El año 2016 fue un año lleno de sorpresas, entre ellas el Brexit y los resultados de las elecciones en EEUU. Estos eventos han sido en parte producto del malestar de muchas personas que perdieron su empleo y sus perspectivas de vida como resultado de la globalización y la automatización de la producción. Estos mismos acontecimientos han puesto de manifiesto, de forma cruda, que lo que ocurre en el mercado de trabajo importa, e importa mucho. Para la mayoría de nosotros, el trabajo es la principal fuente de ingreso. Pero aún más importante, el trabajo nos define. En EEUU donde vivo, la primera pregunta que te hace una persona cuando te conoce es “¿a qué te dedicas?” Por ello, los acontecimientos que afecten a nuestros estatus laboral serán cruciales, no sólo para nuestro bienestar material, sino para nuestra identidad.
En América latina y el Caribe, estos procesos no se han manifestado aún. En buena parte porque la región se ha beneficiado de precios altos de los commodities que han favorecido una mejora de los mercados de trabajo, particularmente para los menos calificados. Pero ahora que el boom ha llegado a su fin es muy probable que las tendencias que afectan al mundo desarrollado empiecen también a sentirse en la región, particularmente en lo que refiere a la automatización. Por ello es importante que los países y las personas se preparen y no dejen que estos cambios les tomen por sorpresa y sin plan.
Si la historia nos sirve de guía, la automatización no llevará necesariamente a una caída en la proporción de las personas que trabajan, sino a una transformación de los empleos, con muchos trabajos -particularmente los más rutinarios- que se destruirán y otros muchos empleos completamente nuevos, muchos aun inimaginables, que se irán creando. Por ello, una manera de prepararnos para este nuevo entorno es preservar nuestra empleabilidad a partir de formarnos en aquellas competencias y habilidades cuya demanda está subiendo. ¿Pero cuáles son? Algunas son bastante obvias: es importante invertir en mejorar nuestras competencias digitales, es decir, la capacidad de codificar, de gestionar redes sociales con visión comercial, de trabajar de manera virtual en plataformas digitales, o la de analizar “big data”, es decir de hacer sentido y sacar información relevante de la enorme cantidad de datos que se produce todos los días en las redes sociales y en internet.
Otras habilidades en ascenso son las competencias sociales, es decir la capacidad de manejar emociones, lo que hoy por hoy es nuestra ventaja en relación a los robots. Así por ejemplo, si bien dentro de poco será común que la inteligencia artificial diagnostique nuestras enfermedades de manera mucho más eficiente que el mejor doctor, seguiremos queriendo que nuestros médicos o aquellos que nos atiendan sean humanos con la empatía para manejar nuestras emociones. También las competencias de liderazgo, de persistencia ante la adversidad, la iniciativa y la responsabilidad son ya hoy en día determinantes del éxito en el mercado laboral, y su importancia irá aumentando en el tiempo, a medida que los robots sustituyan las partes más mecánicas y repetitivas de nuestro trabajo. Instalar mejores barómetros para determinar qué habilidades están al alza y cuáles ya no, será también una parte esencial de esta respuesta por parte de los países, como se explica en esta entrada anterior.
Este año que empieza hemos de comenzar a invertir en nuestro futuro; como personas y como países; o si no el año 2017 y los venideros pueden estar llenos de sorpresas, pero esta vez incluso más cercanas a nuestro mundo.

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