el saneamiento
Este artículo es parte de la serie “Cambiando el mundo a través del agua y el saneamiento”, una colaboración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) que destaca el impacto que los proyectos de agua y saneamiento tienen en las personas de América Latina y el Caribe.
Autora invitada
Andrea Ortega Carreño es consultora en Comunicación para el BID y La Cooperación Española y apoya el Fondo Español de Cooperación para Agua y Saneamiento para América Latina y el Caribe (FECASALC). Es doctoranda en estudios feministas y de género de la Universidad Complutense de Madrid.
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