Tiene fama de ser un deporte duro, incluso violento, pero también muy noble. De él se dice que es “un juego de bárbaros practicado por caballeros”. La definición hace honor al rugby, un deporte con una idiosincrasia y valores propios que se pueden extraer para la vida misma y, por qué no, para el trabajo. Esta semana, aprovechando la celebración de la final del Mundial (en el que Argentina y Uruguay fueron los únicos representantes de América Latina), les invitamos a acompañarnos en este ejercicio. ¿Puede tener consecuencias positivas para el mercado de trabajo que apliquemos los valores del rugby? Juzguen ustedes.
El equipo es lo primero. En un deporte en el que se enfrentan (en el sentido más puro del verbo) quince contra quince, el valor del colectivo adquiere una importancia muy significativa. Para un jugador de rugby, sus compañeros de equipo son casi una extensión de su familia. Junto a ellos pelea para ganar –y defender– cada centímetro del terreno de juego, algo esencial en una disciplina en la que las individualidades rara vez resultan decisivas. Quizá esto le haga reflexionar: en su trabajo, ¿qué lleva a una mayor productividad, el trabajo individualizado o el colectivo?
Todos los perfiles cuentan, todos suman. El rugby es uno de los pocos deportes que se adaptan a personas de muy diferentes condiciones. Están los altos (alas o flankers), los rápidos (zagueros o fullbacks), los gordos (delanteros), los habilidosos (medio scrum)… Se trata de aprovechar al máximo las diferentes características de los jugadores y acomodarlas a las necesidades específicas de cada puesto. Al complementarse, las distintas habilidades individuales benefician al colectivo. Como en el rugby, en el mercado laboral no existe una figura única del ‘trabajador ideal’. ¿Por qué no sumar, cada uno con sus propias habilidades, para que lo aproveche el conjunto?
Disciplina y respeto por las reglas. Cualquier jugador de rugby sabe que las normas no están ahí para servir de decoración. Quien no respete con total pulcritud las reglas no tiene cabida en este deporte. En el rugby no hay espacio para fingir un golpe. Tampoco se intenta engañar al árbitro, cuya autoridad nunca se cuestiona (vean este buen ejemplo del popular juez Nigel Owens). La disciplina y el respeto son cualidades que también se valoran mucho en el mercado laboral. De hecho, existe evidencia de que el cuidado de estas habilidades socioemocionales amplía las posibilidades de las personas en la vida y en el trabajo.
El tercer tiempo. Los conflictos, las disensiones, forman parte intrínseca de cualquier trabajo en equipo, especialmente en un ambiente rudo como puede ser un campo de rugby. Saber lidiar con estas situaciones es fundamental. En un deporte de contacto como este, es esencial liberar las tensiones acumuladas durante la batalla. Para ello existe el tercer tiempo, toda una institución de la que este deporte puede sentirse orgulloso. Terminado el partido, tras disputar los dos tiempos, los jugadores de ambos equipos, junto con los árbitros y los entrenadores, ‘disputan’ la última parte del encuentro…, junto a la barra del bar. El tercer tiempo es todo un ritual para quienes forman parte de la familia del rugby, y un ejemplo más sobre limpieza y nobleza de este deporte, en el que además las aficiones ‘rivales’ comparten espacio en las gradas sin ningún inconveniente.
“Al rugby se juega con el corazón”. Esta frase, plasmada en un antiguo comercial para apoyar a Los Pumas de Argentina, recoge en esencia lo que jugadores y aficionados sienten por este deporte. En el rugby más amateur, tomar parte de un simple entrenamiento puede conllevar un esfuerzo personal enorme, ya que se trata de una actividad deportiva muy intensa que, tal vez, llega después de toda una jornada de trabajo o estudio… No es un sacrificio menor, como tampoco lo es para cualquier trabajador la búsqueda de su formación continua, tanto dentro como fuera de su puesto de trabajo. Sin embargo, toda inversión personal (también en el ámbito laboral) conlleva siempre un esfuerzo extra, que siempre será más fácil de afrontar si “se juega con el corazón”. Al final de todo, y también en el trabajo, ¿no se trata de ir siempre para adelante?
Como ven, este deporte es diferente. En él, una victoria nunca es intrascendente. Así es el rugby y así son sus valores (de esta forma los recoge este video). ¿No creen que podemos tenerlos presentes en el trabajo y, en general, en la vida?
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Muy buen artículo.
No se si la comparación es intencionada o no, pero en las metodologías de gestión modernas se destaca mucho Scrum, que debe su nombre y parte de sus orígenes, al trabajo publicado en Harvard Business Review por Takeuchi y Nonaka: https://hbr.org/1986/01/the-new-new-product-development-game
Es un clásico ya, sobre una forma de trabajo mucho más colaborativa, orientada a resultados y donde se forman grupos multidisciplinarios de alto rendimiento, evitando la separación de tareas y aumentando el compromiso y motivación de todos.
Ojalá estos cambios lleguen más pronto que tarde!!