Sobre el rol de la tasa de descuento en la evaluación de proyectos de infraestructura, y de qué ocurre cuando los beneficios de un proyecto – como medioambientales o que afectan positivamente al capital natural de una región – tienen lugar en el muy largo plazo.
En un acto de generosidad sin precedentes, y con el objeto de promover la lectura del blog, los abajo firmantes hemos recolectado lo que teníamos en los bolsillos para entregárselo al lector número un millón de este post (esperamos no crean que somos demasiado optimistas con el éxito de este blog). En total, hemos sumado 3 dólares.
Se nos ha ocurrido otra idea. Proponemos al afortunado/a dos opciones: a) entregarle el importe de su premio en el mismo momento – recibirá 3 dólares el mismo día –, o b) Se lo entregamos una vez transcurran 50 años.
Entendemos que gran parte de los lectores se incline por tener el dinero hoy. Y es que, con el paso del tiempo, el dinero tiende a valer menos. ¿Cuánto menos? Pues mira, 3 dólares en 50 años, serian equivalente a 0.02 dólares en la actualidad, asumiendo una tasa de interés del 10%. O lo que es lo mismo, en 50 años tendríamos que darle a la persona afortunada 235 dólares para que fuera indiferente entre los tres dólares ahora o esa cantidad en el futuro. Y es que del mismo modo que podemos expresar los tres dólares de ahora en dinero futuro, puedo “traerme” el dinero del futuro y saber cuánto sería hoy en día haciendo uso de una tasa, en este caso, de descuento.
Cuando realizamos una inversión en un proyecto de infraestructura – como puede ser el desarrollo de caminos, electrificación y agua en zonas rurales–, sabemos que vamos a incurrir en una serie de costes – no solo financieros, sino igualmente todo tipo de costes medioambientales o sociales – y que obtendremos una serie de beneficios por el mismo. A menudo contamos con varias alternativas de proyecto que solucionan un mismo problema, todas con sus respectivos costos y beneficios a lo largo del tiempo. ¿Cómo comparamos las diferentes opciones? Pues fácil, trayendo todos sus costes y beneficios desde el futuro hasta hoy. De este modo, tendríamos una única cifra para cada proyecto, y seleccionaríamos aquella opción que otorgase un mayor beneficio para la sociedad.
El valor utilizado para hacer comparable los flujos de costes y beneficios en el tiempo es crucial, e impacta claramente en la evaluación de proyectos. Este valor es lo que conocemos como tasa de descuento. Cuanto mayor es dicha tasa, menor importancia le estamos dando al futuro y por tanto a los recursos de los que dispondrán las generaciones futuras. De este modo, una tasa de descuento del 10% supone que lo que pase dentro de 50 años no importe demasiado (1 dólar del 2066 equivaldría hoy a 0.008 dólares), frente a por ejemplo una del 1%, donde el dólar del 2066 equivaldría a 61 centavos hoy. Imagínense, por tanto, la importancia que tiene establecer una tasa u otra a la hora de valorar los diferentes proyectos donde el componente medioambiental es crucial.
Si fijásemos tasas altas, ¿qué pasaría con aquellos proyectos cuyos beneficios se generan en el muy largo plazo, como es el caso de parte de los proyectos destinados a la protección del capital natural de la región? Pues que no tendrían gran valor en nuestra decisión de hoy. En definitiva, priorizaríamos proyectos con beneficios en el corto plazo. Este argumento ha llevado a que diferentes países establezcan tasas menores para proyectos con un marcado carácter medioambiental o que tienen un impacto sobre la explotación de recursos naturales del mismo. Por ejemplo, países como Suecia o Francia han comenzado incluso a considerar en sus procesos de evaluación una mayor y más explícita preocupación por proyectos con implicaciones medioambientales o con efectos a muy largo plazo.
Existe multitud de enfoques tanto metodológicos como filosóficos en torno al valor y cálculo de la tasa de descuento. Lamentablemente, no existe consenso en el valor y cálculo de esta tasa, existiendo amplia variedad en la tasa utilizada en los países y organismos internacionales de crédito. De este modo, mientras que en países como los de la Unión Europea o Reino Unido fijan tasas del 5 y 3.5% respectivamente, otros como Colombia, Bolivia, Argentina, Uruguay, Costa Rica o India o tienen tasas del 12%, pasando por otros como Perú (9%), Australia (7%) o Estados Unidos (7%).
Es muy posible que las variaciones observadas en la tasa no sólo reflejen la existencia de diferentes enfoques teóricos, sino también las diferencias en el costo de oportunidad social percibido de los fondos públicos, o las diferencias en el grado con el que se considera la equidad intergeneracional (argumento fundamental en el debate medioambiental o de explotación de recursos).
Desde el Departamento de Infraestructura y Medioambiente del BID hemos querido indagar en esta cuestión y continuar el debate. Aquí les enlazamos nuestro último reporte acerca de la tasa de descuento social en la evaluación de proyectos, con algunas reflexiones prácticas para América Latina y el Caribe. La adecuada evaluación de los proyectos y políticas públicas requiere de una reflexión profunda sobre este tema que vaya más allá de aceptar los criterios tradicionales, pues la forma en que se valore el futuro condicionará siempre las decisiones que se adopten en el presente.
Si te interesa el capital natural y la biodiversidad, siguenos en Twitter @BIDecosistemas.
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