En los países del Cono Sur—Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay — la violencia y el crimen impactan profundamente la vida de los jóvenes, La violencia interpersonal es la principal causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, representando 4 de cada 10 muertes en este grupo etario, comparado con 1 de cada 10 a nivel global. Además, la mayoría de los actos violentos no son letales, pero generan lesiones que afectan la salud y el bienestar juvenil, agravando aún más la situación. Esta realidad responde a factores estructurales que requieren respuestas integrales, focalizadas en los jóvenes más vulnerables.
Una nueva publicación del BID destaca los desafíos multidimensionales que enfrentan los jóvenes en el Cono Sur, desde la exposición a la violencia y el crimen, hasta las barreras para acceder a oportunidades. El informe también presenta evidencias sobre los tipos de intervenciones más efectivas para su desarrollo y garantizar un futuro más seguro.
La magnitud del problema: violencia en distintos entornos
Los jóvenes en el Cono Sur están expuestos a la violencia en diferentes ámbitos: el hogar, las escuelas y sus comunidades. En los casos más extremos, la violencia está ligada a pandillas y crimen organizado.
La violencia y el crimen afectan a hombres y mujeres jóvenes de manera diferente. Los hombres jóvenes son las mayores víctimas de homicidios mientras que las mujeres jóvenes sufren en mayor proporción violencia de pareja y violencia sexual. En el caso de los hombres jóvenes, los datos muestran que las muertes por violencia interpersonal son particularmente altas en Brasil, pero también superan el nivel global en el resto de los países excepto en Chile. En el caso de las mujeres del Cono Sur, un promedio del 20% de ellas experimenta violencia física o sexual por parte de su pareja antes de cumplir los 30 años.

La participación de los jóvenes en la delincuencia y la violencia también ha llevado a que un porcentaje de ellos, en particular hombres jóvenes, sean detenidos en centros de detención juvenil o encarcelados en prisiones para adultos. Una serie de encuestas penitenciarias realizadas por el BID encontró que, entre los países del Cono Sur, cerca del 20% de los reclusos encuestados eran menores de 25 años.
Factores de riesgo y desencadenantes
La adolescencia y la juventud son etapas críticas en la formación de la identidad y en la toma de decisiones. Durante estos años, el cerebro aún está en desarrollo, especialmente en lo que respecta al control cognitivo y emocional. Desde el punto de vista social, es una etapa de cambios en las relaciones con padres y compañeros y de búsqueda de pertenencia. Estos procesos, sumados a factores ambientales como la pobreza, la falta de oportunidades educativas y laborales, y la desintegración familiar, aumentan la vulnerabilidad de los jóvenes al crimen y la violencia.
Las experiencias adversas en la infancia como abusos, negligencias, encarcelamiento de algún familiar, enfermedades mentales, violencia de pareja y ausencia de una figura paterna, juegan un papel crucial. Estudios demuestran que los adolescentes con un historial de más de cuatro de estas experiencias tienen entre cuatro (para niñas) y once veces (para niños) más probabilidades de involucrarse en acciones violentas en comparación con aquellos con una o menos.
Soluciones y políticas efectivas para reducir la violencia juvenil
Los jóvenes son más vulnerables a comportamientos de riesgo, pero también se encuentran en una etapa de desarrollo cognitivo y social en la que las intervenciones de prevención pueden tener mayor éxito. La evidencia recopilada en la Plataforma de Evidencia de Seguridad y Justicia del BID identifica tipos de soluciones y programas efectivos o prometedores para reducir la violencia y prevenir la delincuencia juvenil.
Las políticas solo punitivas, sin servicios de tratamiento y rehabilitación, han demostrado ser insuficientes e, incluso, contraproducentes. En cambio, las intervenciones más efectivas son aquellas que se enfocan en abordar los factores de riesgo y refuerzan los factores de protección.
- Intervenciones psicológicas y familiares: La terapia cognitivo-conductual, la terapia familiar funcional y la terapia multisistémica son ejemplos con impactos positivos en reducir la delincuencia. Además, intervenciones para apoyar y capacitar a los padres y cuidadores pueden tener impacto significativo en la reducción de la violencia infantil e intrafamiliar.
- Terapia multisistémica (TMS) en Chile forma parte del Programa Lazos de Prevención de la Violencia Juvenil que logró reducir el comportamiento delictual entre los jóvenes de mayor nivel de riesgo, entre 16 y 18 años.
- Terapia familiar funcional (TFF) en Honduras, conocido como el programaProponte Más, produjo un efecto estadísticamente significativo con tamaños de efecto sustanciales en el funcionamiento familiar.
- Capacitación de Padres en Jamaica redujo las prácticas parentales coercitivas (gritar y golpear a los niños) entre los cuidadores tratados en comparación con el grupo de control.
- Educación y empleo: Completar la educación secundaria es un fuerte factor de protección contra la criminalidad. Un estudio que usa datos de 19 países de América Latina y el Caribe encuentra que completar la educación secundaria es el factor de protección más sólido entre todos los examinados que está asociado con menor involucramiento con la criminalidad.
- Ampliación de la jornada escolar en Chile redujo la delincuencia juvenil entre un 11% y un 24%.
En cuanto al empleo, la evidencia es mixta. Por ejemplo, un estudio que utiliza datos brasileños encontró que no toda la creación de empleo es relevante para influir en la violencia. Solo la creación de empleo formal entre hombres jóvenes estuvo relacionada con una reducción de homicidios.
- Intervención en comunidades: Crear espacios seguros y fomentar actividades recreativas involucra activamente a la comunidad en la lucha contra la violencia, contribuyendo a su prevención.
- Centros de Juventud: los barrios en que funcionan, bajo el Programa de Oportunidades y Derechos en Rio Grande do Sul, Brasil experimentaron reducciones estadísticamente significativas en los homicidios de jóvenes, y en los homicidios cometidos por jóvenes, comparados con otros barrios vulnerables entre 2017 y 2020. Con el apoyo del BID, otros estados brasileños como Espírito Santo, y países de la región como Costa Rica y Ecuador, también están adoptando el modelo de Centros Juveniles con apoyo del BID.
- CURE Violence: apoyado por el BID, el modeloha sido adaptadopara la región llevando a reducción en homicidios de entre 30% y 47% en Cali, Colombia y reducción de 45% en crímenes violentos y 39% en tiroteos en Trinidad y Tobago Desde 2024 se está iniciando la implementación en algunos barrios de Montevideo, Uruguay y en Santiago de Chile con apoyo del BID.
- Alternativas al sistema penal, especialmente entre jóvenes de bajo riesgo: Para delitos como la posesión de drogas o comportamiento antisocial presionar a estos jóvenes a través de procedimientos de justicia penal costosos y estigmatizantes aumenta la probabilidad de que cometan más daños en el futuro. Además, la evidencia indica que las sentencias privativas de libertad no reducen la reincidencia más que las alternativas, que además son más baratas y tienen menos consecuencias para las familias de los delincuentes. Aunque aún no hay evaluaciones en América Latina, una revisión sistemática de 19 evaluaciones de estos programas muestra que llevan a reducciones en el comportamiento delictivo futuro de jóvenes de bajo riesgo.
Aumentar la inversión en intervenciones terapéuticas, educación, fortalecimiento de familias y redes comunitarias y proporcionar oportunidades laborales de calidad para jóvenes son pasos fundamentales. Experiencias en distintos países muestran que cuando se brinda apoyo integral a la juventud, la violencia disminuye y las oportunidades aumentan.
¿Quieres saber más sobre cómo la violencia y el crimen afectan a los jóvenes en el Cono sur? Descarga el estudio del BID que analiza la situación de la juventud en la región.
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