En 2019, el “Informe de la Evaluación Mundial sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos” de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) lanzó una alerta al mundo: la naturaleza y sus contribuciones fundamentales a las personas, que en conjunto incorporan la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, se deterioran en todo el planeta.
Si bien las tendencias en la producción agrícola, la pesca, la producción de bioenergía y la recolección de materiales han aumentado en los últimos 50 años, 14 de las 18 categorías de contribuciones de la naturaleza evaluadas por la IBPES han disminuido. En los ecosistemas terrestres, la primera causa de degradación de la naturaleza es el cambio de uso del suelo, que se debe principalmente a la expansión agrícola a expensas de los bosques, los humedales y los pastizales. También están desapareciendo variedades y razas locales de plantas y animales domesticados, lo que conlleva graves riesgos para la seguridad alimentaria mundial, al debilitar la resiliencia de los sistemas agrícolas ante amenazas como plagas, enfermedades y el cambio climático.

En la misma línea, un estudio de 2020 del World Wildlife Fund prevé para 2050, entre otras, pérdidas mundiales anuales de US$128.000 millones por la pérdida de almacenamiento de carbono; US$15.000 millones por la pérdida de hábitats para los insectos polinizadores; US$19.000 millones por la menor disponibilidad de agua para la agricultura; y US$7.500 millones por la pérdida de bosques y servicios de los ecosistemas forestales. El estudio pronostica también un aumento de los precios mundiales de las principales materias primas agrícolas en los próximos 30 años.
La evidencia científica no deja lugar a dudas: sin naturaleza, el agro – y la humanidad – no tienen futuro. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático lo reconoce en su último informe (2022), que empieza enfatizando la interdependencia del clima, los ecosistemas y la biodiversidad y las sociedades humanas. Además, enmarca la evaluación de los impactos y riesgos del cambio climático en las tendencias globales no climáticas que se desarrollan simultáneamente, como la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.
El 19 de diciembre de 2022, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP15) finalizó con el histórico “Marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica” que orienta las acciones mundiales en favor de la naturaleza de aquí a 2030. En el sector agropecuario, una transición global de la producción convencional a la agroecológica será fundamental para cumplir con las metas de este nuevo Marco, en particular las metas #7: “Reducir los riesgos de contaminación y el impacto negativo de la contaminación […] lo que incluye: reducir el exceso de nutrientes perdidos en el medio ambiente […]; reducir el riesgo global de los plaguicidas […], incluso mediante la gestión integrada de plagas, basada en la ciencia, teniendo en cuenta la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia […]”; #10: “Garantizar que las zonas dedicadas a la agricultura, la acuicultura, la pesca y la silvicultura se gestionen de forma sostenible, en particular mediante el uso sostenible de la biodiversidad, incluyendo un aumento sustancial de la aplicación de prácticas respetuosas con la biodiversidad, como la intensificación sostenible, la agroecología y otros enfoques innovadores que contribuyan a la resiliencia y a la eficiencia y productividad a largo plazo de estos sistemas de producción y a la seguridad alimentaria […]”; y #11: “Restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas, incluidas las funciones y servicios de los ecosistemas, como la regulación del aire, el agua y el clima, la salud del suelo, la polinización y la reducción del riesgo de enfermedades, así como la protección frente a peligros y desastres naturales […]”
Sin embargo “lo que no se mide, no se gestiona” por lo que, en un blog anterior, explicamos por qué es importante implementar nuevos marcos de resultados y nuevos instrumentos de evaluación para medir la “sostenibilidad del agro” y monitorear esta transición agroecológica. Esto implica, entre otras cosas, incluir en los proyectos de desarrollo agropecuario sostenible objetivos de alto nivel y los indicadores correspondientes de protección o restauración de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos.

Midiendo la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en proyectos de desarrollo agropecuario sostenible
Existen muchas variables, indicadores y protocolos para medir la biodiversidad. En el marco de proyectos de desarrollo agropecuario sostenible, la selección de indicadores debe tomar en cuenta la factibilidad de la recolección de datos, en términos de nivel de tecnicidad, de tiempo y recursos requeridos.
Varios de nuestros proyectos incluyen objetivos e indicadores biofísicos en sus marcos de resultados. Por ejemplo, en Panamá, el “Proyecto de Innovación Agropecuaria Sostenible e Incluyente” medirá la evolución del contenido de materia orgánica en el suelo como efecto esperado de la adopción de prácticas agroecológicas por parte de los productores. En Colombia, el Proyecto “Conservación y Uso Sostenible de la Ciénaga Grande de Santa Marta” medirá el Índice de integridad biológica del manglar como resultado de la expansión de la agricultura sostenible en las cuencas aguas arriba.
Sin embargo, en la mayoría de los proyectos de desarrollo agropecuario sostenible, la falta de línea de base de datos biofísicos claves obliga a usar indicadores proxy como “Agricultores que adoptan sistemas productivos sostenibles” o “Área bajo gestión sostenible”. Estos indicadores resultan insuficientes para medir de manera robusta los impactos ambientales positivos de nuestros proyectos y son incapaces de medir potenciales impactos negativos.

¿Qué podemos hacer para fomentar la medición de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en el sector agropecuario de los países de ALC?
- Plantear como estándar imprescindible la incorporación de objetivos de “sostenibilidad ambiental” en todos los proyectos de desarrollo agropecuario sostenible, con los indicadores más relevantes posibles;
- Financiar la generación sistemática de los datos biofísicos básicos sobre salud de suelo, agua, biodiversidad funcional, de fácil recolección, para llenar las brechas de información y alentar el monitoreo y evaluación de dichas variables;
- Financiar proyectos de investigación sofisticados que involucren a los institutos de investigación y académicos nacionales con el apoyo de actores internacionales de referencia. El objetivo es conocer mejor el estado de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos en el sector agropecuario y su evolución, positiva o negativa, en el marco de los proyectos de desarrollo agropecuario. Podría lograrse mediante el despliegue a nivel nacional de iniciativas internacionales de observación como el Land Degradation Surveillance Framework o el “Group on Earth Observation – Biodiversity Observation Network” (GEO-BON).
Implementar esta agenda contribuirá a alinear nuestro trabajo con la declaración conjunta de los Bancos Multilaterales de Desarrollo durante la COP27, que reconocieron la interconexión entre desarrollo sostenible, cambio climático y pérdida de naturaleza y se comprometieron a abordar estos desafíos de manera integrada.
Créditos imagen: Shutterstock
Conoce más sobre nuestros proyectos aquí:
Conservación y Uso Sostenible de la Ciénaga Grande de Santa Marta
Quizás te interese leer:
Blogs relacionados:
Nuevos enfoques para un agro sostenible
Reconectar la agricultura con la naturaleza: las promesas de la agroecología (2nda parte).
Si te ha gustado este blog, te animamos a registrarte aquí para que recibas los blogs, cursos y publicaciones de la División de Medio Ambiente, Desarrollo Rural y Administración de Riesgos por Desastres del BID.
Leave a Reply