Por Angela García Vargas y Rachel Strohm *
A medida que los adultos jóvenes se casan más tarde, tienen una mayor propensión a tener relaciones sexuales antes del matrimonio, lo que aumenta su exposición al embarazo no deseado y a infecciones trasmitidas sexualmente. En Colombia, el 60% de la población con menos de 18 años es sexualmente activa, y sólo el 55% de las mujeres jóvenes usaron un condón en su primer encuentro. Se supone que los colegios ofrecen cursos de educación sexual en los colegios, pero en la práctica esto es limitado, y muchos adolescentes colombianos nunca reciben educación sexual formal. Es claro que se necesita alguna forma de curso de educación sexual que sea costo-efectiva y escalable.
Mientras que la mayoría de los programas de educación sexual en el mundo son provistos presencialmente en los colegios por profesores o pares, hay un interés creciente en el uso de las tecnologías de información y comunicación (TICs) en la educación sexual. El uso de TICs es atractivo por tres razones.
Primero, el escalamiento de los programas de educación sexual puede ser más fácil que con métodos basados en la escuela. En segundo lugar, los cursos en línea pueden compensar la incomodidad o resistencia de profesores a discutir temas de salud sexual. Tercero, la anonimidad que el uso de ICT puede facilitar mejor el aprendizaje que sesiones presenciales en clase. Con este tipo de beneficios, los programas TIC se han convertido en una opción atractiva de política – pero se require más evidencia rigurosa de su impacto.
Una investigación reciente de Alberto Chong, Marco Gonzalez-Navarro, Dean Karlan y Martin Valdivia usa un experimento de selección aleatoria para evaluar si un programa de cursos de educación sexual por internet en Colombia mejora el conocimiento, la actitud y el comportamiento de adolescentes colegiales en temas de salud sexual. Este curso fue desarrollado por Profamilia, entidad no gubernamental afiliada a Planned Parenthood International. Profamilia tiene décadas de experiencia trabajando temas de salud sexual adolescente. El curso tiene una duración de un semestre, es interactivo y cuenta con cinco módulos sobre salud sexual y relaciones sociales, e incluye sesiones con preguntas, exámenes y un seguimiento personalizado remoto guiado por un tutor que está disponible para responder preguntas.
¿Cuáles fueron los resultados de la evaluación?
Seis meses después de la conclusión, los estudiantes que participaron en él tenían más conocimiento de salud reproductiva, mejores actitudes hacia el uso del condón y actitudes más conservadoras frente a la actividad sexual, y podían identificar mejor instancias de abuso sexual. Entre la minoría de estudiantes que eran sexualmente activos al inicio del experimento (línea de base), los autores identificaron una reducción de enfermedades trasmitidas sexualmente, auto reportadas. Aún en el caso en que los efectos del curso se diluyen rápidamente – 25% al año – el valor de la reducción de las infecciones transmitidas sexualmente, más que cubre los costos del curso ($14.60 por estudiante por semestre).
Para ir más allá de mediciones auto-reportadas de infecciones trasmitidas sexualmente, los autores también le ofrecieron a los estudiantes cupones para condones seis meses después de terminado el curso, y encontraron que el haber estado en una clase de “tratamiento” llevó a un aumento de 10 puntos porcentuales en la posibilidad que los estudiantes redimieran el cupón (28% para estudiantes tratados versus 18% para el grupo de control).
Los autores también estudiaron los efectos secundarios entre clases y entre estudiantes y encuentran que tratar una sola clase en un colegio no tiene efecto adicional sobre otras clases en el mismo colegio. Sin embargo, los efectos del curso se magnifican en la medida que el porcentaje de la red de amistad de los estudiantes aumenta. De hecho, cuando son tratadas redes completas de amigos, emergen mejoras globales en el comportamiento sexual comparando con estudiantes cuyos amigos no fueron tratados (especialmente con respecto a la frecuencia del sexo y el número de parejas). Esto sugiere que en situaciones en las que las normas sociales tienen un papel importante, las intervenciones que se focalizan grupos enteros de pares, tienen mayor probabilidad de ser exitosos que programas dirigidos a personas o individuos.
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