¿Qué pasa cuando un hogar pierde su empleo, sufre una inundación o enfrenta una emergencia de salud? Para muchas familias de la región, no se trata de una dificultad puntual, sino de un patrón que se repite.
Utilizamos datos de hogares urbanos de la Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (ELCA), una encuesta de tipo panel, representativa a nivel nacional que sigue a los mismos hogares desde 2010. Como estos hogares fueron encuestados a lo largo del tiempo, podemos observar el patrón repetido de exposición a choques, cómo responden para afrontarlos y si logran recuperarse.
Esto es lo que descubrimos.
Lecciones de la ELCA
En cada ronda de la ELCA, los hogares informaron si habían experimentado un choque en los últimos tres años, como un divorcio, la muerte de un integrante del hogar, la pérdida de empleo, un desastre natural, una bancarrota u otro evento similar. Para cada choque reportado, también se preguntó a los hogares cuál fue su impacto económico sobre la estabilidad del hogar—clasificado como alto, medio o bajo—y qué medidas tomaron para afrontarlo. Entre las estrategias para hacer frente al choque se incluyen trabajar más horas, migrar, mudarse, usar ahorros, pedir préstamos a instituciones financieras o familiares, vender activos, reducir gastos y buscar apoyo en redes sociales o instituciones.
Vulnerabilidad crónica entre hogares urbanos en Colombia
Un hallazgo claro es que muchos hogares que sufren un choque tienen probabilidades de enfrentar otro. En 2010, el 30% de los hogares reportó choques. La mayoría de ellos volvieron a estar afectados en 2016. Y esta situación persiste: el 15% de los hogares experimentó choques en los tres años en que se llevó a cabo la encuesta. Esta recurrencia sugiere que, para muchos hogares, enfrentar choques no es un estado temporal, sino una condición persistente.
Figura 1: transición de experiencias de choque en hogares urbanos (2010 a 2016)

Además, no todos los choques tienen el mismo impacto. Los hogares encuestados en la ELCA indicaron si cada choque tuvo un impacto económico intermedio (bajo o medio) o alto sobre la estabilidad del hogar.
Los datos revelan un patrón preocupante: los choques de alto impacto no solo son frecuentes, sino que también tienden a repetirse. Esto se observa al comparar dos años de encuesta. Como se muestra en la esquina superior derecha de la Figura 2, el 29% de los hogares sufrió un choque de alto impacto tanto en 2013 como en 2016. Además, muchos hogares no solo enfrentaron choques repetidos, sino que sus condiciones empeoraron. Solo el 11% de los hogares no experimentó choques en ambos períodos, mientras que el 14% no reportó choques en 2013 pero luego enfrentó un choque de alto impacto en 2016. Para romper este ciclo de vulnerabilidad, los programas podrían enfocarse en los hogares que enfrentan choques de alta intensidad de forma reiterada.
Figura 2: transición en la intensidad de los choques en hogares urbanos (2013 a 2016)

Los hogares urbanos tienen dificultades para responder a choques repetidos
Entonces, ¿cómo responden los hogares a los choques? Analizamos las estrategias utilizadas por los hogares para afrontar choques de salud en 2013 y 2016. La Figura 3 muestra que solo el 10% usó la misma estrategia en ambas ocasiones. Muchos cambiaron de estrategia y otros reportaron no haber utilizado ninguna. Esta falta de consistencia señala un problema más profundo: los hogares podrían no contar con herramientas confiables y constantes para protegerse cuando una crisis vuelve a ocurrir.
Figura 3: transición de estrategias de afrontamiento en hogares urbanos que enfrentaron choques de salud en 2013 y 2016

Los datos de la ELCA sugieren que, para muchos hogares urbanos, los choques no son eventos aislados—son persistentes, a menudo se intensifican con el tiempo, y la falta de mecanismos de respuesta eficaces y constantes deja a las familias en situación de riesgo.
Aunque los choques suelen considerarse eventos aleatorios, para muchos hogares urbanos en Colombia siguen un patrón recurrente y potencialmente prevenible. Estos hallazgos plantean preguntas clave de política pública: si experimentar un choque predice con fuerza la ocurrencia de otros en el futuro, ¿por qué esperar para intervenir? Brindar apoyo sostenido y mecanismos de afrontamiento—y no solo asistencia puntual—a los hogares afectados podría ayudar a romper este ciclo. Esto puede lograrse, por ejemplo, mejorando la capacidad de los sistemas de protección social para actuar con rapidez.
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