Desde que el nuevo coronavirus nos golpeó el año pasado, obligando a los países a tomar medidas de confinamiento y distanciamiento social, las empresas y los gobiernos adoptaron nuevas políticas para trabajar de forma remota. Estas cuarentenas han provocado un experimento sin precedentes en el que más personas que nunca han estado teletrabajando para reducir los riesgos de propagación y contracción del virus.
Aunque se ha escrito mucho sobre cómo los teletrabajos están revolucionando nuestra forma de trabajar, se ha prestado poca atención a cómo pueden contribuir a lograr una recuperación sostenible después de la pandemia y llegar a cero emisiones netas para 2050.
Si bien los impactos ambientales positivos de una reducción en la contaminación del aire y en los combustibles fósiles, proveniente de la disminución del tráfico de aquellos que conducen al trabajo, serán de corta duración, a medida que las economías se reabren existe un gran potencial para que los teletrabajos continúen contribuyendo a lograr un futuro más sostenible.
Los teletrabajos son una necesidad para todas las regiones y una opción viable para algunos sectores, pero no para todos
Muchos de nosotros que somos lo suficientemente afortunados de poder trabajar de forma segura desde casa hemos visto cómo los teletrabajos no socavan la productividad en aquellos sectores que pueden hacerlo. Los teletrabajos, la formación a distancia y las plataformas digitales a demanda han penetrado la región. Gracias a los avances tecnológicos, una parte importante de la población activa pudo seguir trabajando.
En América Latina y el Caribe (ALC), alrededor del 25 por ciento de todos los trabajos se pueden realizar de forma remota, con un rango desde el 17 por ciento en Perú y Guatemala hasta el 33 por ciento en Brasil y Argentina. En las ciudades que dependen de la energía renovable y de largos desplazamientos diarios en automóvil, este cambio podría haber ayudado a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y muestra cómo podría ser un futuro más sostenible.
Muchos trabajadores sienten que también pueden ser más productivos al teletrabajar, especialmente porque ahorran tiempo que de otro modo pasarían atascados en el tráfico. Asimismo, los empleados de dichas industrias se encuentran en una posición privilegiada en esta crisis frente a otros que necesitan desplazarse para poder asegurar sus ingresos, como aquellos en la economía informal y temporal. De hecho, cerca de la mitad de los trabajadores de ALC forman parte de la economía informal. La Organización Internacional del Trabajo afirma que la región ha sufrido la mayor pérdida porcentual de horas de trabajo a nivel mundial en relación con 2019 con un 16,2%, o el equivalente a 39 millones de empleos de tiempo completo perdidos. Las mujeres se han visto afectadas de manera desproporcionada dado que tienden a tener trabajos más precarios e informales, los cuales se han visto más afectados.
La brecha digital también ha afectado negativamente a las pequeñas y medianas empresas. Aunque ha habido un aumento en la conectividad en ALC, cerrar la brecha digital sigue siendo un desafío en la región donde solo el 53 por ciento de la población tiene acceso a Internet y solo 4 de cada 10 hogares tienen una conexión de banda ancha fija. Millones de pequeñas y medianas empresas, que carecen de acceso generalizado a servicios de red estables y de calidad, han luchado enormemente con los cierres forzosos. Según una investigación del BID, el 57% de los hogares con una pequeña empresa ha tenido que cerrarla.
A pesar de los impactos negativos de las cuarentenas y cierres en algunos sectores, la pandemia también ha sido una oportunidad para impulsar reformas laborales en la región. Países como Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Panamá han implementado mecanismos legales para que los teletrabajos no solo sean una exención o una posibilidad sino que también se conviertan en una modalidad formal de trabajo.
Acoger una sociedad más digitalizada
A medida que los países se enfocan en la fase de recuperación, deberían invertir en infraestructura que pueda impulsar la creación de empleo y apoyar el crecimiento económico inclusivo. La inversión en la digitalización de servicios de infraestructura, por ejemplo, puede aumentar también los niveles de ingresos.
Existen muchas oportunidades para mejorar la infraestructura, la tecnología, los dispositivos y el software que utilizamos para conectarnos y trabajar de forma remota. Construir una economía más digitalizada puede ayudarnos a tomar un camino más sostenible que no deje a nadie atrás y elimine las disparidades regionales de acceso y cobertura digital dentro de los países.
Si acogemos la digitalización, podemos repensar las inversiones en infraestructura tradicional, como carreteras y autopistas, y reasignar recursos para mejorar el acceso a Internet. Una sociedad más conectada digitalmente se traduce en una menor necesidad de expansión y mantenimiento de carreteras, ya que menos personas conducirían al trabajo. Horarios de trabajo más flexibles también pueden reducir la demanda de transporte en las horas pico y permitir que los servicios de transporte aumenten la eficiencia del uso de la infraestructura.
Esto podría resultar en reducciones en la congestión, la contaminación del aire y las emisiones. El transporte es la fuente más grande y de más rápido crecimiento de emisiones relacionadas con la energía y representa alrededor de un tercio de las emisiones totales de dióxido de carbono en la región. Si bien la propiedad de vehículos privados sigue siendo baja en comparación con las regiones más desarrolladas, está creciendo y conduce a una contaminación del aire más mortal. Una disminución en los desplazamientos y los viajes de negocios podría llevar a una reducción de costos relacionados con enfermedades respiratorias, alergias y otras afecciones crónicas agravadas por la contaminación. Menos días perdidos por enfermedad también ayudarían a mejorar la productividad.
La expansión de la infraestructura y los servicios digitales puede ser un motor económico clave y sumar enormes avances y ventajas competitivas para las economías en desarrollo. Sin embargo, la infraestructura digital conlleva grandes necesidades de inversión. Estas competirán con otras prioridades en los presupuestos nacionales y subnacionales y requerirán capacidad institucional gubernamental para atraer inversiones, desarrollar una regulación apropiada, mercados saludables e implementar una supervisión adecuada.
Los gobiernos y el sector privado deben ser audaces y mirar más allá de la infraestructura tradicional y pensar en mejorar las inversiones en digitalización. Esta infraestructura evoluciona más rápido y demanda inversiones constantes en investigación y desarrollo y en la actualización de activos físicos. Es importante considerar esto, ya que la competencia por recursos limitados seguirá siendo una preocupación importante para el sector público.
Es clave preparar una cartera de inversiones de forma estratégica y priorizar los proyectos del mismo modo. Las inversiones públicas deben brindar los beneficios esperados, de la mejor manera y al mayor número de beneficiarios, y servir, en la medida de lo posible, como multiplicadores y aceleradores de otros motores de desarrollo. El Marco de Infraestructura Sostenible del BID es una herramienta esencial para apoyar la planificación en etapas iniciales y la preparación de carteras de inversiones, así como para asegurar una adecuada ejecución y entrega de servicios, a lo largo de todo el ciclo de vida de los proyectos, hasta su desmantelamiento.
La pandemia es una oportunidad histórica para repensar el futuro del trabajo y hacer una transición hacia una economía más digitalizada, incluyendo a través de los teletrabajos para quienes puedan y deseen hacerlo. Esto puede contribuir a una recuperación sostenible y a lograr economías de cero emisiones netas.
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Foto: Anna Shvets – Pexels
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