Resulta casi imposible desestimar la importancia y la contribución del sector transporte para las economías y la sociedad, ya que como todos sabemos, el transporte en todas sus versiones, nos permite conectar lugares, mercancías y personas. Los beneficios de un sistema eficiente de transporte han sido ampliamente explorados y siguen siendo el enfoque tradicional para el desarrollo sectorial: desde el mejoramiento de la accesibilidad a empleos, mercados, servicios de educación y salud, hasta la reducción de los costos operacionales para sectores económicos clave.
Abordar dicho enfoque es importante, pero puede estar faltando captar otra perspectiva clave de esta historia, aquella hecha por trabajadores -hombres y mujeres- que ven (y vemos) este rubro como su principal fuente de sustento económico, de desarrollo profesional y de contribución activa en la sociedad.
¿Pero, por qué es importante impulsar una perspectiva adicional? ¿Y por qué ahora?
Los tiempos han cambiado. Según datos de CEPAL (2021), la pandemia de la COVID-19 ha generado la mayor contracción económica de los últimos 120 años. Esta crisis ha impactado la región como ninguna otra, generando un decrecimiento del PIB per cápita en 8.1% durante 2020,[1] una exacerbación de los niveles de desigualdad y un impacto sobre los mercados laborales sin precedentes, con la pérdida de hasta 30 millones de empleos. Dada la naturaleza presencial de sus actividades laborales y la baja capacidad de teletrabajo, los sectores de la Construcción y Transporte y Almacenamiento estuvieron entre las ramas económicas más afectadas.
Este panorama tiende a complejizarse si se tiene en cuenta que la región arrastra una brecha preexistente en materia de financiamiento de infraestructura que posiblemente será agudizada por los altos niveles de déficit fiscal generada por la inminente contracción económica[1]. Ante esta coyuntura, buscar una mejor articulación con agendas sociales, en especial con el potencial de estas en la generación de empleo de calidad, debe ser lo prioritario. En otras palabras, la llamada “nueva normalidad” nos invita a conceptualizar el sector de transporte como uno de los más potentes frentes para generar empleo, pero sobre todo para mejorar la empleabilidad de aquellos en el sector. El cómo hacerlo requiere sin embargo de por lo menos dos pasos previos fundamentales:
Primero, medir para fortalecer y mejorar: el transporte como empleador
Seguramente, muchas veces han usado datos y cifras sobre la contribución directa del sector en términos macroeconómicos y de ocupación, pero quizá nunca se habían dado cuenta de la importancia y el peso que el transporte tiene en nuestra región. En América Latina y el Caribe los sectores de Transporte y Almacenamiento, y de Construcción representan respectivamente el 8% y el 6% del PIB[2] regional, con picos elevados, como el caso de Panamá, donde ambos sectores llegan a representar más del 31% del PIB.
En el mismo orden, el rubro cubre una importante parte de la ocupación regional, con aproximadamente el 14% de su empleo total. De acuerdo con estadísticas oficiales agregadas para 25 países incluidos en el Sistema de Información de Mercados Laborales y Protección Social (SIMS) del BID, ambos sectores emplean casi 40 millones de trabajadores, resultando ser el tercer rubro por volumen de empleo directo generado, posicionándose solo por detrás de Servicios Sociales y Comunales (34%) y de Comercio, Restaurantes y Hoteles (21%).
Entre los países con mayor participación laboral en ambos rubros se destacan Panamá (18%), Bolivia (16.7%), Belice (16.5%), y Chile (16.1%).
Pese a esta innegable importancia, ambos sectores se caracterizan por problemas estructurales como los elevados niveles de informalidad laboral (72% por Construcción y 55%, por Transporte y Almacenamiento)y niveles de escolaridad inferiores al promedio.
La brecha de género es también particularmente marcada en ambos sectores (imagen 3 y 4). A nivel regional, apenas el 5% de trabajos en el sector de la Construcción son realizados por mujeres, mientras que en Transporte y Almacenamiento esa cifra corresponde a un 18%.
Segundo, cambiar de ángulo para tener una nueva perspectiva: invertir en el transporte e infraestructura como amplificador de una reactivación socioeconómica más inclusiva y resiliente.
Las inversiones en infraestructura y transporte tienen el potencial de favorecer el desarrollo socioeconómico de la región. Por un lado, por su potencial para impulsar el crecimiento económico y fomentar la convergencia económica entre países; pero también como una solución no tradicional para el cierre de brechas sociales. De hecho, considerando la caracterización de la fuerza laboral del rubro (presentada arriba), una inversión en transporte e infraestructura con mayor foco en fortalecer la empleabilidad de aquellos en el sector podría revitalizar -por lo menos en el plazo más inmediato- aquella economía obrera, constituida por camioner@s, conductor@s, electricistas, técnic@s, soldador@s y otros trabajadores con baja escolarización, que en las últimas décadas han sido dejados atrás por una transición hacia una economía siempre más intensiva de conocimiento[1].
Para poder explotar completamente este potencial es necesario cambiar la perspectiva típica de la inversión en el rubro; yendo más allá de la mera narrativa relacionada a la generación de puestos de trabajo a través de la construcción de infraestructura. La inversión tendría que concentrarse, por un lado, en utilizar las nuevas fronteras del trabajo sectorial -ofrecida para la digitalización y la descarbonización-; y por el otro, estimular propuestas que incluyan la diversificación de las trayectorias profesionales, el desarrollo de programas activos de capacitaciones y aprendizajes y la retención de los trabajadores, con el fin último de generar un pipeline de talentos[2] de infraestructura y transporte que pueda fomentar caminos más sólidos hacia trabajos de calidad en el sector de hoy y de mañana.
¡El momento es crucial!, seguro ya han oído y leído esto….
Invertir en el rubro ahora y bajo esta perspectiva significaría, no solamente garantizar la salud de sectores extremamente importantes en términos económicos y ocupacionales; sino también, apostar a una revitalización socioeconómica diferente, más inclusiva y adaptable a lo que un futuro con múltiples incertidumbres puede traer.
[1] Según los datos actualizados del Informe de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del FMI (2021)
[2] Las crisis económicas han dejado un legado perdurable de baja inversión en infraestructura. Ver: Serebrisky, T., Brichetti, J. P., Blackman, A., & Moreira, M. M. (2020). Infraestructura sostenible y digital para impulsar la recuperación económica post COVID-19 de América Latina y el Caribe: un camino hacia más empleo, integración y crecimiento.
[3] Fuente CEPALSTAT: Valor Agregado del PIB por precios corrientes, año 2019
[4] Ver:Carnevale, A. P., & Smith, N. 15 Million Infrastructure Jobs: An Economic Shot in the Arm to the COVID-19 Recession.
[5] Diego Richards – Upskills
Autora invitada: Paola Ortiz es arquitecta urbanista. Candidata a doctora por la Universidad de Liege, Bélgica, en la Unidad de Paisaje y Biodiversidad.
Recibió su grado en Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador en convenio con el Politécnico de Milano, Italia. Tiene una Maestría en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente otorgada por la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Actualmente, dicta las cátedras de Teoría y Diseño Urbano en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador y ha sido consultora para el BID en las áreas de planificación urbana, migración, transporte y género.
german aguirre dice
deseo obtener ese material para poder imprimirlo . desde ya muchas gracias