Hace unos días tuve una de esas conversaciones que inevitablemente te hacen reflexionar. Fue en un viaje reciente, durante el desayuno en el hotel. Bryan, un camarero joven y atento, me deseó los buenos días y, después de preguntarme qué planes tenía para el día, me sugirió unas cuantas ideas para conocer mejor la ciudad y aprovechar al máximo ese domingo. Me pareció interesante indagar un poco sobre su historia, así que activé el “modo camuflaje” que me permite, sin dar demasiadas pistas sobre a qué me dedico, observar la realidad menos intrusivamente y con mayor objetividad.
Así descubrí que Bryan aprovechaba su trabajo en el hotel para pagarse los estudios. “Estoy acabando ingeniería agrónoma, pero lo que en realidad me gusta es el sector de la hostelería.” “¿Te gustan más los trabajos de cara al público?”, pregunté. “Sí. Me gusta estar con la gente, y creo que se me da bien. Por eso, cuando acabe la ingeniería, quiero hacer algún curso para poder dirigir un hotel.” Al hilo de mis preguntas me contó también que la empresa propietaria les exigía mucho: que les insistían que debían ser muy cordiales con los clientes, y esforzarse para que sus huéspedes estuviesen muy a gusto. Conmigo, desde luego, lo consiguieron.
Con la conversación ya entablada, aproveché para contarle lo que me traía a Perú y cómo, con eventos como el de TransFormación, intentábamos ayudar a generar una fuerza laboral más preparada, mejor formada para ser más productiva. La idea le gustó. También le encantó cuando le conté el proyecto de capacitación del sector hotelero en la Riviera Maya. Le dije que eso es lo que más me gusta de mi trabajo: pensar que lo que hago sirve para crear oportunidades para otras personas y así intentar que las cosas vayan mejor.
“Y a ti, ¿qué es lo que más te gusta de tu trabajo?”, pregunté. “Lo que más me llena es cuando un cliente te da las gracias, o notas que está satisfecho por el servicio que le has prestado. Ése es mi triunfo de cada día“.
Esa respuesta me estuvo martilleando en la cabeza el resto del día. Me hizo recordar cuán importante es dar las gracias por tantos y tantos trabajos que parecen menudos, pero tienen detrás una larga lista de pequeños (y no tan pequeños) esfuerzos de una persona y a veces de una familia entera. Detrás de la sonrisa de un camarero hay demasiados incómodos viajes en un autobús destartalado para llegar al trabajo, demasiadas horas de estudio por la noche para cosecharse un futuro mejor, demasiados malabarismos para llegar a final de mes, como para que esas pequeñas atenciones nos pasen desapercibidas.
Bryan, esta es mi manera de dar las gracias por tantos pequeños trabajos que son muy grandes.
Hola amigas y amigos del maravilloso mundo del BID mi familia social, reciban un cordial saludo desde CALI, la capital mundial de la salsa.
Es importante, esta historia, conocer del común de las personas que trabajan en oficios de bajo perfil es interesante cada una de estas hermosas personas tienen sueños, y desde su labor están desarrollándolos, sin embargo, sería bueno que los países realizaran políticas públicas que generen procesos de ayuda a este tipo de empleados de tal manera que se les ayude a brindar soluciones oportunas para sus ideas.