Con la pandemia de COVID-19 surgen tres interrogantes sobre el apoyo que necesitan los adultos mayores con dependencia: ¿Cómo se puede asegurar la continuidad de cuidadose en el hogar? ¿Cómo se garantiza la participación de asociaciones y proveedores en la prestación del servicio? ¿Cómo se gestiona la teleasistencia para responder a la emergencia sanitaria? El último webinar organizado por el Panorama de Envejecimiento y Atención a la Dependencia con expertos de la European Social Network buscó aprender de las experiencias de los países europeos para responder a la situación de emergencia generada por el COVID-19. Lee más para saber sus principales conclusiones.
La experiencia europea
La European Social Network (ESN), es una entidad que busca avanzar en el intercambio de información sobre servicios sociales públicos. Con la coyuntura del COVID-19, la red se encuentra actualmente recopilando información de sus miembros sobre la situación de estos servicios en relación a la pandemia. Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Italia, Portugal, Suecia y Reino Unido, han brindado sus respuestas en torno a la organización de servicios sociales. ¿Qué pueden aprender los países de América Latina y el Caribe para garantizar los servicios?
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La continuidad de los cuidados a domicilio: criterios de prioridad.
Las respuestas proporcionadas coinciden en que la continuidad del servicio se ha garantizado y reforzado con relación a tres criterios fundamentales:
- Las personas con mayor grado de dependencia. Por ejemplo, la entidad Santa Casa de Lisboa ha establecido un criterio de clasificación en función del grado de vulnerabilidad para priorizar los cuidados.
- Las personas que se encuentran en situación de mayor aislamiento.
- Las personas que asistían a los centros de día y debido a su cierre se han quedado sin servicio. Por ejemplo, en la comunidad autónoma de Galicia, los centros de día se han sustituido por un servicio de ayuda a domicilio extraordinario.
En cuanto a las tareas a las que se ha dado prioridad, el cuidado y el aseo personal, la medicación, la compra y elaboración de comida se han priorizado sobre las tareas de limpieza. Igualmente, se ha producido un refuerzo de las llamadas y del reparto de comidas a domicilio. A modo de ejemplo, en la ciudad de Madrid, según datos del área de bienestar social este servicio se ha incrementado un 23%.
No obstante, la provisión del servicio se ha venido enfrentando a una serie de desafíos durante la pandemia, tales como:
- La falta de equipos de protección individuales (EPIs) y de material diagnóstico en la mayoría de los países.
- El descenso en el número de usuarios. Por ejemplo, en la diputación de Barcelona nos hablaban de bajas en ocasiones de hasta un 35% mientras que la asociación de profesionales de servicios sociales en Italia afirma que son los propios usuarios o sus familias quienes deciden no utilizar el servicio por miedo a contagios.
- Las ausencias de personal. En Suecia, por ejemplo, han constituido uno de los grandes retos a los que nuestros miembros se refieren a menudo respecto al país nórdico.
Para solventar estos problemas, se ha hecho un esfuerzo económico para dar material de protección a los profesionales de los cuidados domiciliarios o acordar con los proveedores el pago de servicios no realizados. También se han producido cambios en la reorganización de los equipos con desdobles para cubrir por un lado la atención telefónica y, por otro la presencial. Tanto en Italia como en Suecia se han creado unidades de atención a los casos COVID-19 o aquellos casos que han sido dados de alta.
Sin embargo, la disponibilidad y el uso de EPIs en los servicios sociales ha sido uno de los temas más recurrentes en toda Europa. La asociación de directores de Inglaterra afirmó que estos tienen un coste mayor para los trabajadores del servicio de atención domiciliaria que en el ámbito de la salud. Existe un sistema de distribución de EPIs en el servicio nacional de salud pero la falta de sistema en el caso de los servicios sociales aumenta las complicaciones y el costo.
En respuesta, en Francia las diputaciones trabajan conjuntamente con las agencias regionales de salud en el acceso y la distribución de EPIs. Igualmente, las diputaciones envían un cuestionario semanal a los proveedores para conocer el número de casos de COVID-19 de asalariados enfermos y de personas mayores o con discapacidad en riesgo de perder su programa de apoyo.
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La participación de asociaciones y servicios profesionales en la provisión
Los servicios profesionales los prestan los servicios sociales locales de forma directa o, en la mayoría de los casos, a través de entidades prestadoras de servicios, es decir, empresas de ayuda a domicilio o entidades de iniciativa social autorizadas.
Se han tomado medidas para que los prestadores de los servicios no se vean desfavorecidos por la crisis. Estas medidas incluyen la compensación de las horas no realizadas por ejemplo en caso de que la persona no requiera el servicio, como nos explicaron desde Francia o la diputación de Barcelona.
En Francia, las autoridades locales garantizan los cuidados domiciliarios mediante planes de ayuda individuales a cada beneficiario. En general, las diputaciones, que son las autoridades competentes en la materia, no controlan la ejecución de la prestación, sino que tienen un papel más bien de mediador o intermediario.
En Bélgica y en Italia, además de los servicios regulares, se han llegado a acuerdos con asociaciones de voluntarios o la Cruz Roja para garantizar, por ejemplo, la distribución de comida, medicamentos, o los traslados de carácter social.
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Garantía y refuerzo de la teleasistencia
En general se ha producido un refuerzo del sistema remoto de asistencia mediante llamadas de teléfono y dispositivos que el usuario porta y le permiten pulsar un botón en caso de alarma.
En la ciudad de Gante en Bélgica, el apoyo a distancia se ha venido haciendo principalmente a través de llamadas de teléfono y SMS. En Inglaterra, además de un sistema de llamadas o bien preventivas por parte de los profesionales o bien reactivas a raíz de la pulsación del botón por parte del usuario, se ha sumado la entrega de tabletas a los beneficiarios de los servicios sociales.
En Francia, la financiación de la asistencia a domicilio se ha venido extendiendo, pero aún no es común en todos los municipios. Sin embargo, la diputación de Haute Garonne, caso único en Francia, financia los dispositivos de teleasistencia a todas las personas dependientes bajo su responsabilidad. Igualmente, Santa Casa en Portugal ha reforzado el uso de este tipo de dispositivos para alertar a los servicios sociales.
En la diputación de Barcelona, en España, la cobertura es del 12.5% para los mayores de 65 y de casi el 40% para los mayores de 80 años. Además, la teleasistencia se ha incrementado con más de 19.000 equipos de prevención de riesgo como detectores de fuego, humo o gas, así como de presencia y caídas. A raíz del COVID-19 han creado un servicio adicional gracias al que se han incrementado las personas beneficiarias por aislamiento, salud, fragilidad o soledad. También se ha implementado un programa específico de llamadas de seguimiento a personas diagnosticadas con COVID-19.
En Madrid, 145.000 personas son atendidas por el servicio de teleasistencia y reciben una valoración de riesgo socio-sanitario y dependencia funcional. También aquí se ha reforzado la teleasistencia con nuevos servicios como el de apoyo psicológico al duelo, para los mayores de 68 a 75 que no disponen de servicios municipales, y refuerzo de llamadas a los mayores en situación mayor de riesgo.
Mirada al futuro
En situaciones futuras de emergencias de salud como la actual, serán necesarias al menos cuatro cosas:
- Refuerzo del modelo de cuidados en el hogar; es decir, habrá que repensar el modelo de cuidados de un modelo institucional a un modelo centrado en el hogar. Esto no afecta solo a los servicios de personas mayores y dependientes, sino que se debe repensar desde la infancia y en todo el ciclo de la vida. Por lo tanto, en primer lugar, el desarrollo de un modelo de apoyo centrado en la persona y en el hogar.
- Con ello, habrá que repensar el modelo de evaluación de la calidad de los cuidados; de un modelo centrado en el ‘edificio’ a un modelo centrado en la mejora del bienestar de la persona.”
- Refuerzo de los medios que permitan la puesta en marcha de ese modelo mediante profesionales, tales como trabajadores sociales, asistentes personales, mediadores, enfermeras comunitarias, o nuevas profesiones que podrían surgir por ejemplo con el desarrollo del acogimiento familiar. En este proceso, desempeñarán un papel clave las nuevas tecnologías tanto de apoyo a la vida en el hogar como para la toma de decisiones a distancia.
- Finalmente, la necesidad de que el sector de servicios sociales y de atención a personas en situaciones de dependencia sea considerado de carácter esencial. Con ello, se garantizaría el acceso en igualdad de condiciones con el sistema de salud a equipos de protección y material necesarios para que los profesionales puedan llevar a cabo sus tareas en las condiciones de seguridad necesarias.
¿Quieres aprender más? Te invitamos a ver la grabación de nuestro webinar “¿Quién cuida? Como desarrollar recursos humanos y la protección social para la atención a la dependencia”
¿Quien cuida a los adultos mayores en América Latina y el Caribe? Te invitamos a descargar nuestra publicación “Envejecer con Cuidado: Atención a la dependencia en América Latina y el Caribe“
Adolfo Zárate Cabello dice
Excelente les recomendaciones que deberán ejecutarse adecuados a la realidad social y económica de cada país. Que sin embargo por si mismos son aplicables con relativa facilidad.
Dr Hector Lamas Rojas dice
Promover la resiliencia apunta a mejorar la calidad de vida de las personas a partir de sus propios significados, del modo como ellos perciben y enfrentan el mundo. Entonces nuestra primera tarea es reconocer aquellas cualidades y fortalezas que han permitido a las personas enfrentar positivamente experiencias estresantes. Estimular un comportamiento resiliente implica potenciar estos atributos involucrando a todos los miembros de la comunidad en el desarrollo, la implementación y la evaluación de los programas de intervención.
El desarrollo de la resiliencia no es otro que el proceso de desarrollo saludable y dinámico de los seres humanos en el cual la personalidad y la influencia del ambiente interactúan recíprocamente.
El desarrollo humano, es un proceso y no un programa. Rutter estimula el uso del término proceso protector, el cual comprende la naturaleza dinámica de la resiliencia en lugar de los elementos protectores más comunes: “No se refiere a elementos en un sentido amplio, sino simplemente a mecanismos para desarrollar el proceso de protección” ( Rutter,1987). Las investigaciones son una esperanza para que los programas de prevención, educación y desarrollo de jóvenes no giren alrededor del programa en sí, sino más bien en el proceso y en cómo realizamos lo que hacemos; es decir, no concentrándonos en el contenido, sino en el contexto
Nutrición Donostia dice
Esta pandemia ha dejado al descubierto muchas de las carencias que tenemos como sociedad. Espero que nos sirva para mejorar. Colectiva e individualmente, porque cada uno de nosotros tenemos mucho que aportar.