¿Importa saber las cifras estadísticas? Seguramente la respuesta automática de todos es ¨claro que sí¨. Sin embargo, seguimos siendo testigos de la falta de interés de algunos gobiernos de la región por invertir en la producción de información estadística que permita conocer las características básicas de su activo más preciado: su población.
Esta falta de motivación para invertir en la generación de información estadística se traduce en que en algunos países las instituciones responsables del tema, las oficinas nacionales de estadística (ONE), no estén en el radar de las altas autoridades. Y dado que los datos son como el agua, que sólo se valoran cuando faltan o cuando son de mala calidad, las ONEs tienden a aparecer en la agenda nacional en el contexto de noticias negativas: falta de datos, manipulación de cifras, fallas en el trabajo de campo, etc.
En términos generales en la región nos encontramos con ONEs competentes técnicamente, pero con marcos legales anacrónicos y estructuras institucionales que podrían ser más eficientes. A esto hay que agregar el advenimiento de nuevas fuentes de información no oficiales (i.e. big data) y el rápido avance de la tecnología para completar un escenario de alta presión sobre agencias con pocos recursos y de las que la población general se acuerda cada diez años cuando se hace el censo de población.
Este panorama presenta un reto para actualizar la producción de estadística en la región mediante la modernización de las entidades responsables de dicha producción, las ONEs. Entendiendo que un proceso de innovación no es sólo tecnológico. Sí, la tecnología es una herramienta esencial, pero no basta con hacer lo que se hacía en papel ahora en un dispositivo móvil. Es necesario pensar en renovar y adaptar los marcos legales de las ONEs al nuevo entorno de la información, dándoles herramientas para poder acceder de mejor manera a los registros administrativos del gobierno, proveyéndoles de mecanismos que les permitan colaborar de manera cercana con la academia, y proporcionándoles instrumentos mediante los cuales puedan colaborar con el sector privado en el aprovechamiento de fuentes de datos no oficiales. Este proceso debería también servir para dar mayor autonomía y mecanismos que protejan la integridad técnica y la independencia profesional de las ONEs.
Sin embargo, los marcos legales y la institucionalidad de las ONEs importan poco si no se cuenta con una masa crítica de usuarios dispuestos a protestar cuando los flujos de información estadística pierdan oportunidad y relevancia. Listos para molestarse cuando haya injerencia política en las decisiones de qué información se produce y cuando se publica.
El crear esta masa crítica de ¨dolientes¨ está en manos de las propias ONEs, pues pueden impulsar estrategias de diseminación de datos que fomenten la transparencia e impulsen el uso de la información. Promoviendo así una cultura estadística en la población a la que no sólo le importe saber, si no que además exija saber.
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