Imaginemos una comunidad rural dibujando su propio pueblo: marcando caminos, arroyos que se desbordan y árboles emblemáticos. Esto ocurrió en Paraguay, donde un proyecto vial del BID puso mapas, adhesivos y marcadores en manos de comunidades rurales e indígenas. El objetivo: mapear el territorio desde su perspectiva. El resultado fue mapas llenos de vida, que transformaron la forma de diseñar caminos rurales y puentes.
Proyectos viales en el corazón de Paraguay
La experiencia se desarrolló durante la preparación del Programa de Modernización de la Gestión de la Red Vial y Conectividad Rural (PR-L1196). Este proyecto fue ejecutado por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) con financiamiento del BID. Las obras se enfocaron en una muestra de proyectos de mejora de caminos rurales en Caaguazú, Caazapá y Alto Paraná, incluyendo la comunidad indígena Cerrito (mbya guaraní). Para estas comunidades, los caminos no son solo infraestructura; son rutas diarias a la escuela, al mercado o al centro de salud.
Históricamente, estas comunidades habían participado solo en audiencias públicas. Esta vez se innovó con una metodología más participativa: la cartografía social como herramienta de consulta.
¿Qué es la cartografía social?
Es una metodología participativa donde las comunidades dibujan mapas de su territorio, identificando elementos importantes desde su perspectiva. A diferencia de los mapas técnicos, reflejan cultura, percepciones y saber local.
Se organizaron siete talleres con planos grandes de la zona, incluyendo la instancia con la comunidad indígena Cerrito. Se cumplió así con la consulta, previa, libre e informada. Hombres, mujeres, jóvenes y adultos mayores marcaron caminos, viviendas, zonas de riesgo, sitios culturales y recursos naturales. Se usaron adhesivos de colores para representar distintos elementos (caminos, escuelas, forestación y cursos de agua, entre otros). Se trabajó en castellano y guaraní para que el proceso fuera socioculturalmente apropiado.
Un cuestionario guió la conversación: ¿Dónde se reúnen? ¿Por dónde van los niños y niñas a la escuela? ¿Qué lugares consideran peligrosos o especiales? Las respuestas se plasmaron en los mapas, que se convirtieron en radiografías socioambientales imposibles de obtener solo con estudios técnicos.
Incorporando el conocimiento ecológico local
Durante los talleres, se formularon preguntas sobre fauna, flora y la relación de la comunidad con su entorno natural. Las respuestas revelaron saberes locales que enriquecieron los análisis ambientales.
Se identificaron especies como el eirá (Eira barbara), el akutipak (Cuniculus paca) y el teju guasu (Salvator merianae). También mencionaron animales que habitaron la zona, como el jaguareté] (Panthera onca), cuya desaparición se atribuye a la caza, la deforestación y el avance agropecuario. Sin embargo, se comentó que algunas especies aún se encuentran en las reservas de bosque, lo que resalta la importancia de conservar estos espacios naturales.
Respecto a la flora, se destacaron especies como el cedro, el lapacho y el kurupa´y, además de diversas hierbas medicinales, o “remedios yuyos”. Algunas comunidades cultivan viveros de plantas medicinales, árboles nativos, frutales y huertas comunitarias. Estas prácticas fortalecen la seguridad alimentaria, la salud tradicional y la conservación. La relación de la comunidad con la vegetación fue un eje clave. Se evidenció el interés en preservar la flora local mediante reforestación y protección de especies nativas. Al mismo tiempo, se expresó preocupación por la presión para cambiar el uso del suelo a cultivos comerciales.
También se mapearon áreas de importancia ecológica, como pasos de fauna y zonas de vegetación densa, refugio para diversas especies. Estos aportes permitieron al equipo técnico comprender mejor los desafíos y oportunidades para la conservación.
En contextos de riesgo, los mapas comunitarios revelan dinámicas que los estudios técnicos no siempre captan: rutas de evacuación informales, zonas de uso ancestral o cambios recientes en el entorno. Integrar este conocimiento en la planificación permite anticipar impactos, reducir vulnerabilidades y diseñar soluciones más sostenibles.

Visibilizar voces diversas
La cartografía social dio valor a perspectivas y opniones de mujeres e indígenas. Las mujeres marcaron zonas inseguras por falta de alumbrado o tramos largos que recorren con sus hijos. En Cerrito, se adaptó el proceso a la cultura de la comunidad mbya. Se identificaron elementos especiales como su casa ceremonial, huertas, bosque reservado y viviendas dispersas. Esta información fue clave para respetar su patrimonio.
Al final de cada taller, los grupos presentaron sus mapas a técnicos y vecinos. Explicaron los problemas y propusieron soluciones. Más allá del mapa físico, se generó un espacio de diálogo horizontal donde se contempló el territorio con ojos comunitarios.
Los mapas comunitarios también funcionan como archivos vivos: registran memorias, recorridos, vínculos y saberes que de otro modo podrían perderse. En contextos de riesgo, esta memoria territorial es clave para reconstruir, adaptarse y resistir.
Los mapas comunitarios guardan mucho más que información geográfica. Son archivos vivos: conservan memorias, recorridos cotidianos, vínculos y saberes que podrían desdibujarse con el tiempo. En territorios expuestos a riesgos, esa memoria compartida se vuelve esencial para prepararse, anticipar, resistir, adaptarse, reconstruir y preservar las funciones socioambientales del territorio. Al integrar estos saberes en la planificación, se fortalecen las capacidades locales y se promueve una recuperación más justa, sostenible y resiliente.
Mapas que transforman proyectos
Los mapas no quedaron solo como productos del diálogo e intercambio. Además, alimentaron directamente la planificación del proyecto y el análisis ambiental y social.
Algunos resultados concretos:
- Obras más seguras: se identificaron zonas de inundación, curvas peligrosas y cruces sin señalizar. Esto permitió ajustar los planes de drenaje, señalización y seguridad vial.
- Nuevos datos: se revelaron caminos secundarios, atajos y fuentes de agua no registrados. Esta información fue clave para proteger recursos naturales y mejorar la conectividad.
- Empoderamiento comunitario: La comunidad indígena Cerrito firmó el consentimiento al proyecto al sentirse escuchada y ver reflejadas sus condiciones. Se planificó la construcción de un salón comunitario, un tanque de agua y espacios seguros para la venta de sus artesanías.
- Inclusión laboral: las mujeres propusieron paradas seguras e iluminación. También pidieron trabajar en las obras, lo que llevó a capacitaciones y oportunidades laborales en construcción.
- La cartografía social no solo visibiliza saberes locales: también permite identificar riesgos desde la experiencia cotidiana. Al mapear zonas de inundación, caminos inseguros o áreas de presión ambiental, las comunidades contribuyen directamente a la gestión de riesgos de desastres. Este enfoque territorial y participativo fortalece la prevención, la adaptación y la resiliencia en proyectos de infraestructura.
El potencial de mapear con las comunidades
La experiencia en Paraguay demuestra que la cartografía social es más que dibujar mapas: es construir el futuro con la comunidad.
¿Por qué funciona?
- Integra el conocimiento local. Ningún consultor externo puede igualar el detalle del saber comunitario. Los mapas reflejan realidades que los planos técnicos no captan.
- Aporta legitimidad al involucrar a las partes interesadas desde el inicio. Esto genera confianza, reduce conflictos y facilita la ejecución.
- Se crea una cultura de diálogo informada y colaborativa en la que técnicos y comunidades aprenden juntos.
- La metodología se adapta a contextos rurales, indígenas y urbanos, lo que da la aplicabilidad amplia.
- Incorporar la gestión de riesgos desde el inicio del proyecto y hacerlo con las comunidades, no solo mejora la calidad técnica, sino que legitima las decisiones y fortalece la gobernanza territorial. Mapear con las comunidades permite integrar la resiliencia en la planificación territorial. Los mapas reflejan no solo amenazas, sino también capacidades, redes de apoyo y saberes que fortalecen la respuesta y la recuperación frente a desastres. Es una práctica que articula participación, diagnóstico y acción y que contribuye a construir territorios más resilientes desde sus propias dinámicas.
Innovando la participación
Lo vivido en Paraguay es inspirador. La cartografía social convierte las consultas en procesos creativos de construcción compartida. Los mapas comunitarios se vuelven tan importantes como los planos de ingeniería, porque integran el factor humano y cultural.
Participar no es solo informar y escuchar, sino crear. Esta metodología propone conversaciones visuales y participativas, donde las respuestas se transforman en dibujos comprensibles para todos. El concepto es sencillo, pero el impacto es profundo.
Cada vez que un proyecto adopta prácticas de este tipo, se acorta la brecha entre planificación técnica y necesidades reales. Se fortalecen la empatía, el conocimiento y la democracia local. La cartografía social empodera. Permite a las personas incidir en su propio desarrollo y a que los proyectos cumplan las expectativas sociales y ambientales.
Un mapa no cambia el mundo por sí solo. Pero un proyecto construido con mapas compartidos puede cambiar la forma de hacer mundo, juntos.
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