Situación en Perú en tiempos del COVID-19
Las medidas de aislamiento para prevenir la transmisión del COVID-19 han afectado de manera desproporcionada a las personas más vulnerables, incluyendo a los migrantes y refugiados, como los casi 830.000 ciudadanos venezolanos en Perú.
Además de los desafíos a los que se enfrentaban los migrantes antes de la pandemia, la incapacidad de generar ingresos por la cuarentena y la consiguiente incapacidad para alimentarse, han generado un estrés emocional particularmente crítico entre los migrantes; quienes muchas veces carecen de ahorros, redes sociales de apoyo y además, no han sido incluidos en las políticas de protección social para mitigar los impactos negativos de la crisis. Esto es precisamente lo que observamos en los resultados preliminares de una investigación en proceso entre el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Universidad del Pacífico (UP) en Lima.
En nuestro estudio, hemos seguido a un grupo de 131 ciudadanos venezolanos instalados en Perú (de una muestra representativa de 800 migrantes entrevistados en la frontera durante un periodo de 10 días en agosto del 2019). En agosto del 2019 y luego en abril, mayo, junio y julio de este año les hemos preguntado sobre su situación laboral y emocional durante e inmediatamente después la cuarentena nacional (del 16 de marzo al 30 de junio). En este blog les contamos lo que las estadísticas revelan sobre cómo el COVID-19 agravó la salud mental de los migrantes.
El vínculo entre salud mental y empleo
En febrero, el 60% de la muestra en Lima estaba trabajando; 93% de ellos de manera informal. En ese momento, mostraban una mejor salud mental en comparación con el momento de su llegada en agosto del año anterior. Aunque el 13% presentaba signos de depresión y el 10% de trastorno de ansiedad, estas cifras habían bajado de 21% y el 23% respectivamente en agosto de 2019 (la prevalencia de estos trastornos en la población general suele oscilar en torno al 4%).
Esta situación empeoró considerablemente durante la cuarentena. En abril, cuando solo el 10% de los encuestados estaba trabajando y uno de cada ocho hogares pasaba más de un día sin comer, los niveles de ansiedad y depresión fueron los más altos (46% y 35% respectivamente). A medida que el porcentaje de la muestra que estaba trabajando aumentó, la salud mental mejoró. En julio, con el 58% de las personas entrevistadas trabajando, el porcentaje de la muestra con signos de depresión y ansiedad bajó considerablemente a 11% y 20% respectivamente.
Aunque la mejora observada en la salud mental podría atribuirse a una normalización de la cuarentena, según las respuestas recibidas en nuestras entrevistas, la mejora parece estar más relacionada con el hecho de que más personas estaban trabajando, lo cual también implicaba un mayor acceso a la alimentación.
Salud mental y retorno al trabajo de las mujeres
Las cuarentenas suelen afectar de manera desproporcionada a las mujeres que asumen roles de género más tradicionales y llevan una mayor carga de las tareas domésticas. En nuestras observaciones preliminares, casi no hubo brecha de género para la ansiedad y la depresión antes de la cuarentena. Sin embargo, en julio, los niveles de depresión entre las mujeres se mantuvieron en 17%, más del triple del nivel observado entre los hombres (5%). Adicionalmente, si bien los hombres regresaron a tasas de empleo similares a la de tiempos pre-COVID-19 de una forma relativamente rápida, la reincorporación de las mujeres en el mercado laboral no se produjo con la misma rapidez.
Reflexiones finales
La evidencia en esta nota nos revela que existe una relación positiva entre el empleo y la salud mental. Si hay empleo, hay menos signos de ansiedad y depresión. La pérdida de empleo y/o de los ingresos que se dio a raíz de la cuarentena causó un nivel de estrés emocional muy fuerte en la población migrante venezolana, sobre todo entre las mujeres, quienes suelen contar con menos redes de apoyo para atender las tareas domésticas y el cuidado de los menores a su cargo. Al ser una población altamente vulnerable, es crucial incluir a los migrantes y refugiados venezolanos en las medidas de protección social que precisamente se den para proteger a dichas poblaciones; y en especial en los planes y políticas de salud mental con énfasis en las mujeres.

Que interesante el análisis. Trabajo en un programa de apoyo a migrantes en Perú en temas de empleo y hemos visto casos de violencia y estrés familiar. Sería interesante también conocer si se abrió alguna brecha por edad, adempas de por sexo. Me gustaria conocer más sobre el estudio, sobre las herramientas que usaron para recoger información y qué información se trata.
Interesante estudio, el solo hecho de migrar ya suponía inmensos retos; muchos de estos migrantes iniciaron su travesía atravesando a pie la frontera Venezuela – Colombia. Caso aquellos que se aventuraron a Lima recorrieron una distancia aproximada de 3600 Km con recursos mínimos durante meses. La vulnerabilidad de estos no tiene precedentes en la región, en estos grupos se encuentran menores, mujeres embarazadas y en menor proporción personas de la tercera edad. Sin detalle del recorrido, una vez en alguna ciudad enfrentan el dia a dia sin documentos, xenofobia en algunos casos, intemperie, inseguridad, hambre. Los factores aunados a la crisis desatada por el COVID-19 suman nuevos retos no solo al grupo de estudio, El retroceso en diferentes objetivos de la agenda 2030 es notorio para la región, la crisis sanitaria ha puesto en evidencia y ampliado brechas sociales y económicas.