He estado algo ausente de este blog por unos meses, y estaba esperando poder contarles algo interesante antes de volver a escribir. Esta entrada en particular tiene algo de remembranza.
Mi madre perdió la batalla contra el cáncer hace ya casi una década. En mi relación con ella, yo fui quizás como la mayoría de los hijos, que con frecuencia no prestan atención a muchas de las cosas que me solía decir (me he dado cuenta de esto ahora que soy padre de dos hijas adolescentes!). Afortunadamente, ella me hablaba constantemente, y con los años esto hizo que algunas de esas cosas que me decía se me quedaran grabadas en algún lugar de mi cabeza.
Recuerdo que solía decir: La vida no es complicada, quienes somos complicados somos nosotros los seres humanos. Bueno, esta frase de ella me vino a la mente cuando empecé a pensar de nuevo sobre un tema que me llamó la atención (y que capturó mi imaginación) hace ya muchos años: la relación entre el agua, la energía y la alimentación, lo que se conoce hoy como el nexo agua-energía-alimentos.
Yo me crié en Venezuela, un país de muchos contrastes. Por ejemplo, siendo un país petrolero, la mayor parte de la energía consumida en Venezuela proviene de las “hidros” (las presas hidroeléctricas). Y, mientras que el “oro negro” (como le decimos) se utiliza principalmente para las exportaciones, una buena parte de los ingresos provenientes de la venta del petróleo se usa para importar alimentos. De manera que esta “ensalada” de agua, energía y alimentos me ha intrigado durante mucho tiempo; de hecho se remonta a mis años de universidad en donde aprendí acerca de aquel estudio legendario Los Límites del Crecimiento (más sobre esto en una entrada futura en este blog).
Como he ido aprendiendo a través de mi trabajo en la región en los últimos 25 años, los países de América Latina y el Caribe son física y socio-económicamente muy diversos. Algunas partes de la región tienen abundantes lluvias, mientras que otras tienen dificultades para regar sus cultivos. Algunos países dependen de la energía hidroeléctrica para satisfacer una buena fracción de sus necesidades de energía, mientras que otros utilizan combustibles fósiles. Algunos países han adoptado la producción de biocombustibles, con los riesgos relacionados a la pérdida de sus ecosistemas y a la competencia de producir energía con los cultivos alimentarios.
En toda la región, el desarrollo ha sido la principal prioridad durante décadas, y sin duda el foco de los esfuerzos de instituciones como el BID. Como resultado de estos esfuerzos, los ingresos en la región han ido en aumento, esto acompañado de aumentos en tanto la producción como el consumo. El desarrollo acelerado vinculado a la globalización también ha acelerando la urbanización y la concentración de un gran número de personas de bajos ingresos en las zonas periurbanas, donde son vulnerables a la disponibilidad limitada de agua, energía y alimentos. En las zonas rurales, la intensificación de la agricultura para responder a la demanda mundial de materias primas, el desarrollo de la energía, la minería y la expansión de la infraestructura, han causado una degradación de los recursos naturales, afectando desproporcionadamente a los menos afortunados. Además de esto, el cambio climático está representando una amenaza aguda en muchas áreas, en particular los ecosistemas de alta montaña en los Andes y algunas islas del Caribe.
Hay un número de interacciones claves que ilustran el nexo entre el agua, la energía y la producción de alimentos en la región:
El agua es necesaria para la producción de alimentos: el 90 por ciento de las tierras agrícolas de la región se riega con agua de lluvia. Por ejemplo, en la zona andina hay agua suficiente para producir una dieta de 3.000 calorías con productos de origen animal de hasta un 20 por ciento. Pero los cambios en los patrones de precipitación y la creciente demanda de alimentos está aumentando la necesidad de riego. Esto, combinado con la creciente urbanización, está aumentando la presión sobre las fuentes de agua, particularmente en zonas rurales.
El agua es necesaria para la generación de energía: La energía hidroeléctrica suministra el 46 por ciento de la electricidad de la región, muy por encima del promedio mundial del 16 por ciento; pero sólo el 38 por ciento del potencial hidroeléctrico de la región ha sido aprovechado. Además, el cultivo y la producción de biocombustibles puede requerir grandes cantidades de agua.
La energía es necesaria para la producción de alimentos: Este es la parte del nexo quizás menos comprendida, pero la producción de alimentos, la cosecha, el transporte, el procesamiento, empaque y comercialización puede utilizar recursos energéticos significativos.
La energía es necesaria para el acceso a las fuentes de agua: por ejemplo, la energía es necesaria para la desalinización (que podría llegar a ser importante sobre todo en el Caribe), la distribución de agua y el riego.
Y como estos, podría seguir con muchos ejemplos.
Entonces, ¿qué estamos haciendo al respecto el nexo agua-energía-alimentos en el BID ? Bueno, no les puedo decir todo en una sola entrada del blog, así que voy a dejar esta parte de la historia para la siguiente(s).
Mientras tanto, si les puedo decir que si bien es más o menos fácil de entender los vínculos entre el agua, la energía y la producción de alimentos, entenderlos y aplicarlos de una manera integrada y eficiente se vuelve mucho más complicado. ¿Por qué se preguntarán? Bueno, parece que mi madre tenía ya la respuesta a todo esto hace mucho tiempo ☺
Puede ver una versión de esta entrada aquí en Inglés.
Fuente: SEI, incluído en el Informe Anual de Sostenibilidad del BID (2011).
La descripcion es buena, seria interesante si pudieras dar porcentajes de uso de agua segun sectores y cuánto es el destinado a la generación de energía.
Buena pregunta, tengo que hacer algo de tarea, y te contesto.
Fernando que excelente publicación. Soy de Perú y al igual que tu estoy viendo a mi país exportar los recursos minerales masivamente lo que hace aparentar un buen desarrollo económico pero sin mostrar mejoras relevantes en indicadores de pobreza y desnutrición. También por mi trabajo en la industria de nutrición y alimentación veo un manejo ineficiente, y hasta déspota, de nuestros alimentos. Es necesario entender y difundir como funciona este nexo para preguntarnos ¿Qué estamos haciendo? y señalar que debemos iniciar con pequeños cambios y avanzar en medida que podamos.