Creative Commons – Charis Tsevis
En 2010, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución en la que oficialmente designó el 20 de octubre 2010 como el primer Día Mundial de la Estadística. El 20 de octubre pasado se celebró el segundo Día Mundial de la Estadística, y el BID se unió a esta fiesta en el reconocimiento de la importancia de las estadísticas y el poder de los datos.
Dado que los países y las organizaciones comienzan a aplicar la ambiciosa Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, las estadísticas e indicadores confiables y oportunos son más importantes que nunca. Por esa razón, el tema del Día Mundial de Estadísticas 2015 se observó bajo el lema “Mejores datos, mejores vidas.”
Los tres expositores, Richard Leshner de Planet Labs, Anthony Vanky de MIT Senseable City Lab y Hermann Habermann de la National Academies of Sciences; además de mostrarnos las posibilidades del big data, nos retaron a pensar en la mejor manera de aprovechar esta fuente de información y en el futuro de las oficinas nacionales de estadística en este contexto.
¿Qué aprendimos? Actualmente, apreciamos dos realidades:
- En la primera, tenemos a las oficinas nacionales de estadística que se dedican a la recopilación de información principalmente a través de censos y encuestas. Por lo general, esta información se prepara de manera rigurosa y se busca que se aplique de tal manera que los resultados sean representativos de la población o de un grupo de estudio determinado, por lo que toma tiempo y esfuerzo para recopilarse.
- Otra realidad es aquella en la que diferentes agentes privados se dedican a la producción de información por sí mismos o a la minería y análisis de datos generados por Facebook, Twitter y operadores de telefonía móvil, por ejemplo. En esta realidad, empresas privadas, think tanks y otros organismos no gubernamentales procesan la información rápidamente y generan resultados con un nivel de detalle y frecuencias altísimas. Pero con limitaciones en cuanto a su representatividad y validez estadística,
Sin embargo, lo que no está claro es cómo interpretamos estas dos realidades. ¿Qué tipo de acuerdos debieran existir entre los productores privados y las oficinas nacionales de estadística? ¿En qué medida las oficinas nacionales de estadística están en la posición de impulsar el ordenamiento y utilización de registros administrativos, es decir, el big data estatal? ¿Cómo y en qué grado se puede integrar la información del big data en la elaboración de encuestas y censos para mejorar su oportunidad y cobertura geográfica? ¿Deben las oficinas de estadística certificar la calidad de los datos que circulan?
Estas son preguntas latentes que las oficinas estadísticas están evaluando y ponderando. La conclusión de la reunión podría ser que el big data supone un cambio de paradigma global en la producción y uso de datos, y las oficinas nacionales de estadística no son ajenas a ello, lo cual hace necesario fortalecer las capacidades estadísticas nacionales de modo sostenido.
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