¿Qué porcentaje de la música que escuchas ha sido elegida por ti?. Sobre gustos no hay nada escrito, y existen diferentes tipos de oyentes, están aquellos pegados a las últimas novedades, el seguidor de discos históricos, el que adapta las melodías al momento del día, o los que se dejan sorprender por lo aleatorio. Sin embargo, lo más interesante de las nuevas formas de escuchar música es como los servicios de streaming se van colando en nuestra cabeza para recomendarnos listas cada vez más personalizadas. Servicios como Spotify, Deezer, Google Music, Tidal, Beats (hoy reconvertido en Apple Music) o Songza, representan los nuevos protagonistas de un juego que acaba de empezar.
Hace un año o dos, abrir Spotify implicaba enfrentarse a “radios” de tal o cual artista, a recomendaciones concretas de discos lanzados recientemente, o poder acceder a músicos escuchados por tus amigos. Ahora el algoritmo se ha sofisticado a tal punto que la batalla por el mercado pasa a estar dominada por quien se adapte mejor a los gustos de cada oyente.
Pero no todos proponen lo mismo, las estrategias varían y se adaptan. Tomemos como ejemplo Beats Music, el servicio de streaming musical ofrecido por Beats Electronics, la empresa de auriculares fundada por Dr. Dre y Jimmy Iovine. La propuesta de este servicio está en los expertos y su selección de preferencias en función de los hábitos de escucha y el estado de ánimo del oyente. La empresa propone que si hasta ahora había predominado descubrir los gustos de cada oyente, eligiendo de una lista infinita e inabarcable de canciones, discos y artistas, porqué no poner el acento sobre sus expertos y su elección de preferencias.
Poco a poco todas las plataformas están tomando la misma dirección. Con todas estas herramientas y el conocimiento que hoy hemos desarrollado para personalizar la oferta de música, ¿es posible pensar en gobiernos en streaming? ¿cómo funcionarían las recomendaciones gubernamentales en un streaming público?
El sistema podría identificar las preferencias y los hábitos de los ciudadanos en cuanto a su relación predominante con su gobierno. Habrá aquellos que en su vínculo con el Estado, y por ende con la información que éste genera, priorizarán el desarrollo de sus negocios, existirán vecinos que quieran participar de la gestión de su ciudad, el trabajador de la educación, el del transporte, el de la salud, el jubilado, los adolescentes, los activistas sociales, todos con diferentes intereses en su relación con la administración. Con base en esos intereses poder ofrecerles las mejores recomendaciones – algoritmos y buenos editores públicos – para generar homepages personalizadas.
Habrá tantas homepages como ciudadanos o grupos de ellos, atendiendo sus intereses, necesidades y gustos. El éxito recaerá, al igual de lo que sucede con los servicios de música en streaming, en que la recomendación pública logre aportar valor y que cada ciudadano suscrito al servicio se identifique con los temas que realmente son de su interés. Cuanto más sepamos al escuchar a los ciudadanos mejor le conoceremos, y las recomendaciones serán más refinadas y alineadas con sus gustos y necesidades personales. Imaginarse un streaming gubernamental busca expandir el potencial de un gobierno que se adapta a las necesidades de cada ciudadano.
Pero cuidado, si bien sofisticados sistemas matemáticos pueden predecir y estructurar una oferta de información en función de los gustos e intereses de los individuos, esta oferta deberá estar necesariamente acompañada por una oferta editorial hecha y pensada por personas. Los temas que dominan la agenda pública, el interés común, los valores que comparte la sociedad, la cultura y otros, requiere de editores que vengan a complementar el interés personal con temas de interés común. En un streaming orientado a lo social puede ser interesante imaginarse el anti-algoritmo, es decir, aquel que descubre tus posibles intereses no a partir de tus gustos, sino de lo que a priori descartas. Con recomendaciones del tipo: “esto te puede interesar porque has recibido tal o cual información recientemente”, “esto no está en tu lista de preferencias pero puede servirte para conocer mejor a tu ciudad”, “creemos que eres lo suficientemente curioso para que te intereses por lo que está sucediendo en tal o cual lado”, etc.
Un gobierno en streaming, al margen de los datos de tráfico en redes, deberá hacer un gran esfuerzo por estar en permanente contacto con los ciudadanos a través de múltiples canales, que no serán siempre virtuales, y saber aprovechar toda la información que de ellos se pueda obtener —redes sociales, blogs, mailing, laboratorios ciudadanos, entre otros— algo similar a lo que sucede con la música. Están aquellos que no saben lo que quieren escuchar pero tienen claro sus géneros o artistas favoritos, están los más activos y creativos que les interesa aprovechar al máximo las potencialidades del servicio, pero al final todo depende de la voluntad de cada uno de navegar por el casi infinito mundo de la música, que en nuestro caso, serían los datos públicos y abiertos.
La idea detrás de promover gobiernos en streaming, es la de motivar a que los ciudadanos reciban mejores servicios, hoy más personalizados, poder acudir a nuevos terrenos aún por explorar en el ámbito público; el acceso a una cantidad inmensa de información que hoy se produce, desde cualquier terminal, donde y cuando quiera de manera rápida, cómoda y segura, y que aporte más valor.
En el debate sobre la rentabilidad de un nuevo mercado para la música se están ensayando y discutiendo diferentes alternativas. Soy de los convencidos de que el resultado final dependerá en gran medida de estrategias que añadan valor a los servicios llamados “Premium”, es decir que muchos lleguen a la conclusión de que vale la pena pagar por un servicio de música diferenciado. En lo público sucederá algo parecido, un servicio base común y personalizado para atender un interés más general, pero acompañado por una oferta más sofisticada, en función de los intereses sociales, económicos y culturales que cada uno de nosotros tiene.
Ya no se trata de poder escuchar a un sinfín de canciones almacenadas quién sabe dónde, o tener al alcance de la mano a millones de datos, el desafío está – desde la gestión pública – en cómo escuchamos mejor a la gente, segmentamos mejor la oferta de información, aprendemos a bucear en ella, integramos a buenos editores públicos, abrimos puertas, y así llevarnos gratas sorpresas. El desafío está en que BigData se convierta en una gran cantidad de personas que comparten con su gobierno la tarea de gobernar el cambio.
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