En abril de 2010 el volcán islandés Eyjafjallajökull erupcionó y causó el cierre del espacio aéreo europeo. Como consecuencia, la llegada de varios insumos claves al otro lado del océano se demoró significativamente, causando suspensiones de producción en varias plantas automotrices en los Estados Unidos. Estas interrupciones conllevan costos importantes que exceden con creces el valor de mercado de los componentes en cuestión y pueden transmitirse a lo largo de la cadena de valor. Este caso es un claro testimonio de la importancia de las entregas a tiempo en un mundo caracterizado por la segmentación espacial de los procesos productivos y comerciales y resalta porqué la puntualidad en las entregas es un criterio central que las firmas tienen en cuenta en la instancia de decidir con qué pares establecer relaciones comerciales.
El tiempo que un bien tarda en llegar desde su punto de origen hasta su destino final se puede generalmente desglosar en: el tiempo necesario para transportar el bien desde las instalaciones de la fábrica hasta el puerto, aeropuerto o frontera terrestre; el tiempo que permanece en la frontera; y el tiempo que insume el envío internacional de dicha mercadería. Si bien una serie de estudios han demostrado cómo los tiempos de transporte interno e internacional afectan el comercio exterior, hasta ahora no se ha logrado entender adecuadamente todos los aspectos relacionados con los tiempos en frontera. Esto se ha debido esencialmente a la ausencia de datos apropiados que permitan medirlos y evaluar su impacto sobre el comercio.
La práctica común ha sido usar datos a nivel país basados en encuestas para medir el tiempo total que se requiere para exportar e importar (o algunos de sus componentes) como aquellos provenientes del Doing Business o el Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial. La situación ha cambiado radicalmente con la incorporación de nuevos sistemas de información en las agencias fronterizas como la aduana y otras que son responsables de la salud, la alimentación, la cuarentena, la seguridad y la protección del consumidor. Dichos sistemas generan datos en tiempo real y de alta frecuencia que permiten rastrear todos los cargamentos a través de los procesos de entrada y salida y desagregar los tiempos en frontera en las distintas etapas relevantes.
A partir de un examen detallado de ese tipo de datos es posible comprobar que el tiempo de permanencia en la frontera es un componente importante del tiempo total que un bien tarda en llegar desde su origen hasta su destino final. Por ejemplo, los datos de importaciones marítimas peruanas para el 2013 reflejan que, en promedio, los tiempos totales en frontera y los tiempos de las operaciones fronterizas portuarias y aduaneras representaron, respectivamente, un 37,3 % y un 21,9 % del tiempo transcurrido desde que la mercadería abandonó el puerto en el país de origen hasta que fue liberada de la aduana. En el 25 % de los envíos, dichos tiempos fronterizos representaron más del 50 % y 30 % del tiempo total transcurrido desde que se inició el envío del bien hasta que finalizó el despacho aduanero (Gráfico 1.1).
Estos datos revelan que, lejos de ser lineales y adimensionales, las fronteras son densas y asimilables a regiones cuyo cruce implica múltiples actividades (por ejemplo, carga y descarga, inspecciones, etcétera) que son, a su vez, desempeñadas por una multiplicidad de actores (por ejemplo, operadores portuarios y agencias fronterizas). Específicamente, las fronteras son administradas por organismos que diseñan y aplican regulaciones que las firmas tienen que cumplir, así como procedimientos y trámites que tienen que realizar cuando comercian internacionalmente. El propósito de dichas regulaciones y procedimientos es garantizar la seguridad y la legitimidad, en general, y el cumplimiento de las normas fiscales, en particular. Según cómo se las diseñe institucionalmente, las fronteras se pueden convertir en laberintos difíciles de transitar y costosos en términos de tiempo.
El espesor de la frontera depende de una serie de factores que incluyen: (1) la cantidad de organismos gubernamentales involucrados en la regulación de las transacciones transfronterizas; (2) la coordinación y articulación entre dichas agencias y, concretamente, sus regulaciones y procedimientos; (3) el diseño de estas regulaciones y procedimientos (es decir, si son ágiles o engorrosos) y los aspectos específicos de su implementación (por ejemplo, horarios de atención 24×7 o de solamente ocho horas, proporción de los envíos sujetos a inspección física, etc.); (4) la tecnología disponible para llevar a cabo dichos procedimientos (por ejemplo, declaraciones y formularios electrónicos o en papel) y si hay interoperabilidad y esta tecnología es compartida por todas las agencias o si es específica de cada organismo; y (5) la existencia de regímenes especiales para las firmas, los envíos y los flujos comerciales, entre otros.
En particular, en su calidad de medida resumen de su espesor, los tiempos en frontera pueden variar porque: (1) las agencias fronterizas adoptan sistemas de gestión de riesgo para identificar envíos “sospechosos” y los asignan a diferentes canales de control: inspecciones documentales vs. físicas; (2) algunas firmas están certificadas como operadores confiables en virtud de lo cual sus cargamentos enfrentan inspecciones físicas menos frecuentes y son despachados con mayor celeridad; (3) las firmas pueden comerciar bajo regímenes regulares o regímenes simplificados como aquellos que se aplican a las exportaciones postales; (4) algunos productos requieren permisos específicos y su preparación y procesamiento demanda más o menos tiempo dependiendo de la existencia o no de una ventanilla única de comercio exterior; (5) las firmas pueden enviar bienes a través de terceros países mediante una cadena de exportaciones e importaciones sucesivas o bajo regímenes racionalizados y simplificados de tránsito internacional.
Los sistemas de gestión de riesgo, los programas de operador económico autorizado, los regímenes simplificados de exportaciones postales, las ventanillas únicas de comercio exterior y los esquemas regionales de tránsito internacional son políticas de facilitación comercial que contribuyen a desarmar el laberinto de la frontera y en consecuencia, a acelerar el movimiento de bienes entre fronteras, mediante la racionalización de los procesos administrativos y generalmente la incorporación de nuevas tecnologías de la información para llevar a cabo los procedimientos asociados.
El reporte institucional del Sector de Integración y Comercio del BID Cómo salir del laberinto fronterizo analiza precisamente en estas intervenciones, que están contempladas en el Acuerdo de Facilitación Comercial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) firmado por los países miembros en Bali en 2013. En particular, presenta evidencia novedosa sobre el impacto de tales políticas utilizando microdatos a nivel de transacción que no habían sido utilizados nunca antes y que permiten, por primera vez, observar estas políticas en el nivel en el cual efectivamente operan y aplicando métodos econométricos rigurosos. En las próximas entregas se discutirán dichas políticas y sus impactos sobre el comercio exterior de varios países de América Latina.
Si quieres interiorizarte sobre las políticas de facilitación comercial en los países de la región y sus efectos sobre el desempeño comercial de las firmas y sus países, por favor, suscríbete aquí.
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