Por Paula Ellinger da Fonseca, finalista del concurso de blogueros.
¿Te acuerdas de tu infancia? Hace poco me acordé de la mía. Yo vivía en el campo cerca una ciudad montañosa en Brasil. Cada noche me acostaba con el ruido de las ranas y el miedo de que quizás hubiera culebras bajo la cama. El terreno de mi casa estaba muy bien delineado, pero mis vecinos no eran personas – era el bosque. A veces me aventuraba en el bosque. Preparaba una mochila con todo lo que creía podría ser necesario y entraba valiente. El entusiasmo no duraba mucho – al escuchar el primer sonido desconocido, corría de vuelta a casa. El bosque me fascinaba y me asustaba.
Hace unos años, volví a visitar esta misma casa. El portón seguía igual, pero las tierras vecinas ahora estaban llenas de gente. Mi corazón se hundió. Los edificios vecinos a mi casa antigua se llevaron a mis misterios de la infancia. Peor aún, estaba segura de que no era la única que sintió este tipo de pérdida.
Actualmente, sólo queda un 22% del bosque de Mata Atlántica como en el que crecí, y otros biomas siguen un camino similar: alrededor del 20% de la Amazonía y casi la mitad del Cerrado se han tumbado. Los números pueden ser fríos, pero detrás de ellos hay vida. Hoy en día, 934 especies de fauna y flora están amenazadas en Brasil. La deforestación (responsable por el 61% de las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil) también afecta el ciclo hidrológico, deja a las poblaciones más vulnerables y contribuye significativamente al cambio climático; agravando aún más los impactos negativos del clima en los mismos bosques. Las razones para el corte de los bosques van más allá de la construcción de viviendas e incluyen principalmente la conversión de tierras para la agricultura y la ganadería, la minería, obras de infraestructura, y así sucesivamente.
Este escenario me da miedo, pero por suerte no es así en todas partes.
La semana pasada visité una comunidad que se desarrolla de manera diferente. Fue en Bolivia, cerca de la frontera con Acre. El terreno está cubierto por vegetación natural y de administración comunal. El dinero lo ganan con el bosque – extraen el caucho y castañas de los árboles. Recientemente la comunidad también ha empezado a generar ingresos con el cultivo de peces y en el fin de semana las comunidades vecinas se juntan para celebrar festivales gastronómicos. La tecnología para cultivar los peces fue importada del Acre y ha dado tanto resultado que en menos de un año los ingresos se reinvierten para expandir la producción.
Lo que más me impresionó, sin embargo, no fue la economía con el fin de generar ingresos, pero la economía en el sentido etimológico de la palabra, la administración de la casa. Preocupado por las generaciones futuras, la comunidad donó una porción de tierras forestales a los niños. El “Bosque de los Niños”, o “Boni”, es administrado por los pequeños bajo el liderazgo de un presidente electo. Niños barren las pistas, identifican árboles y guían a los turistas a través del bosque, explicando todo lo que habita allí. En el medio de la pista, cerca de algunas vides, hicieron un punto de apoyo donde todos los días se encuentran para jugar. Hacia el futuro, el presidente del bosque sueña en completar la magia del lugar con columpios de neumáticos reciclados.
Visitar a Boni me hizo regresar a mi infancia y la relación que me hubiera gustado tener con el bosque: la atención en lugar del miedo; el sentido de casa en lugar de una tierra extranjera. El concepto es simple, pedagógico, y extrañamente innovador: dejar que nuestros hijos se encarguen hoy de la tierra que heredaran mañana.
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Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia (UNB), Paula Ellinger da Fonseca posee una maestría en el desarrollo local y regional por el Instituto de Estudios Sociales (ISS). Paula es coordinadora del programa de Amazonia y cambio climatico de la Fundación Avina desde 2011. Anteriormente fue analista ambiental del Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon) y consultora de Global Witness. Fotógrafa y escritora, Paula mantiene el blog http://porumcaleidoscopio.blogspot.com.br/.
Hablemos de cambio climático y sostenibilidad en Twitter: @BIDcambioclima.
Que hermosa cronica, una forma muy pedagogica de hablar del desarrollo sustentable. Es muy bueno cuando padres e hijos comienzan a generar la sinergia de hablar del ambiente. Es primordial no solo que la educación ambiental venga de las instituciones como el colegio o los medios de comunicación sino que los aportes surjan del seno familiar.