Esta entrada fue publicada originalmente en La República.
En Marzo, cuando el presidente Carlos Alvarado presentó el Plan de Descarbonización de Costa Rica, hizo énfasis en que el éxito del plan debería mejorar la vida de los costarricenses. Al decir esto, Alvarado demuestra que el cambio climático representa un problema para el desarrollo; un problema que merece la misma atención y tratamiento, a nivel político, que otras prioridades socioeconómicas.
La meta de llegar a cero emisiones netas es ambiciosa; afecta a la sociedad y trae consecuencias en las decisiones políticas en todos los sectores. Sin embargo, es una respuesta adecuada al peligro que el cambio climático representa para el mundo, para América Latina y para Costa Rica. El cambio climático amenaza la biodiversidad. El aumento de las temperaturas y la elevación del nivel mar empeora los desastres naturales, incrementa la frecuencia e intensidad de las inundaciones, destruye puentes y carreteras, y amenaza el suministro de agua potable. La industria del turismo, que ha dado tantos réditos a los ticos, está en riesgo. El cambio climático esparce enfermedades y reduce la producción agrícola, afectando la estabilidad de los precios de los alimentos y conduciendo así a una inseguridad alimentaria. Como en muchos casos, quienes son más vulnerables a estos cambios son las familias pobres.
Por supuesto, la adaptación es una prioridad. Costa Rica ya está mejorando su planificación de infraestructura del sector transporte, y la incorporación de soluciones basadas en la naturaleza para garantizar resiliencia ante el cambio climático. Sin embargo, la adaptación tiene sus límites si las causas del cambio climático no son atendidas. Para evitar los peores impactos, los líderes globales, informados por décadas de estudios científicos, decidieron hacer todo para estabilizar el aumento del promedio de la temperatura global entre 1,5°C y 2°C sobre los niveles previos a la era industrial. La ciencia es clara: la estabilización del clima requiere cortar las emisiones de dióxido de carbono a cero para mediados de siglo, lo cual requiere que todos los países tomen las medidas para descarbonizar sus economías. Con la presentación de un plan para descarbonizar la economía costarricense, Costa Rica demuestra el tipo de liderazgo que se va a necesitar en todos los países.
La descarbonización es una meta ambiciosa, pero la ruta para llegar ahí es pragmática y realista. El Plan de Descarbonización es pragmático porque empieza con una visión clara del objetivo a alcanzar: llegar a cero emisiones. Al establecer esa meta, el presidente Alvarado responde a las lecciones de más de 30 años que ha dado el estudio del clima. Al mismo tiempo, dicho plan identifica objetivos de corto plazo en la ruta hacia la descarbonización. Propone medidas como la modernización del transporte público, la electrificación de la flota vehicular, el mantenimiento de la energía renovable como fuente de producción de electricidad y el aprovechamiento de la tecnología digital para mejorar la red eléctrica, y la promoción de la eficiencia energética en edificios y en el sector industrial. El plan, además, mejorará el sistema de manejo de desechos, incrementará la producción agrícola y la sostenibilidad del ganado, con un rol prominente de soluciones basadas en la naturaleza.
Estos son pasos realistas que, si se implementan de manera inteligente, pueden hacer que todos los costarricenses ganen. La modernización del transporte público es una prioridad para mejorar el flujo vehicular y la facilidad de hacer negocios dentro del área metropolitana. Los vehículos eléctricos, por su parte, aprovecharán la energía hidroeléctrica que sobra en Costa Rica y reducirán la importación de combustibles fósiles. De implementarse, junto a una modernización del sector eléctrico, los vehículos eléctricos pueden reducir los costos de la energía para todos los costarricenses. Juntas, las medidas del sector transporte, evitarán el costo del tráfico y su impacto en la salud y la contaminación del aire, estimados en 3,8% del PIB según el Estado de la Nación. La eficiencia energética en edificios e industrias puede ahorrarle dinero a los ticos y mejorar la competitividad del país. Mejorar el sistema de manejo de desechos y residuos también tiene cierta urgencia en un país que aún carece de un sistema integrado, a pesar de su liderazgo en ecoturismo. Finalmente, la promoción de servicios ecosistémicos mejorará la productividad en el sector agrícola.
Si bien no cabe duda de que el plan es sólido desde una perspectiva técnica y económica, la implementación requerirá superar desafíos políticos, institucionales y financieros. El Ministerio de Ambiente y Energía ha liderado la preparación del plan multisectorial, pero la implementación requiere acciones de todas partes del gobierno. Los Ministerios de Obra Públicas y Transporte, y el de Agricultura y Ganadería, serán muy importantes, así como el liderazgo del Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica.
Afortunadamente, el BID tuvo la oportunidad de reunirse con algunos de los ministros clave en este plan, y vio que el gabinete ya está pensando en la implementación. No sorprende que la modernización del sistema de transporte público estaba en la mente de todos, ya que es una de las medidas que ofrece más oportunidades inmediatas para mejorar la vida de muchos costarricenses.
Si el gabinete unido logra implementar las medidas a corto plazo identificadas en el plan de descarbonización, Costa Rica volverá nuevamente a brillar como líder internacional medioambiental. Este plan para el 2050 puede llegar a ser una guía para la región y otros países desarrollados y en desarrollo alrededor del mundo.
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