Esta semana estuvo en Washington DC la familia Benavides, los productores, guionistas, directores y actores de Engaño a primera vista, la película boliviana más taquillera de la década. En su presentación, mencionaron que sus planes creativos no pasaban por seguir haciendo piezas audiovisuales corporativas por encargo, sino dedicarse al cine de ficción a tiempo completo desde un país pequeño, ya no como pasatiempo.
Yecid, Yecid Jr. Y Johanan Benavides, después de haber participado en el equipo de filmación de películas como Quién mató a la llamita blanca (la película más taquillera del cine boliviano), Rojo, amarillo y verde o Los viejos, decidieron que lo que querían aportar al cine nacional, era aquello que ellos disfrutan viendo en la gran pantalla como espectadores. Su propuesta es sencilla en cuanto a la pretensión artística, pero ambiciosa en cuanto a resultados: vivir del cine, de las emociones que puedan transmitir a los espectadores y de contar historias fascinantes, bien narradas. Su película ya ha logrado recaudar un cuarto de millón de dólares en su primer semestre, atrayendo a 50.000 espectadores, en las principales salas de Bolivia e inclusive en el área metropolitana de Washington DC, donde tuvieron seis presentaciones, todas con la sala llena.
Los Benavides no son nuevos en la industria creativa del país andino. El padre, Yecid Benavides, lideró la conocida banda de rock fusión BJ-4, en los años 80, junto con Susana Joffré. Luego de años de experiencias diversas en los escenarios, han comprendido que el arte es una industria de la que se puede vivir bien.
El caso paradigmático de la industria boliviana, es el de Juan Carlos Valdivia, único boliviano nominado al Goya y ganador en Sundance, quien desde que estrenara el largometraje Jonás y la ballena rosada hace 20 años, con un presupuesto de más de un millón de dólares, no ha parado de crecer. Ha llegado a tener un equipo de entre 20 y 100 empleados directos y free lance, entre creativos –como el dramaturgo Diego Aramburo– y personal administrativo experimentado, como la productora Ximena Valdivia, y ha colaborado en producciones culturales tan diversas como la Bienal de Arte Contemporáneo SIART o el diseño expositivo del centro expositivo más grande del país, el Museo de Orinoca.
Bolivia ha sido tradicionalmente un país importador de bienes y servicios creativos, más que exportador, aunque esa tendencia puede estar cambiando. Las posibilidades de la deslocalización de ramas como el diseño, la industria audiovisual o el software, abren puertas que, bien aprovechadas, pueden significar una fuente de ingreso muy importante en las próximas décadas.
De acuerdo con el informe “Creative Economy Outlook” preparado por la UNCTAD de 2015, Bolivia logró un crecimiento en exportaciones en las industrias creativas de 69,3 millones de dólares en 2003 a 81 millones de dólares en 2012. Las importaciones, que crecen más rápido, llegaron en 2012 a 159,8 millones de dólares, principalmente gracias al incremento en el consumo de productos y servicios de diseño (casi 80 millones), publicidad y editorial y nuevos medios. Las principales exportaciones incluyen diseño de textiles, joyería y artesanías, en mercados como Estados Unidos, Venezuela, Canadá, Reino Unido y Chile. El cine mueve casi 30 millones de dólares anuales y mete casi 4,5 millones de espectadores al año (Egeda, 2015), todo ello por supuesto sin contar la industria pirata.
Estas buenas cifras necesariamente piden atención, y de alguna manera la está recibiendo. Desde el Ministerio de Culturas de Bolivia se está colaborando con la oficina estadística de Colombia, DANE, para conocer su aprendizaje en la elaboración de cuentas satélites nacionales de cultura y así poder medir su impacto en la economía nacional. También esta semana se ha anunciado la creación de un observatorio en la materia en Santa Cruz, mientras que el colectivo Telartes, reconocido por UNESCO como parte de su Fondo Internacional para la Diversidad Cultural, lleva ya un buen tiempo proponiendo políticas públicas, este mes a través de un proceso participativo para la propuesta de la Ley de Gestión de espacios Culturales.
El gran reto de las industrias culturales y creativas en países como Bolivia sigue siendo el de dar el salto fuera del continente. Para ello hay que impulsar la aparición de todo el ecosistema creativo alrededor de la industria audiovisual, que en América Latina genera 220.000 puestos de trabajo entre televisión y la gran pantalla.
El caso de Adrián Suar, productor argentino que visitó Idear Soluciones en 2016, es singular, pues ha logrado decodificar el gusto del público norteamericano y argentino, por separado, y generar productos creativos para distintas audiencias, desde Disney, pasando por la producción de la oscarizada película El hijo de la novia, hasta llegar al teatro argentino con su productora Polka.
Los Benavides, Juan Carlos Valdivia o Adrián Suar forman parte del entorno creativo que mide y comunica el movimiento Idear Soluciones. Un movimiento que abarca mucho más que cine, y queremos que formes parte de nuestra comunidad naranja, contándonos tus experiencias o mostrándonos cómo un pasatiempo se ha convertido en tu profesión.
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