El pasado mes de marzo se publicaron dos artículos de alto perfil que ensombrecen la lectura para los interesados en el mundo natural. El primero, en Current Biology, estaba encabezado por Bill Laurance y describía los riesgos de la rápida expansión de infraestructura para los hábitats y la biodiversidad y el segundo, en Science, estaba encabezado por Nick Haddad y describía los efectos perniciosos, y ahora mundiales, de la fragmentación de los hábitats en los bosques.
Las carreteras, las represas, las tuberías y las líneas de transmisión a menudo tienen impactos negativos sobre los hábitats y la biodiversidad. Ninguno de los dos documentos es novedoso en la descripción de estos impactos, pero llaman la atención sobre la magnitud del problema y argumentan de manera convincente que hay una necesidad urgente de abordar los riesgos de la expansión mundial de la infraestructura.
La infraestructura ya ha impulsado un cambio mundial sustancial a medida que las carreteras han abierto hábitats relativamente vírgenes para el desarrollo, las represas han roto la conectividad de los ríos, y las líneas de transmisión y las tuberías han fragmentado paisajes. Sin embargo, al considerar la vulnerabilidad de los hábitats y la biodiversidad, el mayor determinante del nivel de impacto es dónde se encuentra la carretera, la represa, la tubería, o la línea de transmisión.
El motor principal detrás de las decisiones sobre infraestructura es la necesidad de desarrollar y entregar servicios (energía, agua, transporte y comunicaciones) que satisfagan las demandas cada vez mayores de la gente. La ubicación de un proyecto de infraestructura dependerá en gran medida de la viabilidad técnica y financiera y la proximidad a los usuarios de los servicios. Los impactos ambientales y sociales se tendrán en cuenta, pero como parte de un proceso de evaluación ambiental y social secundario que se produce a menudo después de haber tomado la decisión clave sobre la localización.
Las organizaciones no gubernamentales y los círculos académicos han instado consistentemente a cambiar este proceso de cómo decidimos dónde poner la infraestructura. Claramente, el público destinatario de este pedido de cambio serían aquellas instituciones que deciden sobre qué proyectos se desarrollan y dónde ubicar esos proyectos. En la mayor parte de los países de América Latina y el Caribe, estas instituciones se encuentran dentro de los Ministerios de Transporte y Energía o asociadas a ellos; en el caso de los megaproyectos, las decisiones pueden ser tomadas en los más altos niveles de Gobierno.
Es inherente a la decisión de qué infraestructura construir y dónde construirla el valor que se atribuye a diferentes criterios: el propio servicio, la rentabilidad de su entrega, y los impactos ambientales y sociales. La valoración de estos criterios depende de las instituciones del país en el que se planea y construye la infraestructura. No en vano, los círculos académicos, la sociedad civil y las comunidades locales insisten en la plena participación en las decisiones sobre infraestructura, y pueden influir en las decisiones. Los medios de comunicación social desempeñan un papel cada vez más importante en los debates públicos sobre proyectos de infraestructura, siendo un ejemplo el uso de medios sociales por parte de comunidades indígenas que plantean su preocupación acerca de la represa de Belo Monte en Brasil.
Responder a los desafíos planteados en los documentos demandará cambios fundamentales, no solo en la manera de tomar decisiones sobre infraestructura, sino también en los valores que atribuimos al mundo natural. El acuerdo mundial sobre los enfoques y el financiamiento para la mitigación del cambio climático en París este año podría cambiar el juego en este debate. Además, el impacto de la infraestructura en los hábitats y la biodiversidad es solo uno de los temas que movilizan la necesidad de cambiar cómo planificamos, construimos y operamos la infraestructura. Tenemos que garantizar la capacidad de adaptación al cambio climático y al riesgo de desastres naturales, mejorar la participación de los interesados, garantizar la eficiencia de los recursos, y ofrecer servicios de calidad a las crecientes poblaciones urbanas. Se construirá nueva infraestructura pero está en nuestras manos determinar si esa infraestructura será planeada, construida y mantenida para proporcionar servicios de calidad adecuada y promover un desarrollo sostenible e inclusivo. La pregunta ahora es si los marcos nacionales de toma de decisiones en evolución tendrán en cuenta los impactos sobre la biodiversidad y los hábitats mundiales de una manera que sea suficiente para hacer frente a las preocupaciones urgentes y sustantivas planteadas por los estudios actuales de biología y ciencias.
Este post fue publicado previamente en Viva Sustainability
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