Cada año, el 22 de abril se celebra el Día Mundial de la Tierra para promover el cuidado del medio ambiente. Millones de personas se reúnen en diversos eventos alrededor del mundo para defender nuestros recursos naturales.
Una de las maneras en las que desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) apoyamos este esfuerzo mundial es garantizando que nuestros proyectos cumplan nuestras salvaguardias ambientales y sociales. Éstas ayudan a incrementar la sostenibilidad de los distintos proyectos a la vez que reducen los impactos negativos sobre las poblaciones y los recursos naturales de los que dependen. Tal es el caso de la represa Misicuni en Bolivia, donde trabajamos junto a las comunidades para mejorar sus modos de vida y minimizar los impactos negativos.
Sobre las montañas bolivianas, a 4.000 metros sobre el nivel del mar (msnm), el aire está enrarecido, el agua puede resultar escasa y las noches son gélidas. Sin embargo, los rayos del sol son intensos. Las personas que allí habitan deben resistir estas condiciones, especialmente considerando que en ocasiones la tienda más cercana se encuentra a horas de distancia. Por estos motivos, cuando el proyecto Misicuni del BID en Bolivia exigió el reasentamiento ladera arriba de la comunidad local para dejar lugar para el reservorio a construirse, fue necesario desarrollar un plan de restauración de modos de vida para garantizar que se compensaran las pérdidas económicas. Asimismo, el plan permitiría a los individuos reasentados tener la oportunidad de reubicar sus sustentos sin sufrir pérdidas económicas.
En Bolivia, el río Misicuni alcanza una elevación de casi 4.000 msnm. Con casi 50 km de largo, es parte del sistema de ríos del Valle del Amazonas. El Proyecto Hidroeléctrico de Energía Renovable Misicuni del BID está apalancando este valioso recurso y aumentando el suministro de agua para uso doméstico e irrigación en el Valle de Cochabamba, mientras que genera electricidad para el Sistema Interconectado Nacional de Bolivia.
Las comunidades locales explotaban el área que ahora forma parte del reservorio, por lo que el BID trabajó junto a los locales para desarrollar un programa de compromiso comunitario que ayudara a identificar e implementar iniciativas de restauración de modos de vida y ofreciera oportunidades económicas de largo plazo.
Dos residentes decidieron modificar sus actividades económicas, alejándose del tradicional cultivo de la patata y desplazándose hacia la floricultura. A través de talleres de desarrollo de capacidades y capacitaciones, se garantizó que contaran con el conocimiento para plantar, cuidar, cosechar y comercializar exitosa y sosteniblemente su producción. Esto incluyó formación acerca de cómo seleccionar las variedades correctas de flores, fertilizantes, pesticidas y el desarrollo de un programa de compostaje para utilizar eficientemente los deshechos verdes de las operaciones. El BID apoyó el diseño de una estrategia de marketing aplicable al mercado de las flores, incluyendo el desarrollo de una etiqueta de marca propia y la identificación/ingreso a mercados locales e internacionales para comercializar las flores a precios competitivos.
Muchos miembros de la comunidad eligieron preservar su tradición de cosecha de patatas. Otros identificaron la carencia de vegetales frescos en el área, cuya ausencia en su dieta constituía un factor de malnutrición infantil. Así, miembros de la comunidad solicitaron carpas solares para cultivar vegetales propios. Se construyeron más de 100 carpas solares para las comunidades. Se brindaron muchos talleres para enseñar a los locales cómo cultivar en invernaderos. Las lecciones incluían:
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Cuáles cultivos sembrar y qué fertilizantes usar;
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Opciones para control de pestes;
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Cuándo cosechar y replantar;
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Cómo propagar semillas; y
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Cómo mejorar la fertilización de las plantas para maximizar el rendimiento de las cosechas.
Los resultados fueron fenomenales. A más de 4.000 msnm, los habitantes ahora siembran numerosos cultivos, incluyendo: tomates, lechuga, espinaca, acelga, pimientos, coles, pepinos, patatas, betabeles, ajo, cebollas, frijoles, fresas y diversas hierbas. El clima relativamente controlado de los invernaderos permite producir durante todo el año, lo que provee de vegetales frescos a los productores aún en condiciones invernales crudas. Los resultados han sido tan positivos que comunidades aledañas también han construido invernaderos, mientras que otras solicitan asistencia para imitarlos. A futuro se proyecta utilizar estos invernaderos como proyecto de demostración para ayudar a que otras comunidades puedan observar los beneficios de la horticultura de invernadero, un concepto desconocido en la mayoría de las zonas rurales de Bolivia.
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